Capítulo 4: Calma...

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Con más de 30 personas, aproximadamente, aquel espacio cuadrado parecía reducido significativamente, sin embargo, ahora que solo eran él, el Maestro Klaüde, y Rin-Harlot, que se había quedado en su puesto durante toda aquella escena ahora vergonzosa para Rigel, no parecía tan pequeña, de hecho, parecía demasiado enorme para 2 personas únicamente; solo parecía.

El piso, el techo, y el hecho de que en las esquinas hubiere donde reposar los brazos, era todo muy diferente a los otros dos pisos: El piso estaba hecho de una madera oscura, parecida al chocolate cuando comienza a derretirse a fuego lento sobre una olla de aluminio, y distribuido de forma irregular. El techo, a su vez, tenía una forma algo ovalada, pero a la vez picuda, como los sombreros de paja que utilizan los obreros agricultores de tantas civilizaciones para lograr soportar ese sol tan abrasador que existe por las mañanas; un sol abrasador que no porque no brillara, no significa que no lograse quemar la piel de Rigel en ciertos puntos de su rostro. Era, por ponerlo de alguna manera, un lugar definitivamente más "digno" para estos seres, pues Rigel había comprendido que al estar allí se sentía una paz increíble, por más que el frío se hiciera más fuerte, o quizás el aire se hiciera más denso, al estar allí, él mismo se veía estudiando y reflexionando sobre esto o aquello, sin las interrupciones del mundo tan sórdido y vano; era uno de esos lugares que inmediatamente al entrar te dan ganas de sonreír, y por muchos problemas que tengas, los obvias, con cautela y sin darse casi cuenta, y por obra y arte, casi de magia, los superas con un leve y muy refrescante suspiro.

Sin embargo, por mucha paz que se sintiera, sabía que no podía ser eterna:

-¿Y si no deseo estar en ese tal Consejo? –Dijo seria y casi mortíferamente, sin apartar la vista del Gran Salón que, como nunca lo había sentido, parecía que lo llamase desde el interior–

-Eso no te corresponde decidirlo, es algo a lo cual llegarás sin darte cuenta, Zid Aulerx –Respondió refinada pero muy severamente el Maestro que ahora, de vuelta a este mundo, borraba todo rastro de ese momento absorto anterior–

-¿Acaso está diciendo que es mi destino estar en un lugar que sin conocerlo ya detesto? ¿Que debo pertenecer a un grupo de locos que les interesa más mi forma de vestir que los avances que hago, en cierto modo, hasta por ellos? No, no creo que ese sea un buen destino para mí –Dijo separándose un poco del borde donde se hallaba y sujetándose fuertemente del mismo, como si tuviera la necesidad de romperlo, o volverse él–

-No se trata de destinos o casualidades, Zider, se trata de que es así. No es como si yo disfrutara mucho estando allí, sin embargo, le debo muchísimo a este lugar, o bueno, a ciertas personas mejor dicho, y qué mejor manera que hacerlo desde un lugar donde puedo, sin exagerarte, hacerlo todo sin saber casi nada –Rigel alzaba una de sus cejas ante semejante afirmación de su Maestro–

-¿No es acaso un Maestro? ¿Aquel lo sabe todo, y un poco más? Eso es lo que he oído de ustedes en el corto tiempo que llevo aquí.

-Sí... Y, por fortuna, no. ¿Lo sé todo sobre qué? He allí la pregunta que la gente a veces no suele hacerse, y que tú mismo has catalogado muy bien con el segundo pecado: La obviedad. Sí, lo sé casi todo sobre mi Tema de Investigación Original –"O sea, que lleva más de uno..." pensó Rigel de forma inconsciente– Y sí, sé mucho más que la mayoría, pero ¿acaso no todos lo hacemos? Tú, por ejemplo, sabes más acerca de la música, acerca de la forma en que el mundo puede ser a veces, sobre la cocina, yo qué sé, todo eso en comparación con un niño de 4 años, es saberlo todo, pues él mismo dirá que "como sabe tanto" entonces ha de saberlo todo, de forma inocente y hasta tierna, pero real también; algo parecido pasa con nosotros.

»Es verdad, a veces este maldito lugar puede ser demasiado estricto, pensando que el conocimiento debe limitarse a un par de correas que cuando se desatan, entonces vienen a decirte: ¿Ves? Si no fuera por nosotros, no te habrías librado; cuando fueron ellos lo que te ataron en primer lugar. Sin embargo, si piensas enfurecerte por un par de regaños sobre la manera en que debes llevar un uniforme, puedes morirte de una vez: No encontrarás un lugar que no lo exija. ¿Piensas que uniforme se limita a qué? ¿Un trabajo? ¿Una institución? ¿A qué? Seguramente estés equivocado, Rigel. Verás, incluso en la manera en que una persona se viste todos los días, lleva un uniforme, lleva el mismo patrón pensando que son sus "gustos": Este pantalón, con esa franela, esos zapatos y esta pulsera, o, ese vestido, con unas sandalias, y este collar... ¿Y mañana? Bueno, mañana me pongo unos jeans o una braga, pero no me doy cuenta de que todo lo que uso se parece, incluso en lo más mínimo, quizás en la forma de ponérmelo o en los días en que lo uso, y se convierte en "Mi Uniforme". La diferencia está que aquí el uniforme, y te agradeceré si no me rechinas como una pelota gastada al caer en el agua, te enseña una cosa que es necesaria a veces: Disciplina.

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