Capítulo 2: El primer día

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—Rin—Susurró Izayoi llamando la atención de la niña.

La pequeña, que permanecía aún agarrada al adolescente, pegó un respingó al notar la presencia de la mujer, y se separó de Sesshomaru lentamente, observando a la hermosa mujer que le sonreía al lado de su abuelita. Volvió a agarrarse a la manga de la camiseta del muchacho, quien de nuevo no dijo nada. Desde hacía un rato el perro saltaba alrededor de los dos chicos, buscando más caricias por parte de la niña, quien veía que no era tan peligroso como había pensado en un principio, pero todavía no se fiaba lo bastante para seguir dándole mimos al perro.

—¿Volvemos a dentro a merendar?—Volvió a preguntar Izayoi con una gran sonrisa.

La niña asintió y estiró la manga de Sesshomaru para que entrara a tomar ese chocolate que le habían prometido cuando había entrado a la mansión, pero él no se movía. No iba a "merendar" con su hermano y su amiga, y menos con esa niña molesta que no lo dejaba en paz. Solo había hecho lo del perro para librarse de ella, no esperaba que lo viera como algo amistoso y se lo tenía que dejar claro.

—Yo no voy, no me gusta comer con críos—Le dijo viendo que seguía estirando su manga.

La niña lo soltó y vio como el chico volvía de nuevo al lugar donde lo había encontrado. Estaba bastante triste, pues algo le decía que ese adolescente era una persona buena, aunque tosca, pero por su mirada había entendido que no habría forma de convencerlo, así que no insistió más.

Después del chocolate, y de varios intentos sin resultado por sacarle a la niña alguna palabra de la boca, los Higurashi decidieron que era hora de volver a su hogar. La señora Taisho según ellos estaba siendo más amable de lo que en realidad se merecían, después de todo esa niña y su abuela al ser sus familiares deberían haber sido acogidas en su casa y no como invitadas de una familia tan distinguida como esa. Si bien era cierto que la mansión de los Taisho era enorme y no les molestaría mucho su presencia, al principio no habían aceptado el ofrecimiento de la señora, pues la abuela Kaede no había querido estar de gorrona en una casa ajena, así que el trato con la señora había sido alojamiento y comida por una nueva ama de llaves, alguien que ayudara a Myoga, pues la antigua ama de llaves se había jubilado no hacía mucho y al pobre Myoga no le daba para todo.

—Bueno, señora Kaede, esta es su habitación, espero que le parezca cómoda—Dijo Izayoi abriendo una puerta.

Había decidido colocar a Kaede en una de las habitaciones de la planta baja para que no tuviera que subir y bajar tantas escaleras, su habitación estaba justo al lado de la de Myoga, junto a otras habitaciones de personas del servicio.

—Vaya, es una habitación muy bonita, señora Izayoi, muchas gracias por su amabilidad. Mi nieta y yo estaremos muy cómodas aquí.

—No, señora Kaede, este es su cuarto, es muy pequeño para dos personas, Rin dormirá arriba, le he preparado un cuarto para ella, junto a los de mis hijos—Respondió a la anciana.

—No puedo permitirlo, aquí estaremos bien las dos, no quiero que Rin sea una molestia para usted o para el señor, aquí dormiremos juntas—Se negó Kaede.

—Señora Kaede, no es molestia, para serle sincera adoro que haya una niñita como Rin correteando por la casa, creo que ella puede ser muy buena influencia para mis hijos.

—Bueno, si usted cree que no es molestia... sigo insistiendo en que aquí podemos dormir ambas.

—No insista, Rin es mi pequeña invitada, siempre quise preparar un cuarto para una niña, no me quite el gusto.

Kaede se quedó abajo deshaciendo su maleta mientras la señora Izayoi enseñaba su cuarto a Rin, estaba en el segundo piso, donde según Izayoi dormían los dos hijos de la familia. La mujer le señaló cuales eran los cuartos de sus hijos y después le enseñó su cuarto. Al abrir la puerta Rin se sorprendió, era el cuarto de una princesa. Izayoi había preparado el cuarto en tonos muy claros, blancos y cremas y había algunas muñecas y una cama enorme, junto a un escritorio.

El día que llegaste a míWhere stories live. Discover now