Capítulo 10

648 83 19
                                    



No sé cómo, no sé por qué, pero hemos caminado y caminado, mis pies solos anduvieron el camino paso a paso, a pesar de que este sitio es completamente distinto a lo que yo conozco, estamos aquí, frente a este lugar: mi casa. Es un terreno lleno de maleza, está rodeado por una malla metálica, hay montículos de piedras y tierra, es un baldío por completo, en este sitio se edificará mi casa dentro de muchos años, por lo mismo, en este justo momento es un pedazo de tierra abandonado y sin una sola pizca del hogar que yo conozco. Mis ojos comienzan a picarme, tengo muchas ganas de llorar, quiero ir a casa, estar con mis papás, ya no quiero estar en este lugar donde nada de lo que soy existe.

-- Morrito... ¿Qué hacemos aquí? – mi papá quien se había mantenido en silencio durante un rato me preguntó con cierta confusión, lo podía notar, su ceño fruncido era prueba de ello.

-- Mi casa – mi instinto, eso que mi pá me ha dicho que sientes en la panza y se te va al corazón, fue el que me guio hasta aquí, miro a mi alrededor, hay unas cuantas casas, pero no todas las que conozco, la de mis vecinos apenas se está construyendo, la de mi amigo Dieguito aún no existe, como la mía – Mi casa... – tengo muchísimas ganas de llorar, este no es mi lugar.

-- ¿Estás bien, morro? – como no le contesto se posiciona frente a mí, ahora se nota preocupado.

-- Mi casa... mi – mi garganta se cierra, he estado mucho tiempo fuera, extraño mi vida tal cual es, despertarme tarde, que papá me destape y me regañe, que pá me haga panquecillos con miel, ir con mis amigos a los juegos de video, regresar y ver a mis papás sentados en el sillón de la sala mientras miran un serie en Netflix, extraño mi vida, a mi familia, chiquita pero amorosa, que cuando llegaba por las tardes me hacían un campito entre ellos para ver la tele los tres.

-- ¿Por qué lloras? – papá me mira sin saber qué hacer, por primera vez desde que estoy aquí lo miro con detenimiento, sus facciones son muy juveniles, pero es él, es mi papá, con muchos años menos pero es él, sus mismos ojos, su misma sonrisa, las mismas orejas un poco escondidas detrás de su cabello, es él, mi papá.

-- Ya me quiero ir a mi casa – por impulso lo abrazo, ya no quiero estar aquí, es la primera vez que estoy tanto tiempo sin ellos, y lo peor de todo es que no sé cómo volver.

-- Pues en eso estamos, Roger, te quiero acompañar a tu casa.

-- No están, ellos no están.

-- ¿Quiénes no están?

-- Mis papás, ellos no están en casa y no quiero estar solo – aunque deseara decirle la verdad nunca me lo creería, pero lo real era que no me apetecía estar solo.

-- Tranquilo, no llores – me abrazó con fuerza, como cuando los truenos me daban miedo y corría a verlo – No vas a estar solo, te vas conmigo, ya luego iremos a tu casa con tus jefes, esta noche te quedas otra vez conmigo, jálale morrito, que se hace noche – lo miro, está serio, pero no me dejará solo.

-- Gracias... papá – eso último se lo digo en voz baja, mis papás siempre estarán a mi lado.



°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°



Mi jefecita se extrañó de ver al morrito otra vez en la casa, pero luego de decirle que sus papás le dieron permiso se quedó más apaciguada. Durante la cena lo observé, es cierto lo que Lucy me dice, hace muchas cosas como yo, se sienta en el mismo estilo que yo, con la pierna cruzada y la izquierda encima de ésta, se rasca la oreja cuando algo lo apena, a la rebanada de pan que mi jefa le dio le quitó la orilla y lo comenzó a morder por las esquinas, aunque su mirada, esa no es para nada parecida a mí, esa más bien y es muy loco decirlo, pero me recuerda a Noé, esa forma tan peculiar de mirar es muy similar a la del burguesito guapo.

Enamorando a mis papásWhere stories live. Discover now