Quiero acariciar con el filo
el camino morado,
dejar que lluevan rosas
y que inunden la habitación
como si fuera un jardín.
Que no paren de crecer
y crecer
y crecer
Y CRECER
hasta que no quede nada de mí.
Hasta que el tambor deje
de emitir su golpe de vida.
Hasta que se haya derramado
todo el fluido
de mi jarrón.
Hasta que las flores
que porta se marchiten,
incapaces de continuar.
Me pregunto qué sería de esto,
de aquello,
de mí,
de ellos.
Si eligiera acariciar el camino morado.
Si eligiera acariciar
el camino morado,
y yo fuera
al otro lado.
