¿El joven Jouvelle qué?

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Después del termino de esa frase él me miro a los ojos directamente, y yo intente disimular mi miedo frunciendo el ceño. Por mas tiempo que viva aquí, jamas sería mi hogar, pero claro, no puedo decir mucho de casa y familia ya que solo tuve 5 años de experiencia sobre ese tema.

-Acompañen a la señorita a escoger su habitación- dijo el hombre refiriéndose a Oliver, el cual accedió muy entusiasmado, y a 2 de las mucamas. 

Recorrí más de 18 habitaciones diferentes, había otras 6, pero en cuanto vi la decimo-octava me di cuenta que era para mí.  Tenía un balcón que daba exactamente al jardín, una pequeña sala preciosa blanca con azul añil, que hacía juego con la cama adornada con un precioso juego y varios cojines, también tenia un enorme baño con tina, algo que soñé tener desde que tengo memoria. Estaba decidido, jamás saldría de esa habitación.

Les di instrucciones amablemente a Oliver y las mucamas de dejar mis pocas pertenencias en ese cuarto

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Les di instrucciones amablemente a Oliver y las mucamas de dejar mis pocas pertenencias en ese cuarto. Y ya que bastante sacrificio es ser una mercancía, decidí ponerme en mi posición de diva y me acosté en mi nueva cama mientras los demás hacían el trabajo. Ya que creí que todos se habían ido me percaté de que una de las doncellas no había salido de la habitación. Me levanté y la miré mientras solo se paraba en la esquina de la alcoba.

-¿Te puedo ayudar en algo?- le dije para saber por qué aún no me dejaba a solas. Tenía mucho que llorar aún y con ella mirando me sentiría un poco incomodo.

- Más bien yo a usted señorita Keyra. Soy su doncella personal, y estoy para servirle.-

- Pues por el momento estoy bien, puedes retirarte si gustas.- Aunque pensándolo bien... - ¡Espera!- le dije antes de que se fuera - Tengo algunas preguntas, ¿podrías respondérmelas?-

La joven parecía muy dulce, y automaticamente me transmitió confianza. Además de que se veía solo unos cuantos años mayor a mi edad; y me recordaba a Pollie, una de las chicas de mi CESI.

- Todo lo que usted guste señorita. ¿Le parecería bien si tenemos esta charla mientras le damos un baño relajante? Sé que el día de la subasta suele ser estresante y agotador. Permítame retirarle los ornamentos del cabello -

Vaya léxico para una dama de compañía. Esta señorita no parece para nada Europea, y si mis instintos no me fallan todo este lenguaje te lo enseñan en las Clases de Oratoria en las CESI. Estoy frente a otra chica mercancía. A pesar de que tengo muchísimas dudas sobre el tal Jouvelle ese, quisiera saber más sobre esta hermosa chica de cabello castaño, que aún ni sé su nombre.

- Disculpa, no pregunte cómo te llamas.- Le dije mientras me quitaba delicadamente las horquillas, pasadores y el tocado de mi cabello que ya estaban todos por ningún lado. Estaba sentada frente a un tocador con espejo, y de esta manera podía verle la cara ya que estaba detrás de mí.

- Mi nombre es Greta Pillaud, señorita.-

- Puedes decirme Keyra, o Key sin ningún problema. Si vas a ser mi compañía no es necesaria tanta formalidad, no soy de esas- Ambas soltamos una ligera risa.- Ahora dime Greta, ¿cómo es que una mujer tan bonita como tú terminó siendo mi dama de compañía?- Greta soltó un suspiro y miró al espejo frente a ambas.

- Pues de la misma manera que usted. ¡Disculpa! Que tú. La costumbre- lo sabía, mis sospechas rara vez fallan, y si alguien es experta de una mártir de la venta de mujeres soy yo. - Hace 2 años fue mi subasta. La verdad a mí me emocionaba mucho la idea de encontrar el amor, casarme, y llevar una vida soñada a lado de un hombre bueno; lástima que no me tocó así. Un coronel ya muy mayor me compró y durante un tiempo mi vida fue un infierno, y fue entonces cuando el joven Jouvelle...

En ese momento tocaron a la puerta y Greta fue a abrirla. Justo en la parte más emocionante de su historia, dejándome en completo suspenso. ¿El joven Jouvelle qué?

- Disculpa Greta - dijo otra de las mucamas - La señora Marya pidió que te llamara.

- En seguida vuelvo señorita. Mientras Catelyn le va a preparar la bañera.-

La otra señorita entro al baño y dejó el agua corriendo mientras la tina se llenaba. Y me ayudó a desvestirme, pero en completo silencio. Mientras yo me preguntaba muchísimas cosas sobre Ashton, Greta, y la vida que tuvo que llevar la pobre gracias al sistema.

C O M P R A D AWhere stories live. Discover now