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El sol brillaba en el exterior y yo no me quería levantar. Era día Domingo por lo que no tenía muchas cosas que hacer y ya me había preocupado de dejar todo en orden el día anterior. Ya había cumplido un mes en la universidad; era mi primer año y había logrado entrar fácilmente a la carrera de mis sueños. Ya tenía un grupo de amigos dentro del curso y podría asegurar que casi me sentía completamente ambientado. Muchas personas me dijeron que al entrar a la universidad tendría que adaptarme a un ambiente completamente nuevo, y en efecto, así fue, pero puedo asegurar que fue un cambio para bien. Me sentía completamente libre y capaz de ser yo mismo.

Me incorporé lentamente en la cama y me quedé mirando la repisa con libros que tenía en la muralla en frente de mí. El color azul de las paredes hacía que todo brillara un poco más de lo normal, dándole un efecto mágico a la habitación. Fui al baño para asearme. Me vestí y bajé al primer piso para desayunar, donde mi Nani ya tenía la mesa llena de cosas deliciosas para comer.

Nani le decía a mi abuela por parte mamá. Había crecido con ella ya que al no tener padre, mi mamá era la que tenía que encargarse de la casa y trabajar. Mi familia se componía por mi mamá, mi Nani y yo y podía decir que tenía todo lo que un niño hubiese querido.

-¿Cómo estás cielo?- me preguntó con una enorme sonrisa en su cara al verme. Tenía los ojos de un color verde intenso y las arrugas en su rostro mostraban que el tiempo no pasaba en vano.

-con hambre- contesté siendo sincero y sonriendo al mismo tiempo. Me senté cerca de la mesa de la cocina y hábilmente mi Nani puso una taza con café delante de mí, con la temperatura adecuada, el dulzor adecuado y el color perfecto.

-¿Qué quieres comer hoy Chris?- me preguntó curiosa. Nani era mi todo. Consejera, amiga, hermana, mamá, cocinera, profesora, costurera, enfermera etcétera. No podía imaginarme una vida sin ella, me llevaba mejor con ella que con mi mamá y habíamos desarrollado un lenguaje propio de miradas cuando queríamos contarnos cosas privadas delante de mi madre.

-sorpréndeme- dije guiñándole un ojo.

Debía admitir que desde que era pequeño tuve todo lo que podía haber deseado. Juguetes, ropa, libros, amigos, buenas calificaciones y buen comportamiento. Los profesores siempre decían que yo era el estudiante ejemplar, que todos deberían ser como yo y que ojalá no cambiara nunca. Pero siendo justo con la verdad, yo no era buen estudiante porque lo quisiera ser. Yo era “perfecto” porque mi mamá me obligaba a serlo. No puedo quejarme en torno a la enseñanza que ella me dio, pero fue siempre muy estricta, recalcando lo que era bueno, lo que era malo, lo que me beneficiaba y lo que tenía que olvidar.

Cuando yo tenía 15 años, las amigas de mi mamá comenzaron a hacer las preguntas típicas: “¿Y Christopher cuando va a tener novia?”. La respuesta de mamá era siempre la misma:

-Chris está demasiado ocupado en sus estudios, más adelante tendrá una novia-. Y ponía una hermosa sonrisa (falsa) en su rostro. Ella quería que yo me quedara soltero, para que pudiera encargarme de ella cuando envejeciera.

A pesar de eso, yo nunca me había planteado la idea de tener una pareja. Siempre veía como mis compañeros se besuqueaban con mis compañeras y eso para mí no era bonito, incluso me daba asco ver como intercambiaban saliva entre ellos sin escrúpulos. Sin embargo, me preocupaba ver que las niñas no “causaran” nada en mí, ni cosquillas, ni ganas de abrazarlas ni mucho menos ganas de besarlas. =no has encontrado a la correcta= me decía mentalmente, y con ese pensamiento pude acabar la primaria y llegar a la mitad de la secundaria.

Pero solo hasta la mitad de la secundaria, porque ahí fue cuando descubrí la verdad. Siempre recordaré que uno de mis compañeros de curso era muy amistoso conmigo y también era muy guapo y atractivo. Ese fue el primer síntoma de que algo era distinto en mí. Luego, hubo un momento en que él me abrazó (obviamente sin malas intenciones) y TODO mi interior se removió. Sentí cosas que no había sentido nunca, cosas que me dejaron paralizado. Sentir el olor de su perfume, la forma de sus brazos, la fuerza con que me abrazaba… si pudiera haberme quedado ahí el resto de mi vida lo hubiese hecho sin dudarlo. Pero eso no era normal dentro de mis parámetros mentales. Mi madre siempre me había explicado que un hombre se debía casar con una mujer porque es lo correcto y porque así debía ser; nunca le rebatí ya que en mi entorno todos los hombres tenían parejas mujeres, así que lo asimilé como la única forma de demostrar amor…

¿Qué podía hacer cuando un niño me atraía de la forma en la que debían atraerme las niñas?

Odiaba a mi mamá tanto como la quería. Nunca tuve posibilidad de cometer un error, nunca pude ser un niño normal como mis compañeros, ya que los buenos niños no juegan con tierra, los niños buenos no gritan ni se ríen a carcajadas, los niños buenos no van a fiestas y obviamente, los niños buenos obedecen a todo lo que sus madres les dicen. A pesar de todo, quería mucho a mi mamá, tanto como para esconderme a mí mismo y no decepcionarla.

Porque un niño bueno… un niño bueno no es gay

Guarda mi secretoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora