Capitulo 32: Amor

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-¡Debéis solicitar una audiencia! -Gilbert corrió tras el -¡Alexander!


Pero el le ignoro, empujo las puertas y entro en la sala. Los guardias le apuntaron con las lanzas y espadas.


-¡Quietos! -El rey alzo la mano


-¡¿Como osáis interrumpir a su majestad?! -Lord Henri lo miro furioso.


-Mi rey -Robert miro a su padre -Quizás sea conveniente escuchar lo que el Conde quiera decirnos.


-Pero mi señor, me habéis mandado llamar -Lord Henri frunció el ceño.


-Acercaos Conde de Winston -el rey hizo un gesto para que los guardias cerraran la puerta.


-Majestad, yo...-El Conde Sthorth lo miro decidido -Acompañare al Conde


-Está bien -el rey suspiro -¡Cerrad las puertas de una vez!


-¡Alexander! -y antes de ser cerradas, Eara las empujo adentrándose en la sala.


-Por todos los santos -El rey paso la mano por su rostro y al oír la risa de su hijo, giro el rostro y lo miro molesto.


-Lady Lancaster -Robert tosió levemente -Haced el favor de permanecer junto a vuestro tío, en silencio.


-Conde de Winston -el rey le señalo con la mano -Adelante.


-Os juro majestad, que he intentado hacer esto de la mejor manera -lo miro con decisión -Pero no permitiré que entreguéis en matrimonio a Eara a otro hombre que no sea yo. He querido respetaros, pero si me veo en la necesidad, seguiré la tradición de los clanes y raptare a mi mujer, llevándola a las Highlands y la hare mi esposa.


-¿Es eso una amenaza? -El rey alzo ambas cejas


-¡Amenazáis al rey! -Lord Henry lo señalo con los ojos entrecerrados -¡Jamás os llevareis a Lady Lancaster como un salvaje! ¡Ella es mi prometida!


-¡No volváis a decir eso! -Alexander se encamino hacia el, pero Gilbert le sujeto.


-¡Lo es! ¡Es mía! ¡Sera mi mujer! -Y Lord Henri sonrió con altanería.


-¡Te matare antes de que le pongas una mano encima! -Alexander se revolvía contra el Conde.


-¡Lady Lancaster será mi mujer! ¡Y no podéis hacer..:! -y antes de terminar, un puño se estrello en su rostro y se cayó de culo.


-¡¡Volved a repetir eso si os atrevéis!! ¡¡Gusano!! -Eara lo miraba furiosa, con el puño aun en alto.


-¡Ya basta! -El rey se levanto de su asiento, tratando de disimular ante la sorpresa de lo que acababa de pasar -¡Soy el rey! ¡Os exijo silencio o os mandare a los calabozos!


-Padre, creo que Lady Lancaster ha dejado clara su posición -Robert hablo, conteniendo una sonrisa.


-Lord Henri -El rey le miro suspirando -¿Estáis bien?


-Si majestad -el se incorporo acariciando su mandíbula.


-Bien -miro a Eara y después a Alexander, de nuevo a el -En vista de los acontecimientos, me veo en la necesidad de romper el compromiso establecido entre Lady Lancaster y usted.


-¡No puede hacer eso! -el apretó los puños


-¡Yo puedo hacer lo que desee! ¡Soy el rey! -y lo miro enfurecido.


-Si, majestad -bajo la vista -Disculpadme


-Conde de Winston -miro a Alexander -Os concedo la mano de Lady Lancaster, la boda se celebrara aquí en Palacio en dos semanas.



Y dos semanas más tarde, el Palacio amanecía revuelto, con multitud de invitados a la ceremonia en la que el príncipe Robert entregaría en matrimonio al Rubí, al Conde de Winston. En una ceremonia llena de protocolos y rodeados por aristócratas, Alexander y Eara se convirtieron en marido y mujer y ante el Rey se juraron lealtad el uno al otro.


Los Clanes fueron invitados a la ceremonia, pero solo Ewan estuvo presente acompañando a Javrik, Barón de Archivald, momento en que sería su primera aperción publica con su titulo.


En la alegría de la celebración, cuando Eara se retiraba a su habitación, para cambiarse, uno de los sirvientes le pidió que le acompañara. Y se sorprendió cuando la llevaron a una habitación, que solo era para el Rey.


Cuando entro en ella, observo sorprendida, el retrato que había sobre la chimenea. Si no fuera porque sabía que no podía ser, juraría que era ella.


-Siempre fue la mujer más hermosa de la corte -Eara se giro al oír la voz de su padre y le miro, el miraba el cuadro -A ella la llamaron el Rubí -la miro a los ojos -Y cuando se supo que eras su hija...-se acerco a Eara -Te pareces tanto a tu madre.


-Realmente la quiso -la tristeza se reflejo en su rostro.


-Nunca he amado a nadie más -volvió a mirar el cuadro -Ella se llevo mi corazón consigo. Lo siento, hija -y tomo su mano, sorprendiéndola -Cuando me aparte de su lado, deje de ser el hombre del que ella tanto te hablo. Perdí mi corazón y mi alma y me temo que ya no puedo recuperarlos. -coloco el diario en su mano -Deja que mis nietos crean en el hombre que ella describe, no en el rey que esta ante ti.


Y se giro y salió de la habitación, dejándola con las memorias de su madre en sus manos y con el retrato ante ella.  



LLEGAMOS AL FINAL DE LA HISTORIA, SOLO QUEDA EL EPILOGO,

QUE VENDRA LLENO DE SORPRESAS

El CondeWhere stories live. Discover now