Se acabó

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Valencia tomó su mochila y salió a paso rápido de la escuela, había encontrado la nota junto con fotos de su pareja con otro hombre... ella de verdad lo estaba engañando.

Estaba furioso pero debía controlarse para no hacer algo indebido, algo de lo que después pudiera arrepentirse.

Llegó a su hogar, tiró sus pertenencias al sofá y, antes de caer de lleno en él, su celular vibró aun dentro de su pantalón, lo sacó con pereza pero al ver quién era el que solicitaba su atención el enojo volvió a él; contestó sonando lo más tranquilo posible, era sencillo porque siempre trataba de aparentar un estado en el que realmente pocas veces estaba; feliz.

— ¿Crees poder venir? — Le preguntó él a la mujer del otro lado de la línea —. Quisiera verte, Jenny.

—De acuerdo — contestó —, aunque ya es tarde pero supongo que no estaría mal quedarme a dormir en tu casa ¿verdad?

—Descuida... — se despidieron y colgaron.

Alejandro sentía que el aire le faltaba, por más que inhalara oxígeno para sus pulmones no era suficiente.

Tomó un lápiz y una hoja blanca para comenzar a escribir aquella carta que le daría a su novia, debía de arreglar todo para tener lista la sorpresita que le tenía a la que creyó el amor de su vida.

...

Todo estaba listo; la puerta entreabierta, luces apagadas, una que otra vela iluminando el pasillo que conduciría a la chica hasta la habitación de Alejandro donde estaba un aire romántico, la escena casi perfecta para una propuesta de matrimonio al amor de su vida.

Pero ese no era el asunto.

Jenny llegó luego de diez minutos, Alejandro ya había dejado la carta y la pequeña caja de gamuza color vino en medio del improvisado corazón con pétalos de flores del jardín de una vecina. La chica, sorprendida, caminó por donde la luz le decía hasta llegar a la habitación, iba a tomar la carta entre sus manos y antes de que eso ocurriera escuchó la voz de Alejandro susurrar:

—Sube a la cama y lee en voz alta.

Jenny obedeció sin imaginarse aquello que le tenía preparado su pareja y leyó en voz alta:

—Desde que te vi juro que la sonrisa de mi rostro no se ha borrado, te he creído esa pequeña pieza que se amoldaba perfectamente al hueco en mi corazón ese que creí jamás podría ser llenado desde la partida de Betz, esa mujer que me ha engañado... — Jenny conocía esa historia, mientras más leía las lágrimas se amontonaban en sus ojos —. Sé que apuesto no soy, que probablemente haya mejores hombres a los que puedas recurrir pero te soy sincero cuando te digo que esa caja al lado tuyo — Jenny tomó la caja, ella ya estaba temblando y sorbiendo la nariz. Recordó las tantas veces que había engañado al hombre pero poco le importaba que su conciencia le gritara lo mal que ha hecho —, contiene el anillo que pudo haber sido tuyo, pero que, por azares del destino, ha de seguir ahí sin dueña.

Ella no lo entendía, la luz fue encendida y en una esquina estaba Alejandro cruzado de brazos con una diminuta sonrisa ladeada intentando, de nuevo, ocultar sus verdaderas emociones.

—Ya sé lo que hiciste, Jenny ——. Fue lo único que dijo para después salir de la habitación.

Adivine Quién SoyWhere stories live. Discover now