Prologo

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No sabría exactamente como describir la situación. Mi mente no se hallaba en las condiciones adecuadas como para ayudarme al menos a pensar en otra cosa que no fuese el constante dolor que estaba sufriendo en la totalidad de mi cuerpo. Únicamente podía llorar e intentar suplicar por algo de piedad.

Aunque, sabía de sobra que mis palabras eran mudas ante sus oídos, y que, aun si me lograra al menos oír, poco le importaba lo que tuviese que decir al respecto. Era insoportable. Ya no lo podía aguantar, ya no quería...

Entonces, ¿Por qué seguía ahí? ¿Desde hace cuánto mis manos estaban encadenadas? Nunca me aferre a nada material, nunca me arrastraron a la dependencia de algo ni de alguien... ¿Por qué?

Por más que lo pensara, y por más que intentara encontrar una buena respuesta que se acomodara a mi favor, no había nada más allá de unas rudas manos sosteniendo mis muñecas firmemente contra la superficie suave de una cama, mientras que un cuerpo embestía al mío con fuerza, provocándome un dolor violento que se extendía a todas partes. Y, no importaba si cerraba los ojos con fuerza y pedía compasión, porque sabía que una mirada gélida se posaba sobre mi persona, mostrando algo más que simple lastima y burla.

Él sabía porque estaba suplicando. Le encantaba que lo hiciera, y mi subconsciente era lo suficientemente débil como para no negarse a sus silenciosas peticiones. Obligándome a mí mismo a reaccionar ante sus caricias, sus insultos, sus ojos y su persona en su totalidad.

Era repulsivo, eso lo entendía muy bien, después de todo, me lo había dicho repetidas veces durante todo ese tiempo en que llevábamos de conocernos, desde el instante en que nos habíamos encontrado. Desde el momento en que me había atrevido a abrir la boca, ignorando el sentido común de mi cerebro.

Nuevamente cerré los ojos, ya era casi insoportable el contacto que mantenía con su mirada, la cual, con cada noche que pasaba conmigo, se volvía cada vez más y más fría, hasta el punto en que realmente dudaba de si esos bonitos ojos castaños eran los mismos que miraban a todo el mundo con un brillo radiante y una sonrisa amistosa.

Quise suspirar, quizá para dejar salir algo de la tensión que me apretaba el pecho con rudeza o por el simple hecho de recordarlo sonriendo con dulzura, pero mi respiración errática y los sonidos vergonzosos que no dejaban de salir de mi garganta me impedían siquiera hacerlo, provocando que todo el dolor, acompañado de frustración y demás emociones, salieran de mí en forma de unas gruesas lágrimas que, inútilmente, intente ocultar.

Apenas la primera lágrima cayó, sentí en mi oído el sonido de una risa burlona y claramente satisfecha. Apreté los dientes, intentando contener una maldición que quería gritarle en el rostro. Aunque, rápidamente, estos se separaron, dejando escapar un pequeño grito al sentir una ruda mordida en mi cuello, provocando una herida profunda que no tardo en sangrar.

Lloré más, pero realmente no sabía si era por el dolor de sus dientes perforando mi piel, o por su sonrisa.

_Patético_Sus manos se aferraron a mi cintura, para luego dar inicio a una serie de embestidas rudas y certeras que me hacían perder el aliento a cada instante que pasaba, logrando que perdiera la poca razón que aún contenían los pocos balbuceos que escapaban de mi boca.

Me hubiera gustado escupirle un insulto en su cara. Pero, todo rastro de coraje en mí, se había ido al sentir como, con profundidad y algo de coraje, devoraba mis labios. Y literalmente lo hacía, ya que casi siempre sus besos consistían en más mordidas que en masajes suaves. Aunque, ese detalle ya poco me interesaba. Amaba sus "besos" sin importar que, al terminar uno, siempre quedaran mis labios hinchados o con algún corte sangrante.

Automutilación IndoloraWhere stories live. Discover now