Capítulo catorce

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Luna Lovegood había ido a las orillas del bosque prohibido, con la finalidad de despejarse un poco, quería concentrarse en la idea de alterar el futuro para salvar a Remus y Tonks, luego de ver a la feliz familia no pudo hacerse la idea de que los padres murieran y que Teddy crecería huérfano, ella de verdad quería que todos sus sentidos se enfocarán en buscar una solución pero parecía que su mente no deseaba lo mismo, inevitablemente comenzaron a llegar cientos de recuerdos de su padre, de los momentos que vivieron juntos y todos esos pensamientos de pequeños detalles que algún momento parecían irrelevantes resaltaban en su memoria, lo extrañaba mucho; aún en ciertas ocasiones creía que todo lo que vivía era una pesadilla horrible, que en cualquier momento despertaría y ahí vería al hombre que la crió, pero no era así, su padre, aquel hombre que se había dedicado de lleno a ella desde el fallecimiento de su progenitora, estaba muerto y por mucho que quisiera no podía hacer nada para cambiarlo.

Todo fue tan de pronto e inesperado que no parecía real, el día en que sucedió la tragedia era un día como cualquier otro, feliz para Luna y Xenophilius Lovegood; a veces uno espera que cuando le van a ocurrir cosas malas hayan pequeños indicios que te alerten del mismo pero para ella no fue así, todo transcurría con normalidad, ellos habían comido juntos y quedaron que por la tarde la rubia iría al Callejón Diagon para comprar algunos libros que la mantuvieran ocupada durante el verano, su padre no pudo acompañarla porque aún tenía que editar algunos artículos de El Quisquilloso, al despedirse, su padre le había dicho que se cuidara de los nargles que siempre le robaban y que la amaba-él siempre se lo recordaba-, Luna salió con una sonrisa y luego de un par de horas regresó, le pareció extraño el inusual silencio en su hogar y fue a buscar a su padre al pequeño cuarto que él usaba como oficina, ahí lo encontró, estaba tirado en medio de un charco de sangre y al verlo ella lloró desesperadamente, casi en ese instante llegaron los aurores que se la llevaron al ministerio, luego llegó su abuela Isabelle, no sabía que tenía una y de pronto estaba ahí, parada frente a ella, después de que la mayor de ambas le explicara todo, le pidió irse un tiempo a Londres, la rubia aún confundida y sintiéndose completamente sola le hizo caso. Ya en Londres se encerró en la que sería su habitación, durante tres semanas se dedicó a llorar y dormir, Isabelle le llevaba alimentos y apenas probaba bocado volvía a sumergirse en los brazos de Morfeo, la duquesa quien estaba terriblemente desesperada por el aspecto demacrado y delgado que tenía su nieta pidió que una psicóloga la atendiera, al principio Luna se negó a verla y en las primeras sesiones ni siquiera le dirigía la palabra, fue luego de que su abuela le mostrara un álbum de recuerdo de su hija y su yerno que la rubia tomó conciencia de lo que estaba haciendo, a sus padres no les hubiera gustado para nada que ella llegara a ese extremo así que comenzó a poner de su parte para recuperarse, la terapeuta le había pedido que tome lecciones de lo que sea que le agradará para ayudar al proceso y así lo hizo, además de leer mucho sobre los muggles y aprender nuevos hechizos, también aprendió reglas de etiqueta social, de vestir entre otras cosas. Ahora ya estaba mejor, por lo menos físicamente se recuperó bastante bien pero en el plano psicológico, la rubia aún sufría por su pérdida.

Por el mismo lugar por donde estaba la rubia, andaba un pelinegro slytherin: Theodore Nott, él al igual que la ravenclaw quiso dar un paseo para que su mente no lo atormente con los recuerdos que le fueron mostrados por el matrimonio Malfoy; sin embargo, por mucho que se esforzaba no podía reprimirlos, y es que siendo totalmente sinceros, nadie podía escapar de sus propios pensamientos. Sus emociones lo conflictuaban mucho, estaba agradecido y feliz de poder haber visto a su madre (porque hasta antes de eso, de ella solo había encontrado una foto medio destruida en la mansión en la que vivía y algunas veces Narcissa le hablo de Scarlett, fueron contadas las ocasiones en que lo hizo porque casi siempre estaban mortifagos presentes que ni por error podían oír de la castaña) y escucharla, escuchar su linda voz fue el mejor regalo que Theo pudo recibir en toda su vida; pero también la vio morir, vio como ella se sacrificaba por él y como caía al piso perdiendo el brillo de su mirada.

