—Tú y tus decisiones, Venus.

—Sabes que pueden venir a visitarme cuando quieran, el departamento está muy cerca de la playa, así qué, de vez en cuando bien pueden darse una escapadita a donde estaré viviendo.

—Lo sé, preciosa, pero hasta que tu papá no salga de vacaciones o no decida cuándo querrá tomárselas, no te avisaré.

—De acuerdo, mamá —le dijo dándole un beso en su mejilla, y ella le dio otro beso.

Venus, había llegado a La Iglesia cuando su jefe dio el sí y todo su mundo se vino abajo, se le llenaron los ojos de lágrimas, y se le cayeron un par. Cuando la ceremonia nupcial terminó, los novios caminaron por la alfombra roja hacia la salida de La Iglesia, Begoña se veía perfecta, y la palabra perfecta le quedaba demasiado chica para su personalidad, y su carácter. Estaba mucho más que sonriente, contenta y feliz por demás, en cambio Caden, se veía como el perfecto y atractivo muñeco de la torta de bodas, pero su rostro y sobre todo sus ojos azul verdoso, estaban apagados, sin brillo y a la joven le sorprendió verlo de aquella manera.

Él, giró su cabeza, y allí la vio, ataviada en aquel vestido dorado y ajustado a su cuerpo. Y ella en silencio pronunció un Felicidades jefe, con su mejor sonrisa falsa, y él le dijo muchas gracias en silencio también.

Para ser sincera consigo misma, no pudo quedarse en la fiesta de casamiento. Pero cuando saludó y felicitó a Jules, ella le pidió por favor que se quedara, que lo haga por su hijo. Y la joven no pudo negarse.

Después de unas cuatro horas y algo más, decidió irse de la fiesta. Y sin despedirse de él, salió del salón, escabulléndose entre la multitud de invitados.

El domingo, la muchacha preparó todas sus cosas para empaquetarlas en cajas y llevarlas al departamento donde se quedaría mientras durara la carrera de decoración de interiores.

Todas aquellas cajas las mandó a través de un camión de mudanzas hacia el departamento que había alquilado por adelantado en Newport.

Y el lunes mismo de aquella semana, le entregó la carta de renuncia a la madre de su jefe.

—Buenos días, Jules, perdóname la indiscreción de haber venido hasta tu casa, pero me gustaría que le entregaras éste sobre a tu hijo.

—Buenos días, Venus, ¿no se supone que debes de estar en el estudio?

—Sí, se supone, pero no iré.

—¿Por qué no?

—El sobre contiene dentro, mi carta de renuncia, y otra nota para él también.

—¿Por qué?

—Quiero seguir una carrera que no está en ésta ciudad, decoración de interiores, y me voy a vivir a otra ciudad por el tiempo que dure la carrera.

—Esa carrera sabes perfectamente que está aquí también en Kansas.

—Tú me entiendes, Jules y sabes bien porqué me voy de aquí.

—Lo sé, pero creo que estás cometiendo un tremendo error, cariño.

—No sé eso, pero no puedo quedarme en el mismo lugar que él, me mata verlo, y solo quiero que le entregues el sobre cuando lo veas, por favor.

—Sí, lo haré, Venus, no te preocupes por eso, ojala y espero volverte a ver muy pronto, niña.

—Gracias, lo mismo digo, espero verte pronto, pues bien, creo que ya es hora de irme, mi vuelo sale dentro de una hora y media, y he salido de casa atrasada, hasta muy pronto —le dijo, abrazándola fuertemente contra ella.

La Secretaria ©Where stories live. Discover now