10. Bugs en Bugs con Bugs

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— ¡Bugs, ya casi te toca! — me avisa Quentin dando golpes a la puerta. 

— ¡Tráeme mi ropa, animal! 

La puerta se entre abre y Quentin asoma la cabeza. 

— ¡No me veas, inútil! —  le grito escondiéndome en un vestidor. 

— Detrás de ti, Bugs. Sales en cinco. 

— ¿Qué? 

Cierra la puerta.  Suspiro con frustración y volteo hacia atrás. Y entonces lo veo. Ni siquiera había notado su presencia, pero me espera en silencio, observándome. En cualquier otro momento me habría dado gusto encontrarlo, pero ahora siento que lo odio. 

Una enorme botarga de Bugs Bunny, con la camiseta de la escuela. 

Me prometo hacer sufrir a Quentin después de esto mientras me pongo la botarga. Cierro el zipper tras mi espalda y luego me pongo la cabeza del conejo. 

  — Te odio, Quentin — declaro. 

La puerta se abre y  entra Will. 

  — Oye, amigo, ya te toca. 

No sabe que soy yo. 

Suspiro y bajo los hombros de camino a la puerta. Los odio a todos. 

Cuando salgo, las porristas ya están formadas, listas para pasar. También las odio a ellas. 

El equipo de basket me observa, riéndose en silencio. No están exentos de mi odio. 

— Bugs, Bugs, Bugs, Bugs — dicen a coro cada vez más fuerte. 

Veo que Will le pregunta algo a Quentin, pero este sólo sonríe, le da una palmada al hombro  y se va a saludar a Harry Styles. ¿Por qué ese sigue aquí? 

De pronto las porristas empiezan a salir hacia la cancha. ¿Qué hago? ¡No practiqué! Miro a Quentin, él me hace una seña para que las siga. Doy un brinquito de coraje y corro detrás de ellas, agitando los brazos y haciendo las cosas —fáciles y no mortales —que suele hacer la botarga. Animo a la gente a que aplauda, brinco hacia los espacios vacíos de las primeras gradas, despeino a los espectadores. Me siento ridícula. No esperaba que viniera tanta gente. 

Quentin me alza un pulgar desde la entrada, a lo que yo respondo dándole la espalda y sacudiendo el trasero de izquierda a derecha. Es una suerte que el público no sepa quién soy, aunque para este punto eso ya no importa. Nadie me vería, aunque no usara un traje de conejo. 

Los siguientes minutos pierdo la noción de lo que hago. Me muevo al son de la música y los aplausos a la vez que las porristas hacen sus piruetas. Candace está ahí, agitando pompones y dando triples giros con vueltas mortales. A ella le queda genial esa falda. Yo sigo sin poder subirla más allá de mi cadera. 

El locutor anuncia al equipo, y a continuación entra Quentin liderando a sus compañeros. Will y Harry Styles vienen tras él, después la bola de mastodontes. 

Para cuando empieza el partido ya siento que me deshidrato. Me sudan partes del cuerpo que no sabía que podían sudar. Soy un pastel en el horno; la lava de un volcán. 

Finalmente termina el partido, ¡ganamos por cuatro puntos! Estoy por ir a sentarme cuando recuerdo que yo soy quien debería festejarles. Gruño para mis adentros y luego corro a saltar entre los integrantes del equipo mientras las porristas agitan sus pompones y sus faldas diminutas. 

  — ¡El conejo quiere volar! — grita alguien del equipo. 

A punto de festejar eso, recuerdo que yo soy el conejo, y al conejo no le gusta volar. Pero ni siquiera me dan tiempo de correr; alguien me toma de los hombros y a continuación estoy tendida sobre los brazos de los miembros del equipo. 

¿Y si Wattpad Fuera un Chico?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora