A la espera

2.7K 166 8
                                    

Me desperté confusa. Mis pensamientos eran inconexos y se perdían en sueños y pesadillas. Me llevó más tiempo de lo habitual darme cuenta de dónde me hallaba. La habitación era demasiado impersonal para pertenecer a ningún otro sitio que no fuera un hotel.

Intenté recordar cómo había llegado allí, sin conseguirlo al principio. Luego, me acordé del elegante coche negro con los cristales de las ventanillas aún más oscuros que los de las limusinas. Apenas si se oyó el motor, a pesar de que durante la noche habíamos corrido al doble del límite de la velocidad permitida por la autovía.

También recordaba a Alice, sentada junto a mí en el asiento trasero de cuero negro. En algún momento de la larga noche reposé la cabeza sobre su cuello de granito. Mi cercanía no pareció alterarla en absoluto y su piel dura y fría me resultó extrañamente cómoda.

La parte delantera de su fina camiseta de algodón estaba fría y húmeda a causa de las lágrimas vertidas hasta que mis ojos, rojos e hinchados, se quedaron secos. Me había desvelado y permanecí con los doloridos ojos abiertos, incluso cuando la noche terminó al fin y amaneció detrás de un pico de escasa altura en algún lugar de California. Haces de luz gris poblaron el cielo despejado, hiriéndome en los ojos, pero no podía cerrarlos, ya que en cuanto lo hacía, se me aparecían las imágenes demasiado vividas, como diapositivas proyectadas desde detrás de los párpados; y eso me resultaba insoportable.

La expresión desolada de papá, la confusión de Bella, el brutal rugido de Edward al exhibir los dientes, el experto escrutinio del rastreador, la mirada apagada de los ojos de Edward después de besarme por última vez.

No soportaba esos recuerdos, por lo que luché contra la fatiga mientras el sol se alzaba en el horizonte. Me mantenía despierta cuando atravesamos un ancho paso montañoso y el astro rey, ahora a nuestras espaldas, se reflejó en los techos de teja del Valle del Sol.

Ya no me quedaba la suficiente sensibilidad para sorprenderme de que hubiéramos efectuado un viaje de tres días en uno solo. Miré inexpresivamente la llanura amplia y plana que se extendía ante mí.

Phoenix, las palmeras, los arbustos de creosota, las líneas caprichosas de las autopistas que se entrecruzaban, las franjas verdes de los campos de golf y los manchones turquesas de las piscinas, todo cubierto por una fina capa de polución que envolvía las sierras chatas y rocosas, sin la altura suficiente para llamarlas montañas.

Las sombras de las palmeras se inclinaban sobre la autopista interestatal, definidas y claramente delineadas, aunque menos intensas de lo habitual. Nada podía esconderse en esas sombras. La calzada, brillante y sin tráfico, incluso parecía agradable. Pero no sentí ningún alivio, ninguna sensación de bienvenida.

- ¿Cuál es el camino al aeropuerto, Beka? -preguntó Jasper y se sobresaltó, aunque su voz era bastante suave y tranquilizadora.

Fue el primer sonido, aparte del ronroneo del coche, que rompió el largo silencio de la noche.

-No te salgas de la I-10 -contesté automáticamente- pasaremos justo al lado.

El no haber podido dormir me nublaba la mente y me costaba pensar.

- ¿Vamos a volar a algún sitio? -le pregunté a Alice.

-No, pero es mejor estar cerca, sólo por si acaso- dijo.

Después vino a mi memoria el comienzo de la curva alrededor del Sky Harbor International, pero en mi recuerdo no llegué a terminarla.

Supongo que debió de ser entonces cuando me dormí. Aunque ahora que recuperaba los recuerdos tenía la vaga impresión de haber salido del coche cuando el sol acababa de ocultarse en el horizonte, con un brazo sobre los hombros de Alice y el suyo firme alrededor de mi cintura, sujetándome mientras yo tropezaba en mí caminar bajo las sombras cálidas y secas.

Mi sol a media noche. (Edward y oc)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora