Capítulo 35 | Cena familiar

894K 63.1K 141K
                                    

Acurrucada bajo las sábanas de mi cama, abracé con fuerza una de las almohadas mientras un mar de lágrimas tibias me humedecían las mejillas. Me sentía fatal por haberle hablado de aquella manera a mi padre; en especial, por haberle dicho que hubiese deseado que él y mi madre murieran en vez de mi abuela. Extrañaba demasiado a mi abuela, sí. Pero ellos eran mis padres y, pese a su ausencia, seguía amándolos muchísimo.

Mi corazón dio un brinco cuando escuché suaves golpecitos en la puerta de mi habitación. Había visto lo que sucedía después de una discusión entre padres e hijos en un montón de películas para adolescentes. Por lo general, el padre o la madre se presentaba en la habitación del hijo ya sea para tener una larga charla, aclarar cualquier clase de problema o malentendido y luego pedirse disculpas, concluyendo las cosas con un abrazo.

—Señorita Russell, soy yo —anunció la voz de mujer desde el otro lado.

Experimenté una punzada de decepción en el pecho. Se trataba de Francis, no de mi padre.

—¿Qué sucede?

—¿Puedo hablar con usted un minuto?

Desconcertada y sin dejar de abrazar la almohada, me incorporé de un tirón sobre la cama. ¿De qué querría hablar Francis conmigo? ¿La habría mandado mi padre? Pero, ¿por qué enviaría a su asistente en vez de venir él?

—Está abierto, pasa —le dije, secándome las lágrimas con el dorso de la mano.

Francis abrió la puerta y entró. Llevaba el cabello color caramelo recogido en una elegante coleta a la altura de la coronilla, y vestía una camisa de seda blanca junto con unos pantalones de vestir negros. Se veía realmente espectacular. Sin embargo, lo que más me sorprendió fue no verla con su iPad del trabajo pegada en las manos.

—¿Puedo sentarme? —preguntó, acercándose. Asentí con la cabeza y me hice a un lado para dejarle algo de espacio. Ella se sentó en la orilla de mi cama y me observó con sus ojos oscuros—. Escuche, señorita Russell...

—Por favor, Francis, háblame de tú.

En sus labios floreció suavemente una sonrisa.

—Escucha, Ellie, quizás no me creas, pero yo también sé lo que es crecer con padres ausentes —declaró, su tono me hizo saber que hablaba en serio—. Cuando tenía tu edad, mis padres apenas tenían tiempo para mí. Tenían que pagar muchas facturas, mis estudios y también la renta del pequeño departamento en el que vivíamos. Recuerdo que mi madre llegó a tener hasta cuatro trabajos de medio tiempo mientras que mi padre laboraba por más de doce horas en una fábrica de automóviles. Tuve que aprender a hacer todo yo misma, desde cocinar y lavar la ropa hasta decidir sucesos importantes en mi vida sin la compañía ni la orientación de un adulto.

Hizo una pausa para poner una de sus manos sobre las mías.

—No conozco mucho a tu madre, pero sé que su trabajo requiere que ella esté siempre de viaje por el mundo. Lo mismo pasa con tu padre. Durante los tres años que llevo trabajando para él, me he dado cuenta de que es un hombre que se entrega totalmente a su trabajo. Nunca tiene tiempo para nada más. A pesar de ello, que tus padres no tengan tiempo para ti no significa que no les importes. Ellos te aman, lo sé. Te aman mucho.

Apreté los labios y agaché la cabeza, ocultando mis ojos llorosos detrás de mis espesas pestañas.

—Si lo que dices es cierto, ¿por qué jamás he sentido ni un ápice de ese amor que me tienen? —repuse con un hilo de voz, haciendo un esfuerzo por contener las lágrimas—. No soy tonta, Francis. Sé que si mis padres quisieran, podrían encontrar tiempo para estar conmigo. —Tragué saliva—. No quiero ser grosera ni mucho menos sonar arrogante, pero nuestras situaciones son muy diferentes. Tus padres trabajaban porque necesitaban hacerlo para pagar sus facturas, tu escuela y la renta; querían darte una mejor vida. Los míos en cambio, utilizan sus trabajos como una excusa para no verme porque no quieren estar bajo el mismo techo. Ellos no... ellos no se soportan...

Fingiendo Amor  © Nueva Versión +18 (Borrador)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora