Parte IV

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Todo iba de maravilla. Por la mañana, desayunaban juntos mientras se dedicaban grandes sonrisas, luego LuHan besaba a su novio antes de verlo partir hacia el trabajo; asistía a las clases de la universidad, y por la tarde, cuando ya estaba en casa, ordenaba un poco para cuando regresara SeHun. 

El menor llegaba cansado a su hogar, pero se animaba cuando veía a LuHan esperándolo en la puerta con una brillante sonrisa de bienvenida. Y luego de una pequeña sesión de masajes, SeHun ya se sentía como nuevo para preparar la cena. 

El de cabellos dorados notaba el esfuerzo de su pareja al dejar los platos perfectamente ordenados. Y de vez en cuando soltaba una pequeña risa al ver las expresiones de su novio cuando se frustraba por cosas tan mínimas.

—Oye, chico fanático de la perfección, ¿por qué no vienes y comemos ya? 

—Un minuto. Ya casi termino.

SeHun reordenó los platos, porque algo no estaba calzándole, hasta quedar completamente satisfecho. Y cuando se dirigió a la mesa para al fin comer, la comida ya estaba algo fría, sin embargo, LuHan comió sin comentar algo al respecto.

—Está realmente delicioso.

—Creo que le faltó un poco de sal —se quejó SeHun—. Y está fría.

—¡Para nada! Está estupendo. Además, consumir demasiada sal hace mal.

SeHun movió ligeramente su mandíbula y suspiró, antes de resignarse a comer lo que a él le parecía la peor comida que había preparado en toda su vida. Su trastorno parecía empeorar.


Tiempo después, LuHan estaba preocupado. SeHun había estado llegando tarde a casa, y algunos días se encerraba en su estudio hasta las dos de la madrugada. Aunque LuHan intentara acostarse temprano, no era capaz de dormir siquiera un minuto debido a la preocupación. A veces bajaba las escaleras hacia el sótano sólo para asegurarse de que SeHun se encontrara bien, porque le parecía que estaba demasiado estresado. Y cuando al fin sentía su peso por el otro lado de la cama, podía dormir tranquilo.

SeHun estaba recibiendo cada vez más trabajo de la empresa, tanto que debía llevar parte de éste a casa y terminar todo para el día siguiente, así su jefe se llevaba una buena impresión de él y obtenía más probabilidad de conseguir un aumento. Decidió consumir sustancias que le ayudaran a no dormir para rendir en el trabajo, porque la cafeína ya poco efecto le estaba haciendo, y se mantuvo hasta altas horas de la noche ilustrando para la revista.

LuHan se sorprendió cuando al día siguiente no vio a SeHun a su lado. Con desesperación, bajó hacia el sótano para encontrarlo dibujando en su gran tableta.

—¿SeHun? —lo llamó con cuidado, mientras se acercaba sigilosamente—. ¿No fuiste a dormir anoche? —Sus ojos se desviaron inevitablemente hacia el escritorio del lado, donde había un gran desastre.

—Tengo mucho trabajo. No quiero que me molestes.

LuHan asintió con intranquilidad y se retiró del estudio para ir a prepararle algo de desayuno a SeHun. Pero su pareja nunca subió a comer, así que, con temor, volvió a bajar para anunciarle que era hora de que fuera a trabajar. SeHun reaccionó inmediatamente, guardó todo lo necesario para el trabajo y corrió escaleras arriba, sin siquiera haberse dado una ducha o masticar algo de pan para no sentir el estómago tan vacío. Y aquella se convirtió en la más cruda rutina de Oh SeHun, el ilustrador de la tan reconocida revista D&I.

Hacia el quinto día, su cuerpo estaba tan cansado que comenzó a alucinar. El terror de LuHan inició cuando SeHun le comentó que veía hormigas caminándole por los brazos, y se rasguñaba la piel hasta hacerse daño. LuHan le sugirió que dejara de consumir aquella droga que le estaba arruinando la vida y visitara a un médico, pero SeHun enfureció tanto que empujó a LuHan, haciendo que cayera al suelo.

Cuando logró canalizar su ira horas más tarde, se refugió en el cuello de LuHan mientras lloraba.

—Lo siento, LuHan, estoy muy cansado. De verdad, lo siento mucho, no quería hacerte daño.

—Entonces ve a ver un médico, ¿sí?

—Está bien, lo haré...

—Y llama a la revista para decirles que necesitas unas vacaciones.

—LuHan, no puedo. Es mi trabajo; gracias a él vivimos. Y apenas llevo unos meses trabajando en esa empresa, no puedo simplemente pedir vacaciones.

—Exactamente. ¡Llevas apenas unos meses y ya estás en este estado! —chilló LuHan con desesperación.

—¡No puedo exigir vacaciones!   

—Entonces renuncia. Busca un lugar donde la paga tal vez sea menor, pero donde puedas vivir realmente. ¡Ésto no es vida, SeHun!

—No, no me pidas eso. Sabes que el trabajo que más esperaba obtener era éste.

—Dime, ¿lo estás disfrutando? 

SeHun enmudeció, mientras se restregaba el rostro con sus palmas. Estaba comenzando a tener fuertes dolores de cabeza.

—Elige: pedir vacaciones o renunciar —continuó LuHan con voz autoritaria, al ver que su pareja no contestaba.

—Está bien, está bien. Llamaré a mi jefe y le pediré unas vacaciones. Cálmate, ¿sí? Siento que me explotará la cabeza.

LuHan negó de forma desaprobatoria y se alejó de SeHun.

—Iré a hacer algunas compras y regreso. Cuídate. 

—Como quieras —gruñó con molestia.

Y cuando LuHan se fue, tomó su teléfono celular para llamar a su jefe y coordinar alguna especie de acuerdo. Solicitó algunos días de descanso, excusándose con una gripe que había cogido, pero que estaba dispuesto a trabajar en casa. Su jefe no iba a perder al mejor ilustrador que había tenido en años, así que aceptó. 

En cuanto colgó, cerró la puerta del sótano con llave y se llevó unas cuantas pastillas más a la boca para continuar trabajando.

  

Mótè | HunHan [Completa]On viuen les histories. Descobreix ara