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-Hefestión yo quiero hablar primero, yo sé que esto no te va gustar, pero quiero un hijo y me casaré con Roxana. - Los dos hombres se encontraban en su cama. Habían hecho el amor y era costumbre hablar después de eso. Hefestion le había dicho a Alejandro que le tenía una noticia maravillosa pero el otro le robó la palabra dándole esa mala noticia.

-Mi rey es hora de que se marche a sus aposentos, tengo que descansar para mañana. - Él moreno le miro había entendido todo a la perfección, para después simplemente darle la espalda hablando con toda la cortesía posible. Su corazón no soportaba otro rechazo por parte de su rey, sentía que su alma se partía, rogaba a Hades para que se llevara pronto su alma desgastada y agotada. Solo esperaba que todo acabará. -Le ruego que se marché.

-No te pongas mal, tú sabes que te amo. Roxana puede enfrentarse al carácter de mi madre, las dos son muy parecidas, ella tiene más carácter que la princesa y tú, juntos. - Él monarca se fue acercando lentamente por la espalda del otro, hablándole con suavidad y cariño. -¿Cuál era la buena noticia que me tenías?

-Yo no tengo ninguna noticia para usted. Le pido que se marche y no me toque, Bagoas lo está esperando en sus aposentos. - Esté hablaba con rabia y sin mirarlo, solamente metía su cabeza en la almohada. -Si dice que me ama demuéstremelo y márchese. - Alejandro sabía que Hefestión solo lo consideraba superior cuando se molestaba, casi nunca pasaba pero era mejor dejarlo solo cuando se lo pedía.

-Espero que mañana estés mejor. - Alejandro se estaba marchando de la carpa del otro. Se encontraban con los bárbaros que no se resistieron, y en donde conoció a Roxana. Después de la fiesta los dos se fueron a la carpa de Hefestión, por lo general no escogían los aposentos del rey sería muy bochornoso para los barbaros. Hefestión estaba feliz con un brillo singular en su cara, le tenía a Alejandro una buena noticia, estaba seguro que si le decían se irían a Babilonia o incluso a Macedonia para poder vivir en paz, mientras Alejandro reinaba. Esté tenía mucho miedo por la reacción de su rey pero reunió el valor suficiente para contarle, incluso si era rechazado. Alejandro estaba a punto de salir de la carpa cuando escucho la voz de su amado, creía que lo llamaría para arrepentirse por lo dicho.

-Me quiero ir a Babilonia antes de tu boda, si se puede mañana mismo, estoy grave de salud y mi vida en batalla corre riesgo. Esa era la buena noticia, te vas a librar de mi. - Sus palabras le ocasionaban mucho daño al rey, eran hirientes. -Agradecería mucho que me dejarás ir. - Prosiguió el moreno.

-¡No, no te iras de mi lado me verás casarme con Roxana y vas a pelear conmigo hasta el día de tu muerte o de la mía! ¡No te pienso dejar libre, me perteneces así ya no me ames! - Le habló bajo pero con toda la furia posible, para después salir de la carpa enojado. Nunca creyó que Hefestión se quería ir de su lado, él siempre le juró amor eterno y él lo amaba, iban a ser igual que Aquiles y Patroclo. En la leyenda Patroclo nunca deja a Aquiles.

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Era el día de la boda, Alejandro tuvo muchos problemas por escoger a una bárbara como reina, pero no importaba ya había tomado su decisión y nadie lo iba a detener. Hefestión seguía lejos de casa, el rey no lo dejó irse incluso mando unos guardias por cualquier intento de fuga, no tenía otra opción que ver como su amado se casaba y le rompía el corazón. Logró entrar a los aposentos reales después de la boda, prefería apoyar a su rey si este decidía no amarlo y ser feliz con otra.
-Esté anillo lo compré en Egipto un mercader me dijo que era de la época en que los hombres adoraba el sol, la luna y las estrellas. Lo compré para ti, tú eres el sol que regía mi vida. Vas a ser un gran padre, solo no se te olvide que nadie te ama más que nosotros Alejandro. - Las lágrimas brotaban de sus ojos azules. Él rey se inclinó para besar a su amado hasta que Roxana llego indignada por la cercanía de ellos. Hefestión salió de la carpa lo más rápido que pudo no quería ocasionar problemas la noche de la boda.

