Capítulo 24

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El misterio de las huellas de algunas travesuras


—Ya me voy, mamá —despidió desde el umbral de la cocina antes de irse a la universidad por la mañana—. No me esperes despierta, estaré en Mex. Te llamo.

Su madre dejó la taza de café que había tenido pegada a sus labios hasta hacía unos instantes, dirigió a Regina una turbia mirada a través de las lagañas de sus negros ojos y los bultos de ojeras debajo de estos. Apenas la mujer pudo esbozarle una sonrisa, asintió pero no pudo emitir sonido alguno por leve que este fuera para hablarle. En ese momento la joven decidió acercarse a su progenitora para darle un beso en la mejilla e irse después, fue cuando notó su alta temperatura; palpó el resto de su cara y, desconcertada, se dio cuenta de que ardía en fiebre. Una exclamación que sabía a desgracia se le escapó, preocupada por su salud, Rey ayudó a su madre a subir a su habitación, la arropó y preparó sopa caliente para que esta pudiera servirse más tarde cuando la muchacha estuviera ausente, salió a comprar algunas pastillas genéricas para malestar corporal y luego de dejar un pañuelo húmedo sobre la frente de su mamá, se encaminó a la universidad en su camioneta tan rápido como pudo. De todas formas, ya había perdido una clase.

Las últimas semanas habían sido duras e incómodas en casa de los Berry, después del divorcio ningún desayuno había tenido el mismo sabor. Cada día Regina recibía una llamada de su padre, en conjunto con una invitación a quedarse a dormir en su hogar, la cual siempre era rechazada por la joven, ya que la idea de dormir bajo el mismo techo que la mujer que había deshecho su familia "perfecta" le era más desagradable que beber aceite. De cualquier modo, una relación dañada de tal forma, para ella, no tenía posibilidades de recuperarse por lo pronto.

—¡Rey! ¿¡Cómo amaneciste!? —saludó Peny con alegría, como cada mañana al ver a su amiga acercándose por un pasillo del pabellón B de Emory.

La muchacha, cabizbaja, trató de sonreír al ver a sus amigas ordenando sus libros en los casilleros; pero las ojeras pudieron un poco más que ella y solo alcanzó a bostezar. Con cierta curiosidad infantil, Camile se acercó a Regina y la tomó de las manos antes de preguntarle con toda la sutileza que le era posible con las palabras que había elegido:

—¿Dormiste bien anoche? Te veo algo cansada. Tú nunca bostezas...

Regina sonrió, negó con la cabeza y prefirió guardarse el tema. La joven abrió uno de los casilleros cercanos, dejó los libros que no utilizaría hasta más tarde y con un gesto a sus amigas se fueron por el pasillo. Las preguntas llovieron por partes: que si recién había llegado, que se veía despeinada, que tenía medias lunas oscuras bajo sus ojos, que la profesora de literatura de secundaria estaría orgullosa de oírlas conversar con esos términos, que se había perdido alguna clase, que si podría ir a Mex más tarde, que parecía que se esforzaba demasiado, Rey, ¿estás tomando tus medicinas?

El día en Emory transcurrió con relativa rapidez, las muchachas siguieron sus clases a la orden de su horario, lo mismo con Harley, Riley y Josua, quienes aprovechaban los recesos para verse aunque sea unos minutos. Era interesante la forma en la que Harley ya no solo los soportaba, sino que incluso trataba de unirse a las conversaciones de los demás, parecía que comenzaba a tener interés en algo. A Riley le llegaba mensajes de Jude al celular, quien apenas le preguntaba cómo estaba, si iría a verla después del trabajo para prepararle algún postre en casa aunque recién comenzaba a recuperarse y el esfuerzo que hacía para solo ponerse de pie era demasiado para alguien de su contextura.
La vida de Riley se había complicado un poco desde que había aceptado el empleo de mozo en el restaurante, pues temprano debía asistir a clases, luego trabajaba, más tarde iba a acompañar a Jude, a veces con Harley, y también hacía sus tareas con ella para ya muy entrada la noche, volver a su casa a dormir por lo menos un par de horas y volver a iniciar el día. Estaba exhausto, pero era joven, se decía, podía con eso y más, incluso en parciales. Aquel esfuerzo era suficiente para que Jude tratara de verse mejor aunque sea para él, para que supiera que todo lo que hacía no era en vano, y por lo menos había una persona en el planeta que se sentía inspirada a seguir con su vida gracias a una persona tan sencilla como Riley.

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