El amor es impermanencia,
se transforma a cada paso
y nos ofrece infinitos matices que juegan al escondite con nosotros.
El amor como los niños gusta de disfrazarse
y jugar al escondido.
Es un niño con máscara
celebrando una fiesta
y tu puedes asustarte con la fea careta
o descubrir la inocencia,
la magia,
la sonrisa
y la felicidad de quien la porta.
A veces los problemas, son solo eso,
máscaras tras la que se oculta una gran experiencia de amor.
Cada paciente que nos llega a consulta,
cada alumno que nos llega al curso,
cada reflejo que vemos en el espejo de nosotros mismos
cuando estamos agobiados por algo,
no es más que una máscara,
uno de los tantos disfraces
y la aventura de un Maestro de Reiki
es descubrir el amor que está ahi jugando
y acompañar a nuestros pacientes
y alumnos a vivir esa aventura.
Esa es la diferencia entre un Maestro de Reiki consciente,
y otro que solo se aprende los pasos para hacer una iniciación,
o el terapeuta compañero
el que sentimos ahí junto a nosotros siempre presente,
en una relación maravillosa
que trasciende con frecuencia la amistad.