TRES

300 50 6
                                    

CAPITULO III :  El escape de Lennox.


«La observaba y no poder hacer nada por ella, me dolia»

Cuando la multitud se adentró a la gran biblioteca, el muchacho partió hacia el lado izquierdo del pasillo, bajando por una escalerilla que formaba parte de una torre lateral del palacio y se adentró en una puerta oculta, cuyo escondrijo se lo había enseñado hace algún tiempo el propio Rey Jaha; era pequeño pero generoso, no poseía mueble alguno, solo un espejo y una silla de oro y tapiz de alguna tela costosa que el joven desconocía.

Cuando Jaha se lo había mostrado, él apenas era un niño, era un día nublado y zanganeaba por el gran patio, justo en el cristalino lago, aquel era un privilegio que solo los de la realeza se permitían pero en la ingenuidad del niño y su tosquedad, se disponía a disfrutar de aquella charca límpida y trepar árboles, era un jovencito vivaracho, lleno de imaginación.

Vislumbraba que al lanzarse de aquel árbol, unas alas formidables harían presencia en su espalda para poder realizar un aterrizaje perfecto, pero a cambio obtuvo un tajo en su rodilla y su peculiar sangre bañó la misma. 

Como si estuviera escoltado, como si de un acto reflejo se intimase, el Rey Jaha se acercó de manera apresurada al rubio y arrancó un trozo de su traje, su costosa capa bordada por las manos de treinta mujeres y veinte hombres fenomenales, merecedores del trabajo.

– Debes poner más atención la próxima vez -El niño observó con atención como aquellas manos pulcras le rodeaban su rodilla, colocando metódica y esmeradamente aquel trozo de su capa bordo.

– Usted siempre me atiende, su majestad -El Rey sonrió con amargura, no se atrevía a mirar al niño a los ojos –. Es como si fuese un padre.

– Siempre quiero cuidar a quienes demanden ser atendidos y tu, debes hacer lo mismo -El niño sonrió, sintió que alguien tan significativo como el venerado Rey, necesitaba confiar en él, entonces, se sintió valiente.

– ¿Eso hacen los reyes?, ¿Cuidar a su gente? 

Jaha sabía que aquello era demasiado simplista, pero como podría explicarle a un niño que un Rey... hacia todo lo contrario. – Eso hacemos... los reyes.

El muchachito rubio suspiró fuerte, pensativo, como si estuviese tomando una decisión, cuando en realidad, ya sabía lo que contestaría.

– Entonces lo haré, se lo prometo, su majestad -Jaha se enalteció y acomodó su capa a sus espaldas.

– Pero, antes de cuidar al pueblo, debes aprender a cuidarte a ti mismo y esto... -Señaló a su pequeña rodilla vendada – es algo que no puede volver a suceder. 

– Lo prometo, majestad, nunca volverá a ocurrir -El rubio se levantó y clavó su mirada brillante, en la del Rey.

– Bien, ahora que puedo confiar en ti... ¿Quieres que te enseñe, el secreto para poder proteger a los demás? -El niño asintió apurado.

– Entonces, sígueme... esto será un secreto.

– ¿Por qué?

– Solo los valientes conocen esto que estoy a punto de revelarte -El Rey, sonrió y se puso a caminar con el niño pisando sus talones. 

Rey le había ilustrado cada pasadizo secreto en el castillo, nadie más los conocía y eso era un punto a favor para Lennox, quien podía llegar a cualquier parte del castillo en unos segundos, cuando a los demás les tomaría minutos.

Herederos de sangre: La BrechaWhere stories live. Discover now