IV

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-¿Qué pasó?- preguntó Paula con curiosidad, sentándose en el pasto

-nada, solo que…. Creí ver a alguien, pero no importa- dije sin mirar a nadie en específico. -voy al baño y vuelvo-. Agregué para no dar tiempo a que me preguntaran por algo que ni yo mismo estaba seguro.

Comencé a caminar. Noté en la cara de mis amigas lo confusas que habían quedado con mí actuar, pero más confundido quedé yo con la actitud de ese niño. No lo había visto en lo poco que llevaba en la universidad, pero me miraba como si me conociera de hace mucho tiempo, sin embargo, algo en mi cabeza hizo conexión, como diciendo a gritos que ya lo conocía, pero que lo había olvidado.

“Es como tener una laguna mental” dijo una parte de mi cerebro.

Llegué al sector donde estaban los baños y entré a un cubículo cerrando la puerta de este. Noté que alguien más entró al baño. Luego de un momento, salí del cubículo y me encontré con un niño que se miraba en el espejo que se encontraba arriba de los lavabos. Me miró a través del reflejo mientras se enjuagaba el jabón de las manos. Yo lo miré y desvié la mirada; no sabía quién era y tampoco me importaba saber.

Lavé mis manos cuidadosamente y mientras me terminaba de enjuagar, el niño salió del baño. No era por ser paranoico, pero intentaba entrar al baño cuando no hubiera nadie. Siempre había sido así, ya que le tengo un rechazo a los lugares cerrados con mucha gente, en especial al baño. Giré la llave del lavamanos para cortar el agua, sacudí lo poco de agua de mis manos y salí.

-¡auch!- dije de inmediato. Cuando recuperé el equilibrio me lo encontré. Había chocado a la salida del baño con él. Era él. El niño que me había quedado mirando mientras me tomaban la fotografía.

-disculpa- dijo mirándome y tomando mis hombros en señal de preocupación. Sus ojos eran grandes y redondos, de un color avellana intenso. Brillaban mucho. Tenía una sonrisa torcida y un aroma cítrico. Era muy lindo.

-no te preocupes es mi culpa- dije lo más tranquilo que pude mientras él me soltaba. Mi corazón latía a mil por hora. Sonrió y mostró unos dientes blancos y alineados. Entró al baño dejándome con un torbellino de pensamientos en mi mente. Caminé para encontrarme con mis amigas.

-¡hey!- dijo alguien a mi espalda. Me volví con preocupación y curiosidad. Trotó un poco hacia mí y me quedó mirando. Él.

–Mi nombre es Matías- dijo con una voz suave, disminuyendo por completo el sonido ambiental, para que mi cerebro procesara sin ningún problema que un niño muy lindo me había dicho su nombre de la nada.

-soy Christopher- dije tranquilo. Sentí como el rubor aparecía en mi cara. Matías asintió con un movimiento de su cabeza y sonrió de nuevo.

-un gusto verte Chris- dijo mientras volvía al baño con paso seguro.

Yo simplemente sonreí como un idiota y seguí mi camino hacia mis amigas.

-Matías- susurré en voz baja mirando el piso. Levanté la vista y el mundo me pareció un lugar mejor.

Guarda mi secretoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora