3 de Mayo, 2003

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Había llegado el día, era ahora o nunca, se decía una y otra vez Theo mientras caminaba en círculos esperando a que Sophie saliese de clase.

Theo estaba decidido, le diría lo que sentía. Después de hablar con Josh y Tom por más de cuatro horas sobre el tema, llegó a la conclusión de que tenía que decirle de una vez por todas lo mucho que la amaba desde que eran niños.

Josh le dijo que tenía que apresurarse a decirle lo que sentía o alguien más podría adelantársele y eso sería demasiado doloroso para él.

Sophie había salido con un chico hace un año y aunque no llegaron nada serio, fue lo suficientemente incómodo como para que él quisiera arrancar su propio cabello cada vez que los veía juntos. Estaba celoso y necesitaba dejar de sentir ese horrible sentimiento cada vez que la veía con un chico que él sabía a la perfección no era de su círculo de amistades.

El timbre sonó, y las personas comenzaban a salir al pasillo a paso calmado.

Theo estaba nervioso, muy nervioso y la manera en la que enrollaba y desenrollaba su corbata lo delataba a kilómetros. Tuvo que quitarse el saco porque comenzó a sentir que se desmayaría si el tiempo no comenzaba a avanzar, hasta que la vio.

Sophie estaba saliendo de una de sus clases, con varios libros en sus manos. Ella siempre odió la falda de cuadros rojo arándano que debía usar como uniforme prácticamente desde que estaba en el jardín de niños, pero a Theo siempre le fascinó verla con ella y la manera en la que reñía diciendo lo mucho que detestaba ponerse eso.

Cuando la vio acercarse, se apresuró a abordarla en medio del pasillo.

—Debo hablar contigo, es urgente —ella le sonrío asintiendo, y le pido que la acompañase hasta su casillero que no estaba muy lejos.

Ambos iban caminando de manera calmada y una vez estuvieron frente al casillero de la rubia, el corazón de Theo comenzó a acelerarse mucho más.

Había llegado la hora.

— ¿Qué me querías decir? —preguntó Sophie cerrando su casillero y colocando su espalda en la puerta.

—Bueno... yo... —estaba comenzando a bloquearse. Theo respiró a como pudo, pero era inevitable, sus mejillas y orejas estaban comenzando a tornarse demasiado rojas, era algo fuera de lo común porque ni siquiera había comenzado a hablar.

— ¿Qué te pasa? ¿Por qué te sonrojas? —Sophie conocía a su mejor amigo, sabía que algo lo estaba mortificando — ¡Theo, dime!

—Te amo —soltó Theo de pronto sin siquiera darse cuenta de lo que estaba haciendo.

Los ojos de Sophie estaban tan abiertos que incluso pensó que se saldrían de sus órbitas. Las palabras que tanto se había guardado para ella misma, finalmente él las estaba pronunciando. La amaba... ¡Theo la amaba!

Su corazón comenzó a palpitar descabelladamente, incluso en sus oídos podía sentir el retumbo.

Sus palabras la hacían feliz, sumamente feliz, pero al mismo tiempo la aterraban. ¿Lo decía en serio? ¿Eran sus palabras completamente honestas?

—Theo...

—Te amo desde que tengo uso de razón, incluso estoy seguro de que lo hacía desde la primera vez que te vi, mi corazón lo sabía de alguna forma, que tú eras la indicada. Siempre lo has sido —dijo Theo acercándose para que solo ella pudiese escucharlo —. Te amo no solo porque te conozco desde siempre, sino porque eras la única persona que me conoce realmente. Conoces las mejores y peores cosas de mi, siempre guardas mis secretos y eres la primera en enterarte de todo. Nunca pensé que una chica podría afectarme tanto pero tu lo haces, te has apoderado de mi corazón y es tuyo, siempre a sido tuyo.

Theo se mantuvo en silencio esperando alguna respuesta de parte de Sophie, pero ella también estaba demasiado sorprendida como para decir palabra alguna.

Quería saltar a sus brazos y besarlo. Era uno de sus sueños más secretos y anhelados. Besar a Theo a estado en su lista de "cosas que hacer antes de los dieciocho" desde que la escribió a los diez años, eso, y algunas cosas más que absolutamente nadie podía saber.

Quería gritarle lo mucho que ella lo amaba también, pero por alguna razón sitio miedo y su garganta permaneció cerrada.

— ¡Sophie! —gritó un chico detrás de ella. James Sandberg, atleta, idiota y suertudo. Esas eran las palabras que Theo usaba para describirlo todo el tiempo —Voy a ir a comer algo a la cafetería de la esquina, ¿vienes conmigo? —le preguntó a Sophie sin siquiera percatarse que se encontraba con Theo, en realidad, ni siquiera le prestó atención a él, solo tomó a Sophie y la abrazó por los hombros, sin siquiera esperar una respuesta por parte de ella.

Theo estaba estupefacto. Literalmente, el tipo apareció de la nada y se llevó a Sophie como si lo que le hubiese dicho fuera el menú de la cafetería y no todo lo que guardaba su corazón.

Sophie estaba aun en un estado de shock extraño en el que no supo que hacer. Quería quedarse con Theo, por supuesto, pero al mismo tiempo, James la tenía acorralada y algo en ella no le permitió decir que no a su oferta...

Sophie no dijo absolutamente nada, solo se fue con el brazo de James apretándole los hombros y un sentimiento de culpa insoportable. Por otro lado, Theo sintió como su corazón se partía dolorosamente en pedazos minúsculos. Tomó su mochila fuertemente y salió de ahí sin decir nada. No llamó a nadie, y comenzó su camino hasta su casa a un paso apresurado mientras luchaba por retener las lágrimas que estaban a punto de salir de sus ojos.

A como pudo, logró llegar hasta su casa en donde los oficiales de seguridad le preguntaron si algo le había ocurrido. No era normal que él o su hermana llegasen por su cuenta de la escuela. Herbert siempre iba por ellos, y por Sophie.

Pensar en ella solo le destrozaba un poco más el alma. Lo había rechazado, ni siquiera le dijo una sola palabra, solo se fue con el idiota de Sandberg y lo dejó ahí con las palabras en la boca.

Theo corrió hasta el lago y se sentó a la orilla de este en donde finalmente liberó su frustración y lloró como no lo había hecho en mucho tiempo. 

Sophie, Schlesinger ExtrasWhere stories live. Discover now