p r ó l o g o

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En un reino muy muy lejano, demasiado lejano como para ver a chicos lindos, se encontraba una princesa encerrada en la torre más alta de aquel castillo, ¿Qué había hecho para merecer aquello esa dulce doncella?

La malvada bruja estaba junto al rey, tomando el té, mientras que la princesa se encontraba recostada sobre su cama ya que no tenía wi-fi, ni amigos, así que le contaba historias a su gato.

Miré a Miri, quién con solo un maullido me hizo sonreír.

— A veces siento que me entiendes.

Me lancé de espaldas en mi cama, dando un largo y pesado suspiro. Estos últimos días mi cabeza había estado hecha un lío, ¿Cómo se suponía que les explicaría a mis padres sobre el proyecto que llevaría a cabo?

De esta no salía viva, lo sabía, pero al menos haría el intento.

— Joven Kinara — escuché junto a dos golpes en mi puerta.

— Adelante — grité de vuelta — Y no me llames "Joven", Anne.

— Lo siento — dijo está con una sonrisa. — La prueba de vestuario es en quince minutos, el ensayo es a las dos y sus padres la quieren ver a las cuatro en el salón.

— ¿Y a qué hora voy a comer? — me quejé.

— Cuatro y treinta — respondió sonriendo.

Ojalá mi vida fuera como las princesas Disney, pero no era para nada parecido, salvo los gigantes e incómodos vestidos. A mis diecinueve años aún esperaba a mi príncipe azul, pero mi poca experiencia con gente de mi edad (e incluso menores), no me facilitaba la tarea.

— Miri, ¿Crees que pueda salir de la isla alguna vez? — pregunté en un suspiro, y ella volvió a maullar. — Tienes razón, ¡debo intentarlo!

Miré la hora en mi celular y ¡diablos! Tenía cinco minutos para cruzar el castillo y llegar a la prueba de vestuario. Corrí por todo el lugar, deslizándome por algunas escaleras para ahorrar tiempo, y ganándome unos sermones exprés por la gente del aseo.

— Voy a cortarle la cabeza a esa chiquilla — escuché decir antes de que lograra entrar al salón.

— ¿Sabes que podrían matarte por intento de asesinato a la realeza? — le pregunté a Gheo, mientras entraba tratando de ocultar mi cansancio.

— Quitaron la pena de muerte el...

— Once de agosto del 1860, lo sé. Pero puedo volver a establecerla cuando sea reina.

— Eres mala, Kinn — dijo Gheo con una sonrisa.

Gheo era el sastre real, y lo conocía desde que tengo uso de memoria. Incluso desde antes de nacer, él ya estaba confeccionando atuendos para mí, y a pesar de que no era fan de hacer vestuarios informales, dos veces al año confeccionaba lo que yo le pidiera y no lo que mis padres decidieran.

— Y lo seré aún más si veo que hay un vestido blanco para mi coronación.

— ¿Por qué no te gustan los vestidos blancos, Kinn?

— Gheo, los colores existen por algo. — Él simplemente negó y me siguió hasta la hilera de vestidos que tenía para escoger.

Aún no sabía para que debía escoger si de todas formas se haría lo que mi madre dijera. Por otro lado, aún faltaban once meses para mí coronación y nueve para mí cumpleaños, pero si todo salía bien, quizás ni siquiera estaría aquí para éste último.

Mi vista se quedó pegada al ver un vestido en particular, si bien todos eran iguales en forma para mí, este logró captar mi atención. Era turquesa, y no tenía tanta joyería como el resto, era sencillo pero sofisticado.

Proyecto princesa; kim tae.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora