Capítulo 4

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(...)

-Anni ¿cómo te fue anoche con tu madre? Kary me contó que fuiste a su casa- dice Horacio, mientras los dos bajamos las escaleras del edificio.

-Bien, ya sabes como es- contesté dándole las llaves extras al portero.

Salimos del edificio juntos, entre al auto de Horacio mientras él me llevaba a mí trabajo, después del colegio siempre me acompañaba he iba por mi a las 10:00 de la noche cuando salía, trabajaba medio tiempo en un bar como mecerá, tuve que usar mucho maquillaje hoy porque el golpe que mi madre me dio me dejo tremendo moretón.

-¿Por eso tienes ese moretón en la mejilla?- pregunta.

-¿Pero cómo lo supiste?.

-Anni no soy tonto, ahora entiendo porque Kary la odia- pongo los ojos en blanco.

Él pone en marcha el auto, mí madre sólo tuvo dos hijas mi hermana Ariana y yo, aunque aquí la única planeada fue ella. Antes de que yo naciera estaban pasando por una etapa muy dura, mi padre se le estaba desarrollando su enfermedad y el dinero no alcanzaba y por un descuido nací yo cuando Ariana tenía cuatro años.

Para acabar de completar, en mi parto hubo complicaciones, mí madre casi muere y yo también. Me estaba debatiendo entre la vida y la muerte, aunque la pendiente se inclinaba en mí contra, no me daban ni una hora los doctores hacían lo que podían y por suerte salí triunfadora. Mi hermana siempre dijo que yo tenía las vidas del gato, pero que algún día la muerte vendría por mí, admito que siempre he sentido que alguien me vigila desde las sombras. En las noches siento que me susurran y de tanto que ella me lo dijo me lo termine creyendo.

Siempre trato de recordarla tal y como ella era para no entrar en dolor, siempre quiso que la recodáramos alegré, sin derramar una sola lágrima. Quiso que yo cumpliera todos los sueños que teníamos juntas, por ella, por mí, por las dos y eso hago cada día. Por eso siempre que hablo de ella trato de que su recuerdo le de un poco de calma a mi atormentada alma, a veces buscaba su risa en el viento en los lugares que frecuentábamos, buscaba su alma haciendo las cosas que ella hacía. Buscaba su voz cuando el silencio cruzaba la soledad, para darle consuelo a mi corazón.

-Listo Anni- dice Horacio.

-Gracias por traerme, sabes que no tienes que venir por mí- le dije.

-Lo sé, pero no es problema tampoco.

-Gracias.

Salgo del auto cerrando la puerta, el bar en el que trabajo queda al centro de la ciudad en los barrios de clase alta, suelto un suspiro y voy a la entrada. Saludo al guardia de seguridad que ya me conoce, voy a la barra donde encontré a mis compañeras sentadas allí, con el tiempo se hicieron grandes amigas, teníamos un buen jefe, nos daban buenas propinas y nos pagaban bien. Me alcanzaba para los gastos y me quedaba dinero.

-Hola chicas- saludo corriendo una silla para sentarme.

-Nía hola- me saludan en unísono.

-Chismeando como siempre- habla Silvana.

-Raro sería que no lo hicieran- contesté burlona.

Con todas me la llevaba bien, pero con Silvana era muy diferente, ella es como mi segunda mejor amiga, igual de loca a Horacio, pero sin perder la seriedad que la caracteriza cuando la conoces. Me identificaba con ella, las dos habíamos pasados por dolores similares, ella perdió su madre cuando era una niña, su padre es un alcohólico. La maltrata por que ella es el retrato vivo de su madre y según lo que me dice eso a su padre le duele.

-Bueno chicas, vayan a cambiarse ya casi es hora de abrir- la voz de Ducan, nuestro jefe me sacó de mis pensamientos- Ah, hola Nía.

-Hola Ducan- conteste, tomo mis cosas y vamos al segundo piso a los vestidores.

Lucifer (editando) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora