En Alta Mar

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Soltó un resoplido al acercarse al espejo. Los hombres y sus prejuicios. ¿Tan difícil era creer que una mujer sabría manejar bien la espada y ser capitana de un barco? La cara de los españoles al descubrir que ella era la que manejaba el barco y la que los había vencido (había sido bastante fácil a decir verdad) le habían hecho romper a carcajadas en ese momento pero ahora solo le daban rabia.

Se puso las grandes argollas de oro y se acomodó el sombrero pirata en la cabeza asegurándose que el pelo no se le cayera a la cara estorbándola. Ya se había acostumbrado a llevar la larga y ondulada cabellera negra suelta y hasta disfrutaba cómo volaba con el viento cuando perseguían algún galeón o cualquier tipo de barco.

Tres característicos golpes a la puerta la sacaron de sus pensamientos.

-Esmeralda ¿está lista? Drake la espera para ver a los prisioneros.

-Dile que lo veré en cubierta.

Con paso firme salió del cuarto. La espada, amarrada a su cadera, golpeaba contra su pierna a cada paso. Sus hombres la miraban entre temerosos y admirados. Ellos tenían bien claro que ser mujer no la hacía menos. La conocían, así como a su manera de buscar y conseguir orden y de dirigir. Sus ojos azules, del mismo color que el mar que los rodeaba brillaban con fiereza.

-Trae al traductor -le ordenó a uno de sus piratas que pasaba a su lado.

Esmeralda se apoyó en el barandal y su mirada se perdió en el horizonte. Recordaba una y otra vez la cara del español, primero sorprendida, pero luego cargada de desprecio con el que la había mirado. A pesar de no saber su idioma recordaba perfectamente sus palabras. No había necesitado entender español para comprender que la había mirado así por ser mujer. Sintió una mano que la rodeaba por la cintura y se estremeció de pies a cabeza aunque se negó a voltear. Era obvio quién era. Hace unos meses eso le habría significado saltar por la borda o una buena cachetada como mínimo. Más aún por hacerlo en público. Ahora todo era diferente. Casi todo. Aún sentía esas maripositas en el estómago que la hacían sentirse vulnerable aunque su presencia la hiciera sentirse más fuerte. Drake se pegó a ella y rozando su oreja con los labios susurró:

-¿Por qué tan tensa preciosa?

-Sabes el porqué -contestó ella secamente rechinando los dientes e ignorando el escalofrío que su cercanía le provocaba.

-¿Quieres que lo mate?

Se giró rápidamente. Los ojos azules se clavaron en los negros que brillaban divertidos. Esmeralda sonrió complacida y lo golpeó juguetonamente en el pecho.

-Sabes que no es mi estilo.

-Lo sé -sonrió él burlonamente -tú eres capaz de obligarlos a regresarse nadando hasta España.

-A ver si así recuerdan que una mujer les ganó, voló su barco y les robó su tesoro -masculló como para sí misma.

Drake no dijo nada, sabiamente.

-Me encantaría ver cómo le cuentan eso al rey -continuó ella relajándose un poco y sonriendo divertida y ambos rompieron en carcajadas.

Él la tomó de la mano y acarició suavemente con el pulgar la cicatriz que ella tenía en su muñeca. Un carraspeo los hizo separarse.

-Capitana, el traductor.

Tras el enorme guardián de los prisioneros se encontraba un pequeño y viejo hombre que retorcía sus manos con desesperación y nervios. Esmeralda y Drake intercambiaron una mirada y se encogieron de hombros. Tenían que contentarse con lo que había.

-¿Habla usted inglés y español? -preguntó ella dando un paso hacia el atemorizado viejo.

El prisionero tembló sin atreverse a levantar la vista. Esmeralda soltó un suspiro.

-Mark, lleve a este hombre a uno de los cuartos y una vez ahí quítele la cadena. Cierre la puerta con candado de todas formas.

Girando hacia el señor una vez más lo examinó con la mirada.

-¿Entiende usted lo que he dicho? No quiero torturarlo hombre, sólo quiero que me diga lo que dicen mis nuevos prisioneros.

El viejito levantó la mirada hacia ella.

-¿No me matarán ustedes?

Drake notó cómo los músculos de los hombros de Esmeralda se destensaban y la tomó de la mano. Sintió como ella intentaba quitarla unos instantes para luego entrelazar sus dedos con los de él.

-No -aseguró ella con esa firmeza tan característica de su hablar.

-¿He de traicionar a los españoles contando sus secretos?

-¿Secretos? -inquirió la capitana.

Le hizo una seña a Mark para que dejara al viejo con ellos en la cubierta.

-Tesoros del Nuevo Mundo, indios, cuentos sobre los imperios hallados, chismes sobre los virreinatos, joyas...

-Hemos oído de eso antes -lo interrumpió cortantemente Drake.

-¿Es que no buscan los tesoros de las Nuevas Indias? ¿A caso no trabajan ustedes también para la reina de Inglaterra como el corsario Francis Drake?

-No trabajo para nadie -contestó de manera tajante Esmeralda.

-Sólo queremos poder comunicarnos con los cautivos.

-Oh bueno... -susurró el hombre pareciendo hacerse más viejo aún.

-¿Va a hacerlo o no? -resopló la pirata cruzándose de brazos y comenzando a impacientarse.

-No me queda mucha opción supongo...

-No, no le queda -respondió ella empezando a ponerse verdaderamente furiosa.

El viejo asintió retrocediendo unos pasos. Con un ademán, Esmeralda indicó que se lo llevaran. Ese viejo la había fastidiado en verdad. Al principio le había dado pena, pero luego solo había querido que contestara de una vez y luego cerrara su estúpida boca. Pateó un balde que encontró cerca y cerró los puños intentando calmarse. Sintió una mano apoyarse en su hombro.

-¿Qué quieres? -gritó al voltearse.

Drake ni se molestó en contestar. Sabía que ella era así y conocía su carácter. También sabía que no habría nada que la molestaría más en ese momento que decirle que se calmase. La miró fijamente a los ojos retándola con la mirada. Finalmente ella apartó la vista y giró la cabeza hacia el mar. Drake se acercó a ella. Acarició muy suavemente su mejilla con miedo a rasparla con sus ásperas manos por las sogas y peleas a espada. Esmeralda volvió a mirarlo. Se encontró los ojos negros y una vez más se sorprendió que no la mirasen con falsa comprensión sino manteniendo una mirada firme. Una vez más se preguntó cómo ese hombre podía amarla de esa manera teniendo ella el carácter que tenía. Soltó un suspiro botando toda la rabia.

-Perdóname. Ni se bien a qué se debió toda ese... espectáculo.

Él sí que lo sabía. Era culpa de ese español. La había ofendido y el fastidio por ello quedaría un largo rato con ella.

-¡Galera española a babor! -resonó el grito por todo el barco.

-¿Otra? -se preguntó Drake extrañado -es la cuarta que vemos esta semana.

- Y la anterior fue justo ayer -susurró Esmeralda también sorprendida.

Se giró hacia él.

-¿Tu crees que el viejo haya dicho la verdad? ¿Tu crees que esté pasando algo?

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