Capítulo Veintiuno: ¿Cómo?

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JUDAH

Su bello rostro está pálido, con ligeros moretones en el cuello y arañones en los brazos y piernas. Aun así, es la mujer más hermosa que he visto en toda mi existencia, sus carnosos labios rosados siendo los únicos que quiero besar por toda mi vida hasta el último de mis días. Son sus manos las cuales quiero sujetar a cada segundo, es su rostro el cual quiero admirar cada mañana al despertar.

Solamente la quiero a ella.

La enfermera en la habitación acomoda varias cosas que necesitará para cuando ella despierte, debido a que la anestesia poco a poco está empezando a desaparecer, por lo que en cualquier segundo podré apreciar sus hermosos ojos mieles. No sé si seré capaz de controlar mis ganas de abrazarla, de acariciar su rostro y de juntar mis labios con los suyos.

Han pasado dos semanas, catorce días en los que no he podido cerrar los ojos por más de una hora para despertar pensando que ella se encuentra a mi lado, cayendo en la dura realidad que no lo está. No, que ahora está echada en la camilla de un hospital después de haber sido herida por un auto. Los segundos se vuelven torturadores, los minutos demasiado lentos y los días parecen ser una eternidad al no estar a su lado.

Me pregunto qué sería diferente ahora si me hubiese encontrado con ella ese día. Probablemente fuese yo quien estuviese en esta camilla de hospital mientras que ella estaría en mi posición, deseando que despertase de una buena vez por todas para parar el sufrimiento que recorre por cada una de sus venas. Hubiese dado mi vida una vez más para asegurarme que ella está bien, que no le hiciesen daño. Volvería a dormir siete años más si eso significa que ella y mis hijos estarán bien.

Los niños querían salir a pasear un rato, querer caminar por el parque para olvidarse de lo sucedido entre nosotros. Khalessi, como la dulce persona que es, no dudó en sacarlos con una sonrisa, tratando de hacerles olvidar el mal sabor que mi despedida les había dejado. Lágrimas llenan mis ojos al pensar que pude haber prevenido todo esto, que pude haber sido capaz de impedir que ahora se encuentre en esta camilla, luciendo más que frágil.

Liam es un pequeño travieso, quien no piensa mucho antes de actuar gracias a solo querer hacer feliz a las personas. Su balón se le escapó de las manos rebotando hasta la pista, lugar al cual él corrió en plena vía sin ponerse a pensar en las consecuencias de ello. No vio venir el vehículo, pero por supuesto que su madre lo hizo. Khalessi, quien me demuestra su amor por nuestros hijos todos los días, no dudó en correr con su vida para empujar a nuestro hijo a tiempo, lo suficiente para que el impacto diese en ella. Hizo lo mismo que alguna vez yo hice por ella, salvó una vida mucho más importante que la suya en su opinión, todo por amor.

El rostro de mi pequeña leona mientras me explicaba lo sucedido rompió mi corazón en miles de pedazos. Verla no poder parar de sollozar, no ser capaz de detener sus lágrimas y el observar cómo se ahogaba con sus propios sonidos provocó que me sintiese como el peor de los hombres al no haber estado ahí para prevenirlo.

El corazón me da un salto en el pecho cuando aprecio su cabeza moverse de lado a lado, pequeños murmullos saliendo de su boca. La enfermera de corto cabello negro azabache me sonríe diciéndome entre susurros que al parecer alguien ya quiere despertar de un profundo sueño. Aprieto mis manos en la barandilla a los pies de la cama, queriendo ser lo primero que ella observe al abrir los ojos.

Una sonrisa se posa en mis labios reteniendo la respiración dentro de mi pecho cuando sus bellos ojos avellanas se abren poco a poco, achicándose al ver la radiante luz de la habitación del hospital. Su pecho sube y baja despacio, tomándose su tiempo para analizar la situación. Su mirada encuentra la mía, a lo que por segundos olvido cómo se respira.

Campanas de Boda ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora