Parte extra

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-¡Leto ven para acá, ya nos vamos! - Gritó un Hefestion desesperado, no podía creer que su hija se demorara tanto, para colocarse una toga. -Por favor apresúrate tu abuela nos está esperando. - Habían pasado quince años desde esa noche maravillosa. Alejandro se pasó por muerto con Hefestion, su hija no sabía quiénes habían sido de verdad, para ella solo eran sus dos papás; los mercaderes ricos y un poco insignificantes. Su vida en Isos fue la de una niña normal y consentida. Para ella las cosas fueron un poco raras, todos los demás niños tenían una mamá: ella tenía dos papás. Al principio no sabía cómo explicarlo, incluso le daba un poco de pena decir que era la hija de dos hombres. Pero a medida que crecía se fue sintiendo muy orgullosa: sus padres se amaban y ella era el fruto de su amor; por el que los dos habían luchado tanto. -Te vez hermosa. - Dijo Hefestión cuando vio a su pequeña, no tan pequeña, bajar de su cuarto con una toga roja, como las que usaba su abuela. Su cabello era rubio como el sol, del rey, entre liso y ondulado, como el de Hefestión, sus ojos por naturaleza tendrían que ser azules como los de sus dos padres, pero para sorpresa de muchos, el color de sus ojos eran del color de una piedra preciosa, verde esmeralda.

El amor de sus padre no había disminuido un poco, incluso se puede decir que creció mucho, los dioses no los volvieron a bendecir por lo que la niña fue su tesoro más preciado, le enseñaron a escribir griego y latín, ella sabía perfectamente el manejo de una espada y cómo comportarse como una señorita cuando se requería. Era una de las mujeres más sabias del planeta: incluso Hefestión decía que era perfecta, sus padres se sentían tan orgullosos de su hija que era un poco difícil no demostrarlo. El único inconveniente fue la muerte de su mono, Hefestión lloró hasta que sus ojos se secaron, el animal había muerto de viejo y aunque había tenido hijos su pérdida afecto mucho al guerrero.

-Seguros que me veo bien, no me gusta este color ¿Por qué me la tengo que poner? - Habló la princesa viéndose de arriba abajo, no le gustaba el rojo, ella decía que era muy violento, su color favorito era el negro. - Me siento extraña con este maquillaje, ¿de verdad me veo bien papi? - Su voz paso a ser muy infantil: ella sabia como manipular a sus papás y si les rogaba seguramente la dejarían cambiar y quitarse todo el maquillaje

-Vámonos ya Leto, no quiero que nos convenzas con esas caritas, te vez hermosa tal y como estas, y el rojo es el color favorito de tu abuela. - Habló el rey que hasta ese momento había permanecido callado al lado de amor, que estaba a punto de ceder. Por lo general Alejandro era el que más mimaba a la niña pero también era la persona que no se dejaba convencer tal fácil.

Todos salieron de casa directo a Macedonia, en un elegante "carruaje" de la época (no sabía cómo más decirle). Cuando llegaron a macedonia Olimpia los recibió muy contenta, ya estaba muy vieja y seguramente esa era la última vez que la verían tan bien. Todo transcurrió normal, su abuela seguía contando historias fantásticas del antiguo rey Alejandro y del significado se su nombre.
-¡Oh mi rey estas vivo! - Gritó Bagoas desde la puerta cuando vio a su rey sentado al lado de su madre. -Perdón por mi atrevimiento pero ¿lo podría abrazar? - Hefestión estaba un poco sorprendido, que hacia ese este en Macedonia, debería estar en Egipto con las dos mujeres, además era primera vez que lo veía hablar tanto
-¡Qué Alejandro está vivo! - Gritaron dos mujeres al tiempo que atropellaban a Bagoas. -Esposo mío nos rencontramos, después de tantos años; mi amor por ti sigue vivo. - Dijo Roxana con toda la amabilidad posible, acercándose un poco al rey. Hefestión, Alejandro y Leto que no tenían ni idea de que pasaba, más la niña que no sabía quiénes eran todos esos locos. -¿No me rechazaras otra vez por ese guerrero cierto?

-Roxana creo que es hora de que te marches, aprovecha para llevarte a Bagoas y a la princesa nosotros estamos muy bien con nuestra hija. - Hefestión muy serio, mientras empujaba a Leto para que la vieran. -Olimpia ha sido un placer estar en tu compañía, pero creo que es hora retirarnos, mi pequeña Leto está cansada por el largo viaje. - Hefestión le dio un beso en la mejilla a Olimpia, para después agarrar a su hija y su rey del brazo intentándolos sacar de la pequeña sala

-Esta vez no te lo llevaras, es lógico que cogiste a tu bella esclava como escusa, nadie creería, que es tu hija, mírala; tiene los ojos verdes y su piel es blanca. No nos podrás engañar esta vez Hefestión. - Las palabras de la princesa fueron muy ofensivas para Leto. Ella no sabía nada de lo que hablaban, no entendía porque llamaban a su padre rey y a su papi guerrero, ellos le habían dicho que crecieron en Macedonia como dos campesinos "nunca vimos de cerca a el rey" se estaba dando cuenta de todo y le estaba doliendo mucho.

-No te busques una ejecución princesa, es nuestra hija; la princesa de todo el mundo, yo sigo siendo el rey. Cuida tus palabras o podrías acelerar tu muerte ¿Qué se os ofrece, en la casa de mi madre? - Alejandro al ver la cara de indignación de Hefestión y sorpresa de hija, decidió intervenir;no iba a dejar que nadie volviera a pisotear las personas que tanto amaba. -Hablen rápido, es hora de marcharnos como escucharon a mi esposo

-Vinimos porque en Egipto llegaron los rumores de la muerte de tu madre, si ella estaba muerta y tu vivo, vendrías a verla como buen hijo que eres mi majestad. - Habló Bagoas en un tono muy amable, su cuerpo ahora se había marchitado junto con su hermosura, el no era el esclavo provocativo de antes. -Mi rey pido perdón por los insultos de mis acompañantes. - Bagoas inclinó un poco la cabeza en forma de humildad, mientras las mujeres lo miraban con mala cara
-Cómo ya ven, mi madre no esta muerte, yo sigo vivo, es hora de que me marche con mi familia. - Él rey habló y salió de la habitación dejando a las dos mujeres muy indignadas y a un Bagoas fascinado, parecía que los años no transcurrían en ellos dos, seguían igual de hermosos que hace quince años y su hija, representaba perfectamente su nombre, se veía como la diosa de la luz; radiante.
El viaje hacia Isos era largo por lo que se detuvieron en un pueblo a pasar la noche. Al día siguiente el viaje no fue nada agradable; Leto estaba verdaderamente furiosa por lo que sus padres le escondieron, había caído en cuenta, todas las historias de su abuela eran verdad, su padre era el rey del mundo conocido y su papi era el guerrero más valeroso de las tropas del rey, su amante. Cuando llegaron a su casa Hefestión y Alejandro acordaron hablar con su hija, ya no podían esconderle más la verdad, ella ya lo sabía todo.

-Leto, ven tenemos que hablar. - La llamó el rey. -Yo sé que no está bien lo que hicimos pero lo hicimos por tu seguridad, no queríamos que te pasara nada malo a ti tesoro. - Él rey la miraba pidiéndole perdón
-¿No confían en mí para decirme la verdad? ¿No creen que ya estoy muy grande para que me protejan? - La chica seguía muy indignada por todo lo que paso en la casa de su abuela. -Si esa gente no hubiera llegado ¿nunca me hubiera enterado?

-No es lo que crees Leto. Nosotros queríamos decirte el día de tu boda, para que tu decidieras si reinarías o vivirías como una persona normal, siempre hemos confiado en ti, solo queríamos que te enamoraras de verdad, no que lucharas por encontrar el amor. - Hefestión se sentó al lado de su hija y le cogió las manos. -Si quieres saber cualquier cosa pregúntanos

-¿Ustedes desde cuando se aman? ¿Sufrieron mucho para poder tenerme? - Los dos hombres se sorprendieron mucho con las preguntas de su hija, nunca creyeron que tendrían que contestar esas preguntas. Muchas veces se imaginaron cuales serian las preguntas de su hija. Creyeron que la pregunta más frecuente era ¿Cómo es vivir en la realeza? en su vida se habían detenido a pensar lo que una persona tiene que sufrir para poder estar con la persona que se ama. Nunca se imaginaron que su hija se interesaría por la historia de su amor.

La princesa Leto no quiso reinar, según la historia de su padre, podría llegar a ser toda una tortura. Sus padres se amaron hasta el día de su muerte y Leto tuvo una hermosa hija con su esposo, un campesino, del cual se había enamorado profundamente. Su vida fue mucho más simple que la de sus padres, pero se aseguro de que su hija se supiera de memoria lo qué tuvieron que luchar sus abuelos para poder estar juntos, como ella se la aprendió. Desde el momento que supo el sufrimiento de sus padres le rezo a la luna para que no tuviera que sufrir tanto como ellos.

Para que su amor por alguien fuera realmente verdadero como el de Alejandro y Hefestión, dos grandes amantes queriendo ser Aquiles y Patroclo.

🎉 Tapos mo nang basahin ang 𝐋𝐚 𝐛𝐞𝐧𝐝𝐢𝐜𝐢ó𝐧 𝐝𝐞 𝐥𝐨𝐬 𝐃𝐢𝐨𝐬𝐞𝐬 (𝐀&𝐇 𝐌𝐩𝐫𝐞𝐠) 🎉
𝐋𝐚 𝐛𝐞𝐧𝐝𝐢𝐜𝐢ó𝐧 𝐝𝐞 𝐥𝐨𝐬 𝐃𝐢𝐨𝐬𝐞𝐬 (𝐀&𝐇 𝐌𝐩𝐫𝐞𝐠)Tahanan ng mga kuwento. Tumuklas ngayon