Capítulo 5

815 72 13
                                    


-- ¿Esposo? ¿De qué demonios hablas? ¡Yo no soy ningún rarito! – me grita y apretando la camisa se va caminando dejándome ahí. Se acaban de pelear, esto me recuerda a lo que han hecho últimamente, pelearse y dejarse de hablar, no quiero que ellos se separen, no quiero que mi familia quede rota... ¡No quiero!


Sin pensarlo, comienzo a correr, ya anocheció, no me importa nada más que huir, no quiero sentir como ellos se van separando poco a poco, hubiera preferido no haber nacido si de cualquier forma ellos no iba a estar juntos. Siento las ráfagas del viento propio de octubre, mis mejillas comienzan a sentirse cada vez más heladas, las calles por las cuales avanzo no las conozco, no sé por dónde ando ni hacia donde voy, no soy tan tonto como para no saber que mi casa no existe, ni siquiera sé si yo existiré, acabo de echar todo a perder, el primer encuentro de mis papá fue todo un desastre por mi culpa, siempre yo soy el culpable de todo, por eso siempre pelean: por mi causa. Llego a una pequeña rotonda, una que tiene en el centro un pequeño árbol con una gran copa, en comparación al tamaño de su tronco, sus hojas crujen gracias a las ventiscas que comienzan a azotar, pienso que tal vez será el mejor lugar para pasar la noche, no hay bancas, no hay nada más que ese arbolito, quiero llorar, en mi tiempo mis papás están enojados, en esta época también, me siento muy triste, solo quisiera que ellos me abrazaran y como cuando era niño me dijeran que todo iba a estar bien para luego comprarme un helado de fresa.

-- Yo no quiero esto – con el brazo me refriego los ojos, las primeras lágrimas salen de mi rostro – No quiero – comienzo a llorar, no quiero que se odien.

-- ¿Quién es? – Oigo una voz que me asusta, miro a mis lados para saber de quién se trata - ¿Quién está ahí? – detrás de aquel pequeño árbol se asoma la cabeza de una persona, tan perdido estaba en mí, que no me percaté de la presencia de otra persona en esa rotonda.

-- Yo – hice un puchero, justo a quien deseaba ver aunque él no supiera quién era yo.

-- Eres ese niño – era mi pá Noé, él lentamente salía de detrás del tronco.

-- Pá – dije en voz bajita, de mis dos papás, mi pá Noé es quien más me consiente, recuerdo que cuando era más pequeño era él quien me leía mi cuento de 'Pinocho', me daban miedo las ballenas gracias eso, pero me decía que siempre me protegería de brujas, dinosaurios malos y de ballenas – No quiero estar aquí – mi labio inferior comenzó a temblar, y no pudiendo aguantar más mi tristeza, me acerqué a él y lo abracé con todas mis fuerzas, ya quería estar en mi hogar, con mi familia chiquita, pero unida.

-- ¿Qué tienes? – me preguntó, pero no con un tono serio o molesto como antes, era más bien tranquilo, algo calmado.

-- No quiero estar aquí – mi pá es ligeramente más alto que yo, por ello me repego a su pecho, quisiera volver a poder estar en sus brazos mientras me mece luego de haber tenido una pesadilla.

-- No llores, cálmate – sin esperarlo, me acaricia la espalda, me está consolando, solo quiero que me diga que todo va a estar bien, solo eso.

-- Es que... es que yo... – me lamentaba a medias, un nudo en la garganta me hacía sentir la imposibilidad de hablar demasiado.

-- Ya, tranquilo... Todo estará bien... – por unos segundos me sentí como antes... como en casa.



°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°

Enamorando a mis papásWhere stories live. Discover now