Capitulo 2

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No podía sacarse la imagen de la mente. _____ Fox, extendida sobre el cemento de su piscina, con los largos y pesados rizos abanicándose alrededor de su cabeza, su voluptuoso cuerpo resbaladizo y caliente y… Él tan exitado.

Se apoderó de él una exitación tal casi haciendo que saliera a buscarla después de entrar en su casa. Infierno, como si pudiera evitarlo. Cuanto más pensaba en ello, más difícil le resultaba. No había estado tan condenadamente caliente por una mujer en años. Desde su primera mujer, de hecho.¿Quién lo hubiera pensado? La tímida señorita _____. Sacudió la cabeza otra vez antes de agarrar una cerveza y salir a la terraza de atrás. La valla de _____ era de más de dos metros de alto y se extendía alrededor del medio acre de tierra por detrás de su casa. Su valla de madera blanca conectaba con la de ella en una esquina y se extendía casi el doble de su área. No tenía piscina, sin embargo. Entornó los ojos en el patio trasero y lo consideró sonriendo y levantando la cerveza a los labios. Acabaría metiéndose en problemas. Nunca sería capaz de mantener a sus amigos lejos de allí. Ya era difícil mantenerlos fuera de su casa. Sonrió y se preguntó si la señorita _____ le dejaría usar su piscina. Tal vez mientras ella se estaba bronceando bajo el caliente sol de Texas. Toda caliente y húmeda… Hizo una mueca al pensar en eso. Dejando los piercings a un lado, y su delicioso y dulce cuerpo, la señorita _____ Fox no se mezclaba con la gente como él. Terminó su cerveza antes de ir al baño a ducharse y cambiarse. Ser propietario de uno de los más duros bares de la zona podía ser arriesgado a veces. Le gustaba estar allí antes de que anocheciera.

Al salir de la casa, cerrando la puerta detrás de él vio el compacto sedán de _____, de aspecto un poco aburrido pararse en su camino de entrada. Sintió el calor lamer en su mirada por un segundo antes de parar el coche y salir del vehículo. Ella mantuvo su cabeza baja. Horan no pudo dejar de mirar cómo iba a la parte trasera del coche y abría el maletero. Sacó, lo que asumió, era una bolsa de comestibles, y se dirigió rápidamente a su casa.

Haciendo caso omiso de él.

- Hola, señorita ______ - Gritó mientras se acercó al porche y se paraba.

Levantó la cabeza, los ojos como platos.

- Ho… Hola - Una pequeña sonrisa, apenas una insinuación, en la comisura de sus labios. Una mueca en sus labios. Le gustaban sus sensuales labios.

Horan cruzó el patio. No había mucha distancia que separara sus casas. Las dos viviendas habían sido construidas por dos hermanas muy unidas. La propiedad se extendía detrás y a los lados de las casas, manteniéndolas cercanas mientras los otros vecinos estaban a distancia. No podía ni siquiera explicarse por qué estaba empujándose a esto, excepto que se había excitado dos veces hoy gracias a ella. Le dirigió una de sus lentas y registradas sonrisas y observó el rubor que llenaba sus mejillas. Ella lo miraba atentamente, sin hacer ningún movimiento para abrir la puerta, sosteniendo las llaves con cuidado en una mano, la bolsa de lona con la otra, como si no lo hubiera conocido durante dos años. Temerosa, haciendo una pausa para tener cuidado. La señorita _____ no era una persona casual en ninguna circunstancia. Sus ojos casi se redujeron. Estaba en una posición cuidadosamente preparada de protección. Preparada para golpear con el bolso. Su cuerpo equilibrado, listo para huir en cualquier momento. Ahora… ¿Por qué demonios tendría la pequeña, malditamente tímida, estar en guardia contra un vecino?

- ¿Puedo ayudarlo, señor Horan? - Preguntó con cuidado mientras se apoyaba contra la pared de su casa.

Dejó que su sonrisa se ensanchara.

- Sí, señorita, seguro que puede - Asintió con la cabeza - Me puede decir por qué una cosa tan bonita como usted está sola en una noche de viernes. Debería haber una ley contra ello.

La Caida de Horan (Niall y tu) -HOT- TERMINADADonde viven las historias. Descúbrelo ahora