Volviendo a casa

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Esa mañana Iida despertó con un cálido aire, como no, si apenas abrió los ojos se encontró con su pequeña y linda hija y con su mujer. Oh sí, no había nada como despertar con las personas que amas.

Tal vez había sido un poco duro con el rubio que tenía a su mejor amiga enamorada, si llegó a su casa debía ser por algo, tampoco era que ese lugar estuviera tan cerca de la ciudad y dado que desde que salieron de la escuela de héroes, nadie, aparte Uraraka sabía dónde ellos vivían.

Se levantó, dispuesto a hablar y hacer la paz con Katsuki, si ese sería el último día de Ochako en casa de ellos intentaría llevar la fiesta un poco en paz. Así que se puso sus pantuflas y su bata y bajó la escalera, en dirección al sillón.

Su sorpresa fue inmensa cuando no encontró al chico durmiendo, imaginó que quizá habría salido a pasear o estaría en el baño, así que fue a la cocina para preparar el desayuno, pero justo antes de empezar a calentar el agua una idea vino a su mente.

¿Acaso ese inmundo se había atrevido a acercarse a Uraraka en la noche? Levantó sus cejas y usando su quirk llegó en un segundo a la puerta del cuarto de su hija, el cual quedaba en el segundo piso.

Tomió girar el pomo, imaginando que la morena dormía sola en la habitación, sería muy descortés y maleducado entrar y sorprenderla así. Pero debía cerciorarse de que Bakugou no estuviera con ella, jamás lo perdonaría.

Abrió la puerta rápidamente, dejando atrás todo tipo de miedo y entró. -¡Uraraka! -Gritó.

La recién nombrada abrió los ojos perezosamente, ¿Qué le estaba pasando a Tenya que gritaba de esa forma?

-Iida. -Le habló, mientras se acomodaba para sentarse. -¿Qué está pasan...

-¡Ah, Cuatro Ojos, ¿Cómo te atreves a despertarnos así?! -Bakugou, se sentó rápido en la cama, lanzando la sabana encima de la morena, ella ya estaba tapada, pero quería asegurarse de que el azabache no viera ninguna parte de su chica.

Se puso de pie sin ningún tipo de vergüenza y se colocó su bóxer, acercándose a la puerta, más específicamente donde se encontraba parado Tenya.

-¡Ba-Bakugou! ¡Ponte algo de ropa! ¡Como te atreves a...

-¡Oi! ¡Deja que se vista y luego bajaremos! -El rubio apuntó detrás de él, haciendo que Iida se fijara en la cara roja de Ochako.

Uraraka, al darse cuenta de que no traía ropa interior, tomó la sabana y se cubrió aún más con ella, dejando ver solo parte de su cabello, de su cara de tomate y de sus ojos, que miraban al azabache casi rogándole que la disculpara por eso que estaba viendo.

-Yo... Los espero abajo, estaré haciendo el desayuno. -Y así se dio media vuelta y cerró la puerta.

-¡Kacchan! ¡¿Por qué hiciste eso?! ¡Iida jamás me perdonara esto! ¡Menos cuando fue en la cama de su bebé! -La morena gritaba más roja que nunca, sentía mucha vergüenza y una combinación entre pena y rabia por no poder aguantarse y haber pasado a llevar el respeto de esa casa.

-¡Cállate! ¡No grites si no quieres que te escuchen los niños! -Le dijo el rubio. -¿Acaso piensas que él no tiene momentos así con la Rana?

-¡Nooo! No me hagas imaginar eso. -Dijo un poco más calmada, tenía razón, no debía gritar si no quería que alguien más la oyera.

-Aparte... -La miró con una cara pícara, que hizo que a la chica se le erizaran los pelos. -Lo de anoche estuvo genial. -Sonrió aun mirándola.

Ella se tapó toda la cara, no sabía como mirar a Katsuki después de lo sucedido, pero él se lanzó a la cama nuevamente y la tomó en sus brazos, abrazándola apretadamente y besándola. La miró sonriendo victorioso y le acarició la cabeza sin cuidado alguno.

La vida no es tan malaWhere stories live. Discover now