7. Sonreírle al peligro a la cara

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Advertencia: Las cosas ponen bastante gráficas. Lee bajo tu propio riesgo.
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El timbre sonó. Dejó salir un suspiro resignado. Metió el lápiz que estaba usando en su bolso y dobló la hoja en la que trabajaba entre las páginas de un cuaderno. Sin mucho ánimo, ninguno en realidad, se levantó de la solitaria banca y se dirigió hacia el salón de clases.

Ya varios estaban ahí para cuando llegó al laboratorio. Lo primero que captaron sus ojos fueron las puntas rojas de Alya, en la primera fila junto a Nino. No se tomó la molestia de mirar hacia ella, pero sabía que la había visto y que la ignoraba deliberadamente. Apartó la mirada.

«Qué gran amiga que es, ya te olvidó.»

Tragó grueso y siguió caminando hacia el puesto del fondo. No se iba a permitir sentirse mal por eso; no era como si ese no hubiera sido el punto todo el tiempo. Aunque no podía evitar preguntarse si hablaría sobre ella, si le dolía tanto como a ella...

Se quitó el bolso de la espalda y lo tiró al suelo, quizá con un poco más de fuerza de la necesaria. Aquellos habían sido los días en los que le importaban pequeñeces como esa. Puso los codos en la mesa y decidió hacerse un nido en las manos. Quería apagar el mundo por sólo un segundo, ¿era mucho pedir?

Se permitió estar así un momento, sólo sintiendo compasión de sí misma. Tan sólo unos segundos.

Levantó la cabeza, ya era suficiente. Desde donde estaba vio cómo entraban el resto de los alumnos, entre ellos Chloe, Adrien y Juleka; caminaba hacia ella, como era de esperarse. «¿Por qué no me sorprende? -había dicho una chica de último año-. Los fenómenos del François Dupont.»

Marinette lo dejó pasar la primera vez, a la segunda la hizo llorar. No hubo una tercera. Desde entonces, se podía decir que eran «amigas»; qué irónico asunto. Sin embargo, aunque se sentaran juntas en clase y Marinette saltara a defenderla -porque, honestamente, ella sí era un fenómeno-, no significaba que lo fueran, no de verdad. Lo sabía bien. Juleka estaba con ella porque no tenía a Rose y ella estaba con Juleka porque no tenía a nadie más. No necesitaban a la otra, pero eran lo que necesitaban.

Qué curioso.

Decidió que era hora de dejar pensamientos inútiles de lado y sacar los útiles escolares; Mandeleiev ya estaba ahí, de todas formas. Apoyó el codo en la mesa y sostuvo su cara con la mano durante toda la explicación; escuchaba partes mientras que otras se volvían ruido sin sentido.

«Ahí se van mis buenas calificaciones», se dijo, sin preocuparse realmente.

La profesora terminó de explicar antes de poder darse cuenta, lo supo cuando Iván volteó a entregarle unos papeles a Juleka, de los cuales le entregó un par a ella. Oh, era un taller.

«Me jodí.» Fue lo primero que pensó. Juleka la miró con lástima pero no dijo nada, no lo esperaba tampoco.

Suspiró, resignada a que sus notas nunca serían suficientemente buenas. Trató de pensar con optimismo -¿qué era eso?- y creer que quizás algo se había quedado en su mente; fue en vano. Leyó la hoja pero no entendía ningunos de los enunciados. Sabía que habían datos e incógnitas, pero no sabía qué hacer con ellos. Dio la nota por perdida y sólo escribió su nombre en la parte superior.

La cara de su padre fue lo primero en lo que pensó, estaría decepcionado de ella. Le preguntaría qué le sucedía y, al igual que con el resto, lo dejaría sin respuesta.

«Y aquí terminaste, Marinette. ¿De verdad crees que vale la pena pasar por todo esto? ¿Y por quién? Una amiga que ya te olvidó, un chico que nunca te volteó a ver y unos padres a quienes no les importas.»

¿Qué le sucede a Marinette?Where stories live. Discover now