Capítulo 6

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En el tallo torcido de una juventud hambrienta

—¿Hacemos grupo con ese niño? —Había preguntado Regina al observar solo a uno de sus compañeros, para elaborar el trabajo que la profesora había encomendado.

—No... —Negó Penélope con la cabeza—. Es muy raro, Rey. ¿Le decimos a la profe para estar solo nosotras?

—Ah, bueno...

Aquella mañana ambas niñas pasaron por alto a Harley Wood, lo volvieron a hacer a la semana siguiente cuando dejaron la basura del tacho a un lado de la carpeta del niño, ocurrió de nuevo cuando Penélope tomó dos pedazos de pastel creyendo que ya todos habían comido y Harley se quedó sin alguno. No importaba quién era la persona que producía bellas melodías con el piano de la escuela, esa persona permanecía como una simple sombra en los pensamientos de sus compañeros, no era nadie.
¿Era una buena razón para estar enfadado con la humanidad?

"¿Y si hubiera hecho todo de una manera diferente?... Lo lamento, Harley..."

Creyó que existían muchas formas para arreglar el pasado, y es que aun cuando no se tratara de su obligación directa, Harley Wood había formado gran parte de su vida. Tal vez, nunca fue más que un asiento ocupado, a veces, vacío, o una simple sombra que la cubría del sol por accidente, pero habían sido parte de un mismo grupo por demasiado tiempo. ¿Se trataba de una coincidencia o un capricho del destino?

—¡Harley! —gritó Penélope a medida que se acercaba corriendo a Harley con la mochila rebotándole en la espalda.

Su aguda voz llamó la atención de varios de los presentes, por lo que atrajo más miradas indeseables. Pese a aquello, no le importó hasta que se hubo puesto de pie con firmeza frente a Harley, a solo centímetros de él.

Su expresión facial no pudo resultarle más hilarante, sin embargo, apenas consiguió respirar mediante jadeos aunque el ceño fruncido, los labios entreabiertos y la desorbitada mirada de Wood permanecerían en los recuerdos de Penélope por varios años más.

—Qué carajo... —soltó Harley en un susurro.

—Oye... —jadeaba Penélope—. ¡Deja las drogas!

"Oh, Penélope, eres fantástica. ¡Lo más inteligente que le has dicho! ¿Por qué no vas también a decirle a los racistas que todos somos iguales y solucionas un problema mundial?", pensó ella.

Los muchachos inmundos que acompañaban a Harley estallaron en carcajadas ante las palabras de la chica. "¡Qué adorable!", expresó uno de cicatriz en la mejilla. "¿Es tu noviecita, Harold?", preguntó otro, de dientes amarillos. "¡Oye, así se convence! ¿No querrá también mostrarnos... algo?", preguntó uno de grasosos cabellos, con cierta picardía en la voz, a lo que los demás lo celebraron con más risas y extraños sonidos que produjeron con sus bocas.

—No es mi novia —contestó el aludido—, solo es una loca compañera de la universidad. Y está aquí pese a que le dije que no me acosara.

Los muchachos pestilentes rieron una vez más. Entonces, uno de ellos, el más alto y delgado al parecer, se puso de pie y se acercó a Penélope, insinuante. Ella apenas sintió su aliento escaparse y su corazón detenerse, mantuvo su semblante imparcial pero en realidad estaba petrificada de miedo.

—Oye, preciosa, ¿vienes conmigo? Vamos a divertirnos, ¿sí? —pronunció el hombre dejando al descubierto los dientes que le faltaban y su aliento amargo.

Peny quiso cubrirse la nariz pero solo consiguió arrugarla y retroceder un paso mientras pensaba en qué decir o cómo actuar, mas las demás voces le impidieron hablar con claridad.

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