Once

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Cuando el sol se alzaba en el cielo, Sasuke seguía perfectamente despierto. Y excitado. Se había pasado las seis últimas horas maldiciéndose a sí mismo por haber incitado a Naruto a hacer algo para lo que mentalmente no había estado preparado.

Nunca en toda su vida se había mostrado tan deseoso de dar placer a un doncel sin recibirlo a su vez. La intensidad con la que había ansiado hacerle gozar se había impuesto a cualquier incomodidad física propia, a cualquier frustración. Saber que quizá había estropeado cualquier posibilidad de acostarse con él le dolía mucho más que su entumecida espalda, después de haber pasado toda la noche sentado y apoyado contra la pared, al pie de la colchoneta. Sí, lo había visto dormir mientras se devanaba los sesos pensando en cómo podría hacerle comprender que no tenía nada de qué avergonzarse. Y sí mucho que descubrir.

Se levantó, recogió las botas y abrió la puerta, cuidadoso de no despertarlo. Se sentó en el primer escalón y se calzó. Todavía era temprano: los obreros no llegarían hasta dentro de una hora. De ahí su sorpresa cuando un pequeño utilitario entró de pronto en el aparcamiento del recinto, levantando grava. Un hombre alto y de pelo rubio bajó del coche. Había algo en su persona que le resultaba familiar, aunque estaba seguro de no haberlo visto nunca antes.

—Buenos días —lo saludó el recién llegado mientras cerraba la puerta del coche—. No esperaba ver a nadie tan pronto, a excepción de mi hijo. Es un madrugador nato.

Su hijo. Así que aquél era el padre de Naru. Sasuke lo odió de inmediato a la vez que se preguntaba qué diablos podía estar haciendo allí.

— ¿Tú trabajas para Naruto?

Cruzó los brazos sobre el pecho, arrepintiéndose de no haber despertado a Naruto para que al menos estuviera preparado para una visita tan sorpresiva.

—Técnicamente es él trabaja para mí. Soy el arquitecto, Sasuke Uchiha.

No le tendió la mano. No tenía ningún deseo de estrechar la mano del hombre que de manera tan evidente había hecho tanto daño a Naru.

— ¿Dónde está? —le preguntó entrecerrando los ojos, con las manos en las caderas.

Antes de que Sasuke pudiera responder, se abrió la puerta del remolque y Naruto apareció en el primer escalón. De repente sus ojos, que habían empezado a escrutar el horizonte, se quedaron helados. Se apartó el pelo de la cara, cuadró los hombros y alzó la barbilla.

—Pasaba por aquí y me dije: voy a ver a mi hijo.

Naruto puso los ojos en blanco y apoyó las manos en las caderas.

—Ya me has visto, pero estoy seguro de que no has venido para saber si estoy bien o no. ¿De cuánto dinero se trata esta vez? ¿Y qué es lo que estás haciendo en Miami?

Sasuke vio que los ojos del hombre se convertían en dos rendijas hostiles.

— ¿No podemos hablar en privado?

Volviéndose hacia Sasuke, Naruto negó con la cabeza.

—Sasuke no se marchará mientras no quiera. Si tú quieres algo de mí, ¿por qué no me lo dices directamente? ¿Cuánto debes esta vez?

—No me hables así, jovencito —dio un paso adelante, con lo que Sasuke se puso inmediatamente en alerta—. Sigo siendo tu padre.

—Tú nunca has sido un padre para mí —le espetó en un tono que Sasuke jamás le había oído antes. Su voz destilaba puro veneno—. Me alegro de que mamá entrara en razón y te abandonara. Aunque evidentemente le dejaste muy poca elección después de haber despilfarrado hasta el último céntimo de su patrimonio.

Sasuke, sexy, rico y solteroWhere stories live. Discover now