Iba tan concentrado que ni siquiera se fijo lo que pisaba y en eso rompió una rama que produjo un ruido no tan alto pero si lo suficientemente fuerte como para alertar a Luna, la bruja de inmediato sacó su varita y comenzó a buscar por todas las direcciones posibles al causante del ruido, por otro lado, Theo quien a pesar de la escasa luz la reconoció y para evitar que ella lo atacara salió con las manos en alto.

-Tranquila, no te haré daño

-¿Nott?- Luna lo reconoció como un compañero del trío de oro, amigo de Malfoy y Zabini solo que, a diferencia de estos, él no era problemático, nunca la fastidió e incluso en una ocasión la había defendido de un grupo de personas que la estaban insultando, curiosamente después de ese hecho Malfoy y Zabini tampoco se metían con ella- ¿Qué haces aquí?- preguntó mientras bajaba su varita

-Estaba dando un pequeño paseo

Ninguno dijo nada más porque un ruido los asustó poniéndolos en alerta luego se dieron cuenta de que era un animal que andaba por ahí, se acercó a ellos y Theo quedó muy sorprendido con lo que estaba frente a él, Luna, en cambio parecía bastante relajada.

-¿Qué es?- preguntó el pelinegro viendo al animal que tenía cierto parecido con un pegaso, pero este tenía el cuerpo esquelético, sus alas parecían ser las de un murciélago y poseían una larga melena y cola

-Es un thestral-respondió mientras acariciaba al animal

-Nunca lo había visto, ¿No son peligrosos?

-No si estan domesticados, ellos llevan los carruajes desde Hogsmade hasta Hogwarts; los magos por lo general no pueden verlos, solo lo hacen aquellos que han presenciado la muerte y asimilado el concepto de la misma, las personas suelen tenerles miedo debido a su aspecto...

-Diferente- completo Theo, ella asintió- ¿Tú...tú viste...?

No completo la frase pero la rubia entendió a lo que se refería, dudo un poco antes de responder:

-Mi madre disfrutaba crear hechizos, un día estaba experimentando y algo salió mal...-suspiró- tenía cuatro años

Theo se quedó mudo, no tenía idea de que palabras pudiera decirle para que se sienta mejor, como si eso fuese posible pensó, él bien sabía que nada de lo que te dijeran podía aliviar el dolor, pasado unos minutos de silencio habló:

-Cuando yo un niño, creo que ni siquiera había cumplido un año, una persona murió frente a mí, ¿Tienes idea de por qué hasta ahora lo veo?

-Es probable que siendo tan pequeño tu mente haya bloqueado ese recuerdo como mecanismo de defensa y al no recordarlo es como si no lo hubieras vivido, supongo algo hizo que evocaras ese momento y lo entendieras completamente por eso es que ahora sí puedes verlos

El pelinegro comprendió el porqué la rubia estaba en Ravenclaw, era muy inteligente y con una asombrosa habilidad para sacar deducciones.

-Yo sé que no hay nada que pueda decirte que te haga sentir mejor- habló- supongo que solo es alentarte a seguir adelante, de seguro tu padre es un gran apoyo y no como el mío

-Mi padre murió hace poco- Luna ni siquiera entendía porque se lo estaba diciendo pero ya está, ya lo había hecho.

¡Oh mierda! pensó Theo, se lanzaría un crucius a sí mismo, quería ayudar un poco a la rubia que había despejado sus dudas y ahora la cagaba más.

Luna al ver la expresión de Theo dijo:

-No te preocupes, no lo sabías

Eso relajo un poco al pelinegro y al cabo de un rato decidió hablarle de temas más triviales y menos delicados, en algún momento Theo le presto su capa por el intenso frío que hacía, estaban bastante entretenidos en su plática que no se dieron cuenta que ya era más de media noche, si alguien los descubría estarían en graves problemas, fueron al castillo para dirigirse a sus dormitorios y cuando iban a mitad del camino escucharon las voces de unos prefectos, con una mirada rápida se despidieron y cada quien corrió a su sala común.

Viajando a 1995Donde viven las historias. Descúbrelo ahora