2p! Canadá

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[AU; hombres lobo, almas gemelas]

Ya había llegado la primavera, el cielo estaba despejado y el sol era cálido y agradable. Flores de todos colores crecían en el suelo y los árboles estaban más verdes que nunca...

«Nada que venga de esa ciudad es bueno, nunca confíes en ellos, los humanos son capaces de traicionarte apenas le des la espalda» Solía decir su padre.

Pero aún así, no podía evitar escaparse de vez en cuando para acercarse a la humilde cabaña, que por suerte, estaba cerca del bosque. Ni siquiera pensaba en ir y ya sus piernas se dirigían allí, aunque no hacía nada por detenerlas.

Aún recordaba la vez que se animó a buscar a su jodida alma gemela.

*     *    *

No tenía más de 15 años y ya había leído todo acerca del hilo rojo, muy pocas personas lo tenían, o mejor dicho, lo podían ver, por lo que la manada no le creía cuando un muy pequeño Matt afirmaba que tenía uno rodeando su meñique. Al poco tiempo se dio por vencido, pero nunca dejó de investigar.

Pero la curiosidad terminaba devorándolo por las noches, cuando veía aquel hilo suspendido por los aires, preguntándose hasta quién llegaba el otro extremo, si en verdad era una persona destinada a él y tendrían un futuro juntos, aunque le diera náuseas la idea de enamorarse, no le desagradaba del todo.

Un día de luna llena se dejó guiar por el hilo, sus patas enterrándose en la tierra y el frío viento pasando entre su pelaje. De pronto paró con horror. El hilo claramente se dirigía al pueblo, cerró los ojos con pesar. Era humana.

Le habían hablado incontables veces acerca de el egoísmo humano, su odio, su complejo de superioridad y crueldad... Que había terminado creyendo en eso, sin haber conocido a ninguno nunca en su vida. Por eso vivían en el bosque, sólo con gente como ellos u otros seres mágicos incluso.

No ataría su vida a alguien así.

¿Y en qué estaba pensando? Apenas tenía quince años ¡Wacala!

Entonces sintió que se daba por vencido...

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—¡Te odio, ya no tengo hermano! —gritó una niña de unos nueve a un pequeño, probablemente su mellizo.

—¡Y yo para qué querría una hermana tan tonta como tú! —él se fue corriendo, hacia el bosque para ser precisos.

La niña no hizo nada para detenerlo, sólo se cruzó de brazos y miró hacia otro lado, reteniendo las lágrimas. Matt miraba la escena, algo oculto entre los arbustos, sólo se había acercado al pueblo para ver si pasaba algo interesante y se encontraba con eso. Él nunca podría decirle algo así a Allen, no tenían una relación super cercana, pero era su sangre, su familia y soporte, y lo quería, aunque el otro jamás se enteraría. 

—Entonces así son los humanos... —se miró el hilo. Lástima que no podía cortarlo, ya le molestaba tan solo mirarlo.

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Ya casi había anochecido y los rayos dorados pasaban entre las ramas y las hojas verdes de los árboles, después de aquel largo día ya se sentía exhausto, aún sin hacer mucha actividad física, le dolía la cabeza por los sucesos que había vivido. Le habían mandado entregar una carta a otro grupo de hombres lobo que vivían cruzando el lago, y volvió lo más rápido que pudo, a su madre no le gustaba que llegara muy tarde.

Hetalia y TúDonde viven las historias. Descúbrelo ahora