Vol 1 - Prólogo

22.7K 1.4K 1.6K
                                    

Volumen 1

Las reencarnaciones a veces son un poco duras

Las reencarnaciones a veces son un poco duras

Oops! This image does not follow our content guidelines. To continue publishing, please remove it or upload a different image.

Prólogo

—¡Allahu akbar!

¡Booooooooom!

El estruendo de una explosión resonó por toda la cantera. Una inmensa nube de polvo se esparció por el lugar, haciendo desaparecer por completo la visión de la zona.

—Nada como una buena explosión por la mañana. ¿No te parece, Pedro?

—A mí lo que me parece es que deberías dejar de gritar eso antes de detonar la dinamita...

—No digas tonterías, es necesario avisar a la gente de la explosión lo más eficientemente posible.

—¡Pero no con esa frase!

—¿Por qué? En árabe significa dios es grande, en español bomba va.

—Un día de estos te van a detener, ya sea porque te tomen por un terrorista, o simplemente por ser un cabrón...

Suspiré pesadamente ante las palabras de ese hombre de 29 años, a quien sus casi dos metros de altura y cuerpo constituido de puro músculo, sumados a sus generalmente poco graciosos chistes, a veces hacían dudar un poco de si se trataba realmente de una persona o de un primate súper evolucionado. No obstante, se trataba de mi mejor, o más bien dicho, de mí único amigo: Iosu Per Txapeldum... Y, a pesar de siempre dar una nefasta primera impresión, era un buen tipo... aunque ni su aspecto ni sus palabras ayudaban a corregir los malentendidos.

—No te pongas así, después de todo a nadie parece importarle. Al contrario, todos se ríen cada vez que lo escuchan.

—Haz lo que quieras, pero si sigues así te aseguro que un día tendrás problemas reales... Luego no me vengas llorando como si no te hubiera advertido.

—Bien, bien, lo he entendido. Cambiando de tema... mañana es tu cumpleaños, ¿verdad? Pensar que ya alcanzaste los treinta... Nos hacemos viejos.

—¡¿A quién llamas viejo?! Sigo siendo perfectamente joven —me golpeé el pecho con mi puño derecho, siendo esta vez yo el que se pareció a un simio.

—Cierto, tu cuerpo quizás alcance los treinta, pero tu mente sigue siendo la de un crío de quince años. Ja, ja, ja.

—¡Eso la tuya!

—No voy a negar eso —él también se golpeó el pecho del mismo modo que yo.

Tras un par de segundos de silencio, ambos nos echamos a reír. Tanto él como yo entramos a trabajar juntos en esa cantera hacía cinco años. Nuestro día a día era un no parar de explotar y cargar piedras de un lado a otro. Un trabajo pesado, sucio, mal pagado, y lleno de peligros. Aún así, nos lo solíamos pasar bien.

Reencarné como una piedraWhere stories live. Discover now