Capítulo 2 : "Los chicos de la ciudad"

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Me tapé las orejas con la almohada, no tenía idea de qué hora era

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Me tapé las orejas con la almohada, no tenía idea de qué hora era. Solo oí como un gallo cantaba, ¿acaso podía haber gallos en un lugar como ese? Me senté en la cama y revisé la hora. No lo podía creer. Eran las siete de la mañana, maldito gallo.

Traté de volver a dormir, pero se me hizo difícil, no podía hacerlo, si me dormía lo más probable es que me despertaría hasta la tarde, no quería quedar mal frente a mis abuelos.

Muy a mi pesar, decidí levantarme y darme una ducha caliente, prepararme y bajar a ver si había alguien en pie. Dentro de casa no se sentía frío, pero a través de las ventanas podía ver lo congelado que estaba todo.

Cuando terminé me dirigí a la cocina, al entrar saludé a mis abuelos, percatándome a último momento que el chico de ayer estaba allí.

—Hola, Aaron.

Él levantó la mano.

—Cariño, pensé que seguías dormida, por favor siéntate. —dijo la abuela apuntando al asiento al lado del muchacho.

Aaron abrió la silla por mí y me ofreció un plato y una taza, le sonreí en agradecimiento.

—Madrugaste. —interrumpió mi abuelo.

—El gallo me despertó. —aclaré resignada.

—Oh, Ludovico te despertó. —afirmó mi abuela poniendo un cuenco con lo que parecía carne y pan recién horneado. Me sorprendí de que ese gallo tuviera nombre.

—Ludovico se está ganando un espacio en mi estómago como sopa. —bromeé haciéndolos reír. Mi abuela se sentó y negó con la cabeza.

—Es un gallo inteligente, ya verás, te encariñarás con él —lo dudaba, pero no la contradije —. ¿Ya se conocen? —nos preguntó a Aaron y a mí.

—Conversamos un poco ayer. — respondí tratando de no quemarme las manos con el pan.

—Eso es bueno, Aaron, lindo, ¿por qué no invitas a mi nieta a conocer la ciudad?

—Claro no hay problema, señora Marshall, con gusto lo haré. —respondió con una gran sonrisa. Quería reírme porque lo encontré tan sexy que me estaba avergonzando a mí misma. No dije nada, solo desvié mi atención a la comida.

—¿Te parece bien, cariño?

—Sí, muero por conocer el lugar, tengo muchas preguntas, como, por ejemplo, qué es eso. —apunté a lo que parecía un budín de carne.

—Es mejor que no sepas—contestó Aaron, mi abuela iba a responder, pero él le negó con la cabeza—. Pero pruébalo, es rico. —me desafió, esperando algo.

¿Qué creía? ¿Qué me daría asco? El aspecto en verdad no apetecía, pero nunca fui de las que rechazara algo para comer. Tomé un trozo de pan y lo embetuné con la pasta, o como se llame y la probé, me sorprendí, en verdad estaba deliciosa.

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