Este último se dirigió a su carpa, no quería festejar, no había nada por que hacerlo. Cuando llegó a su carpa mando a llamar a él doctor, no era mentira su "enfermedad" él estaba en riesgo de muerte. Después de ser revisado, lo mejor era descansar, no quería que lo peor sucediera otra vez.
Unas horas más tarde su salud había empeorado notablemente, el médico era el único que sabía, por lo que fue a buscar unas mantas limpias y agua, nadie más se debía enterar del estado de su paciente. Hefestión estaba en cama, retorciéndose de dolor mientras lloraba, no por el dolor si no por lo que significaba, volvía a pasar, los dioses lo volvían a castigar, no era justo el solo... lo amaba... y él volvía a destruir su vida. Se asustó notablemente cuando notó unos labios en su cuello, si era Casandro él que entró a su carpa borracho lo sacaría a golpes, pero se exalto aun más al saber que era Alejandro.

-Si me amas como dices entrégate a mí una vez más. - Estaba oscuro y no se dio cuenta de las lagrimas de Hefestión hasta que besó su rostro. -¿Estás llorando por mi?

-Su majestad váyase, no me encuentro bien. Su esposa lo espera. - No entendía el cinismo de su rey como creía que seguirían igual después de su boda. Aunque pensar que su rey preferiría estar con él la noche de su boda lo alegraba un poco. -Por favor vete, no me encuentro bien. - Suplicó él moreno agonizando por el dolor.
-No finjas delante de mi. - Encendió una antorcha para poder verlo, sorprendiéndose por la cara de dolor de su amado y la forma en que lloraba desesperado. -¿Estás bien? ¿Qué te sucede? ¿No era mentira tu enfermedad? - Él otro solo movió la cabeza en negativa y por lo bajo le dijo que se fuera, este no hizo el menor caso y se acerco tocando su cabeza, dándose cuenta que tenía mucha fiebre. -Hay que desarroparte, esas pieles te subirán la fiebre. - Hefestión movió la cabeza en negativa y agarró con fuerza sus pieles, sabía que si Alejandro lo veía lo perdería para siempre. -Es una orden y te tengo que quitar las pieles. - Las jalo fuerte, por debajo, dejando expuesto un charco de sangre debajo del cuerpo desnudo de Hefestion. -¿Qué te pasa cuéntame? - Se veía desesperado la persona que tanto amaba se estaba muriendo y por su culpa, si le hubiera creído él estaría bien en Babilonia, se sentía la peor persona del planeta.

-¡Que te vayas! - Hefestión sacó las fuerzas escondidas. -No puedes hacer nada por favor vete. - Su voz bajo de tono y su cara quedo más blanca de lo que estaba. -Sólo vete. - Lloraba desconsolado el solo quería estar solo no quería contarle la verdad a su rey.
-No me voy a ir dime qué te pasa. - Se le acercó y empezó a consentir su cabeza.
-Tú no quieres saber qué me pasa, eso es mentira solo te quieres acostar conmigo. No estás preparado para saber la verdad. - Eran las palabras de un hombre despechado y herido.
-Si quiero saber qué te pasa cuéntame, yo te amo, no solo quiero acostarme contigo y no me importa lo que sea los dos lo vamos a afrontar. - Las lágrimas de Hefestión aumentaban cada vez, él monarca pensaba que en vez que de alentarlo lo estaba hiriendo.
-Déjame ayudarte como tú me has ayudado muchas veces te lo ruego.

-¡Estoy perdiendo a nuestro hijo! Los dioses me bendicen dándome hijos tuyos pero cada vez que me bendicen me los quitan. - Hefestión seguía llorando mientras por lo bajo decía. -Por favor chiquito resiste, resiste. - Acariciaba su abdomen viéndolo desesperado. Las lágrimas de sus ojos no se detenían, y Alejandro quedo paralizado sin decir nada. -Resiste, ya viene el médico, por favor. - Su voz asusto más al monarca, estaba rogando mientras intentaba darle todo su cariño a su abdomen. -¡Resiste! - Gritó cuando supo que su bebé había muerto, dejo de moverse, su corazón empezó a arder como las últimas veces. Ahora sus lágrimas eran aun más incontenibles, solo el dolor que siente un padre al perder a su hijo.

𝐋𝐚 𝐛𝐞𝐧𝐝𝐢𝐜𝐢ó𝐧 𝐝𝐞 𝐥𝐨𝐬 𝐃𝐢𝐨𝐬𝐞𝐬 (𝐀&𝐇 𝐌𝐩𝐫𝐞𝐠)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora