10. Bugs en Bugs con Bugs

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Creía que tener una madrastra sería muy al estilo Disney:  ella siendo una bruja malvada y abusiva. Estaba equivocada. 

¡Palmer es genial!

Bueno, tal vez lo diga porque no tengo con quién compararla, pero ahora que he pasado con ella toda la tarde, puedo afirmar que mi papá no pudo conseguir mejor esposa, y estoy feliz por ello. 

Puedo hablar con ella de lo que sea, y no me da un sermón de vida cuando le cuento un chiste. 

Mientras hablo con ella intento averiguar cómo conoció a mi papá y todas esas cosas que en realidad nunca viví pero que según el resto del mundo, sí. 

Se conocieron de la forma más cliché del mundo adulto: ella le robó el taxi en cierta ocasión y después el universo decidió ponerlos en el mismo lugar todo el tiempo, siempre en forma competitiva gracias a sus empleos. En fin, las cosas pasaron y se enamoraron. 

Es una historia aburrida, como sacada de una película de esas en las que te duermes. Pero da igual. Aparentemente papá es muy romántico. 

***

— ¡Vamos, liebres! — grita la entusiasmada multitud desde las gradas. 

—Hey, Bugs — me saluda Quentin dándome un leve empujón — ¿Y tu botarga? Ya casi es hora de salir. 

—Sí, lo pensé mejor y decidí que no quiero entrar en un esponjoso ataúd sudado. 

—¿Ataúd? 

—¡Esa cosa huele a muerto! 

Los chicos que están cerca se ríen indiscretamente. 

— Sólo es por un rato — insiste Quentin —. Además hiciste un trato. 

— Pues retiro lo dicho. 

—Bugs, no me hagas llamar a Harry. 

  — ¿Qué Harry? 

  — El loco Styles. Anda por ahí fulminando gente con la mirada. Supongo que no quieres que te fulmine, ¿verdad? 

Eso me hace recordar la vez en que Roy y yo fuimos a la alberca y yo intenté empujarlo gritándole "¡Legión doce, fulminata!", pero me resbalé y se me salió un pedo mientras caía. Luego a Roy se le salió otro de la risa. 

— ¡Pero esto es un abuso! — grito — No puedes obligarme. Prefiero usar la falda de porrista y agitar un pompón. 

Parece ser precisamente lo que este zopenco esperaba escuchar, porque su rostro se tuerce en una malvada sonrisa que me hace pensar en Pennywise. 

  — Si eso quieres...

Truena los dedos y los mismos sujetos que encerraron a Roy en el casillero y lo colgaron en el asta, me toman por los hombros y me conducen a los vestidores de chicas. A continuación me encierran en uno de estos y los escucho chocar las manos y llamar a una tal Candy para que me traiga el traje especial. Una falda más pequeña que el cerebro de Quentin cae sobre la puerta, seguida por un top del tamaño de mi paciencia. 

¡Esto le queda a Firulais, el perro de Quentin! Qué vergüenza. 

Trato de vestirme lo más rápido posible, pero la falda no me sube más allá de la cadera, y la blusa me queda como pechero. 

Decido que no gastaré la poca dignidad que me queda, con esto. Así que me volteo para tomar mi ropa, pero esta ya no está. 

  — ¡Hey! — grito — ¡Traigan mi ropa! 

Se escuchan risas desde los pasillos. 

Llena de coraje, me aseguro de que no haya nadie más aquí y salgo a verme en el espejo. El top apenas alcanza a cubrir mi pecho y mi trasero se asoma por debajo de la falda.  Papá se infartaría si me viera así. No, definitivamente no saldré. 

¿Y si Wattpad Fuera un Chico?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora