—Dios, los hombres son tan estúpidos—dijo Valerie un momento antes de levantar su rodilla derecha y clavarla con fuerza en los testículos del hombre que tenía entre sus brazos—

Pedro cayó al piso quejándose y gritándole a Valerie que era una puta, sin tiempo que perder Valerie le dio una patada en la sien provocando que los gritos pararan y el cuerpo gordo quedara inerte, saco de su bolso unos guantes de terciopelo negros, se los puso y toco el cuello de Pedro para sentir el pulso, seguía vivo, respiro y se fue corriendo con las llaves del auto en mano. Llego a la solitaria carretera abrió el auto y entro, metió las llaves y puso el auto en marcha.

Se sorprendía de sí misma, después de hacer todo eso no se sintió mal ni un momento, ya ni siquiera recordaba la última vez que había robado un auto, luego de que aquella horrible enfermedad se apoderara de su cuerpo no volvió nunca más al famoso burdel donde trabajaba el cual la obligaba a hacer cosas de las que no se sentía orgullosa, Valerie tuvo una vida dura, con una enfermedad tan grave como el sida y sin el suficiente dinero para poder tratarla su vida iba a acabarse pronto, jamás olvidaría la cara del hombre que le había transmitido esa monstruosidad, y tampoco la olvidaría su corazón, sí, amo a ese hombre con locura, decidió entrar en el mundo del sida solo por él, porque lo amaba y quería demostrárselo, pero él no le pago con la misma moneda, luego de ser contagiada su supuesto gran amor solo se marchó, se marchó sin darle una explicación a Valerie, se marchó dejándole el corazón roto, y lo peor de todo, se marchó luego de haber acabado con su vida. No supo de él hasta cuatro semanas después, al parecer se había casado con una de sus compañeras del burdel, Valerie fue a distintos médicos, pero ninguno estaba dentro de su presupuesto, renuncio a su trabajo y ya no recibía ingreso alguno, la enfermedad que tenía por dentro la destruía, llamo a su familia, pero esta solo le respondió que jamás iban a ayudar a una prostituta, y que todo el sufrimiento que tenía ella lo merecía.

Y un martes por la noche, cuando iba a lanzarse del puente de la carretera principal, el cual tenía una caída de aproximadamente cuarenta metros y daba justo en un rio con rápidas aguas y enormes rocas afilada, una mano sujeto su brazo derecho, un chico de cabello plateado y rasgos marcados la vio con tristeza, este chico llamado Arthur Jones la adentro en una secta secreta en la cual él era el jefe, y ahí conoció a sus amigos, y al hombre del cual se había enamorado con locura... ¿con locura?, un sentimiento extraño invadió el cuerpo de Valerie, ¿Cómo se había enamorado de Mike?, era extraño, ni siquiera recordaba cuando fue la primera vez que lo vio atractivo, recordó el golpe que su novio le había dado y sintió furia, ¿Por qué sentía odio hacia Mike?, según ella él era el amor de su vida y jamás se molestaría con él, pero ese sentimiento estaba empezando a cambiar, ¿Qué estaba pasando?, sin más que pensar Valerie se adentró en el tráfico con aquel auto robado, dejando atrás esos pensamientos que la perturbaban.

Era una mañana oscura, una brisa tétrica acariciaba la cara del detective Abernathy, observaba la tumba en donde estaba enterrado su hermano, al lado la de su sobrina y la que le seguía a esta era la que más le partía el corazón, su hijo Freddy, que había muerto con tan solo diez años, en casa de su tío hacía ya tres meses atrás, nunca olvidaría el día en el que iba a casa de John, su hermano mayor el cual vivía en una granja apartada de la cuidad, luego de horas y horas de insistencia Joseph Abernathy le había concedido el permiso de quedarse una semana en la granja de su tío, cosa de la cual se arrepentía en estos momentos, el día que fue a buscarlo no escucho ruido alguno, lo cual le pareció extraño ya que la mayoría del tiempo Freddy y su prima Sophia estaban afuera jugando con los animales, cerró la puerta de su camioneta y camino directo a la casa, con una preocupación en su mente y un mal presentimiento, tocó la puerta dos veces, y no hubo respuesta, volvió a tocar, pero nadie salió a responder. Cálmate Joseph, solo salieron a comprar algo, si, por eso no te abren la puerta, intento convencerse, vio por la ventana y noto algo extraño en lo que había al final, la escopeta de su hermano estaba tirada en el piso, pero sin rastros de él.

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