Desperate Souls

Prólogo

La voz de los narradores del partido sonaba en el televisor de la cafetería, Pablo Smith que se encontraba tomando un café exprés en una de las mesas redondas intentaba buscar ideas para la conversación que tendría unos minutos después. Recordó su época en secundaria en donde el primer día que estuvo en el grupo de debate termino palideciendo y sudando como si estuviese adentro de un sauna, recordaba a Jaden Anderson riendo hasta las lágrimas, a Susan Jonhson con su cara de lastima y aquellos ojos celestes que lo veían compadeciéndose, al fin y al cabo, solo tenía catorce años y la secundaria no fue un paraíso exactamente. La campanilla de la puerta lo saco de sus pensamientos, el tirin-tirin sonó luego de que la puerta de cristal se abriera y por ella entrara Arthur Jones con su cabello plateado y esos ojos grises que te veían como si supiesen todos tus secretos, aquellos rasgos fáciles definidos y una sonrisa que te hacía temblar de lo tétrica que era, muchas mujeres lo voltearon a ver, unas murmuraban y quedaban fascinadas con la belleza de Arthur. Si tan solo lo conocieran. Pensó Pablo para sus adentros, levanto la mano para que él lo pudiera ver, Arthur volteo la mirada lo vio y sonrió, un escalofrió recorrió su espalda, uno que no había sentido desde aquel día que fue la burla de su colegio al quedarse congelado en una competencia de debate. Algo saldrá mal. Se dijo, muy pocas veces sentía esa sensación. Caminó directo a la mesa, llego tendió su mano y la estrecharon, tenía la mano fría, ahora que caía en cuenta Arthur siempre estaba frio.

— Y bien—Pregunto Arthur—cuál es el motivo de esta apresurada reunión.

Le hablaba con un tono seguro, llevaba puesto unos jeans, una camisa de botones de color azul eléctrico y unas botas completamente negras. Su cabello peinado hacia el lado derecho de su cara le llegaba casi a los ojos, siempre lucia elegante.

—Arthur, es momento de hablar, creo que ya nos estamos metiendo con cosas más grandes que nosotros... y lo sabes—responde Pablo—

— Antes de que te responda, quiero que tú me digas algo. ¿Dónde están los demás?, dijiste que era un reunión de grupo.

—No vendrán—mintió—todos estaban ocupados.

—Pablo, pablo... ¿sabes que la cosa que más me pone de mal humor es que me mientan?

—Yo... no se dé que hablas, ellos... me dijeron que no podían venir... de verdad que los invite a todos para poder hablar de... esto bien...—ahí estaba, ese miedo de hablar, el miedo recorría su cuerpo como una serpiente que se arrastra por tu espalda para luego morderte—creo que no soy el único al... al que le están pasando estas cos...
—No me mientas maldita sea—coloco sus dos manos en el mesa y se le acerco amenazante—¿te costaba decirme que querías hablar conmigo?, sí ya sé que soy guapo y tu... bueno siempre supe que eras un marica closetero, pero no campeón no bateo para tu equipo, ahora si me disculpas...

Se levantó de su silla pero antes de que se marchara Pablo lo tomo con fuerza con la muñeca, ya no disfrazaría las cosas, era momento de hablar con claridad.

—Escúchame maldito engreído, me han estado pasando cosas que van fuera de lo normal, mi maldito auto se encendió solo y trato de aplastarme las piernas, tome un baño y al salir la casa olía a gas, ¿y adivina que era?, mi maldita cocina tenía todas las hornillas abiertas y mi casa iba a explotar si el encendedor hubiese funcionado para yo poder encender mi cigarro. No estoy delirando y estoy más que seguro que todo esto es por tu secta de mierda, me arrepiento de haber entrado ahí, pero ahora solo te pido una cosa, arregla este maldito desastre.

Hasta él mismo se sorprendió por el tono amenazante en que hablo, Pablo se describía a sí mismo como una persona tranquila y pacifista, pero ese ataque de ira lo cegó por completo, en la cara de Arthur también había un asombro incomparable, quedo con la boca abierta y los ojos veían a Pablo amenazantes. Arthur saco su brazo de la mano de Pablo y se volvió a sentar lentamente. Lo tenía, ya había captado su atención