DÍA 2: Capítulo 18

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Día 2

—¡David sos un hijo de puta! —exclamó enfurecido y molesto Manuel, sin importarle que la puteada caía sobre sí también.

No podía creer que el deficiente de su hermano mayor era capaz de poner una alarma a las cinco de la mañana en un domingo. Le propinó un golpe seco y certero en el estómago para luego dirigirse a su cama otra vez y derrumbarse sin más víctima del sueño pesado y delirante, consecuencias de varias cervezas con amigos, cinco choripanes con los del barrio y cumbia viejas.

—¡No me pegues pendejo del orto! ¿Qué querés que haga si me tengo que levantar temprano? —le reprochó David a su hermano que se hallaba guarecido entre sabanas y almohadones que le tapaban el cuerpo y la cara. Le pellizco con fuerza la cintura antes de marcharse a la cocina para desayunar.

—¡Mamá el anormal de tu hijo me pegó! —gritó Manuel con rabia y cierto dramatismo.

—¡Callate pelotudo cómo vas a gritar así! —le reprochó en los mismos tonos desde el pasillo. Llegó hasta la cocina y buscó en la heladera alguna cosa para arrancar el día. Ignoró los gritos de su madre donde reprochaba las horas matutinas, excusándose con trabajo y los apercibimientos de su adormilado viejo que amenazaba con castigos un tanto incoherentes y congestionados por el sueño.

Prefirió no prestarles atención. Aquel día no tenía paciencia ni para Manuel, ni Josefina, ni sus papás y ni su abuelo. Nada. Preparó unos mates que sabía, a leguas, no lo iba a terminar. Sentía su estómago apretado. Todo lo que su cabeza pensaba se manifestaba en su apetito. Escaso. No podía dejar de pensar en aquel sábado problemático. En el primer día de esos sietes de voluntariado. Demasiado tuvo que ver y sentir en tan poco tiempo. No había forma de pensar en otra cosa que no fuera Micael. Su cara amoratada, la boca partida, la manera en que rengueaba. No le entraba en la cabeza tanta violencia. Tanta obsesión. Le costó admitir que tenía miedo. Temía por el mellizo. Tomó un mate que le supo desabrido y algo agrio, buscó el control y prendió la tele.

En el noticiero hablaban del temporal que atacaba a su región, de las precipitaciones abundantes, de los refugiados, del agua. Las placas rojas de aquel canal le dieron gracia y bronca. "Desastre natural", "Pasados por agua", "La ciudad más afectada se viene abajo", "La gente horrorizada no sabe qué hacer". La situación era complicada, totalmente cierto pero la intranquilidad y el caos que difundía el medio más sensacionalista del país no era más que un anhelo de algún fanático de tramas distópicas. La banda sonora de Requiem for dream acompañada por las imágenes de lanchas en plenas avenidas reconocidas de su ciudad, los techos de ciertas instituciones que servía como piso por el exceso de agua, le resultó oportuna. Dramática y ridícula.

Miró el reloj empotrado en la pared despintada y llena del moho del comedor. Cinco y cuarto le dijeron las agujas. Tragó con fuerza y tomó su celular. Lo prendió y al instante las infinitas notificaciones reverberaron con fuerza y con estruendo. Al otro lado desde el pasillo que llevaba a las habitaciones escuchó las quejas de su hermano. "Bajá esa mierda, te voy a quemar ese teléfono", lo amenazó el adolescente que todavía no lograba encontrar el sueño por los ruidos que hacía David. Debía ser el único ser levantado a las cinco y pico de la mañana con cero de alcohol y otras sustancias en sangre por aquellos momentos.

Sin duda habría gente despierta apenas salir a la calle, pero personas amanecidas, retornando a sus casas o por encaramarse a algún after. Anoche David dijo que no a cada propuesta que le hicieron sus amigos del club, del barrio o de la escuela. Tuvo que cerrarle la puerta en la cara a Federico que se empeñaba en arrastrar al castaño a alguna juntada, previa o al boliche en cuestión. David no quería saber nada. Prefirió resguardarse en su casa a tomar un fernet con el abuelo y acostarse a dormir relativamente temprano. No quería saber nada del exterior. Desconocer dramas de novios enfermos de celos, posesivos y violentos. No quería recordar las negativas de Micaél frente a denuncias. Tampoco pensar en lo último que ocurrió con el mellizo.

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