Parte III

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Temprano por la mañana, SeHun recibió una llamada de la revista D&I, a la cual había postulado para el puesto de ilustrador en una de sus visitas a la capital.

Lo esperamos el lunes, a primera hora del día, para que comience a trabajar.

Su felicidad era incalculable, pero una vocecilla en su cabeza interrumpió su dicha: LuHan. Él no podía simplemente irse a Seúl y dejar a su novio en Daegu.

El día viernes, después de las clases de LuHan, se reunieron en la misma cafetería de siempre. SeHun tomó las manos del joven entre las propias; su semblante permanecía serio, y LuHan parecía preocupado por la expresión del menor. 

—LuHan, cariño... 

El silencio interminable de SeHun le provocaba escalofríos al mayor. Cada segundo que pasaba, más nervioso se sentía.

—Me aceptaron en D&I.

Los expresivos ojos de LuHan se iluminaron por completo de felicidad, pero SeHun aún parecía estar en otro mundo.

—¿Por qué estás tan feliz? Significa que yo me iré a Seúl.

—SeHun, ya hablamos de ésto... —El mayor se removió incómodo sobre el asiento y, lentamente, apartó las manos de su pareja—. Dije que podía esperarte.

—Pero yo no quiero dejarte aquí. ¿Por qué no vienes conmigo?

—Porque tengo una carrera que terminar.

—Puedes ingresar a la Universidad Nacional de Artes de Seúl. Si es dinero lo que necesitas, voy a ayudarte con eso, pero no te quedes en Daegu. Por favor.

—SeHun... Déjame acabar con lo que comencé.

Pero a LuHan parecía no importarle terminar realmente su carrera universitaria en Daegu. No. Él esperaba algo más de parte de SeHun para aceptar su invitación. 

—LuHan, quiero que vivas conmigo en Seúl.

—No es tan fácil como crees, SeHun. Los papeleos para el cambio de universidad, encontrar un apartamento o una casa que se ajuste apropiadamente a nosotros y que no sea costosa, el camión de mudanzas...

SeHun calló cortésmente a su novio con un cálido beso. Sólo fue un roce de labios, pero LuHan pudo sentir cómo una ola de ondas electrizantes viajaban desde su nuca hasta la punta de sus pies.

—No puedo asegurarte que lo nuestro va a funcionar. No puedo asegurarte que seremos felices por siempre. No puedo asegurarte que te amo, porque ni de eso estoy seguro, pero sé que lo haré porque eres alguien increíble. Lù Hán —pronunció en un extraño acento, y el mayor no pudo evitar reír—, vivamos juntos en Seúl. Haré lo posible para provocarte sonrisas. Haré lo posible para darte una buena vida. Haré lo posible para enamorarte cada día.

»Cerraré mis ojos y extenderé mi mano. Si aceptas ir conmigo a Seúl, entonces coge mi mano. Si te vas, lo tomaré como que decides quedarte.

LuHan curvó sus labios en una inevitable sonrisa y apreció el rostro sin expresión de SeHun, quien se mantenía esperando por alguna respuesta de su parte. 

El mayor se levantó de la silla, empujándola hacia atrás lo más ruidosamente posible. El entrecejo del chico pelinegro se arrugó y pudo sentir cómo su corazón dolía; abrir sus ojos y no encontrar al chico de cabellos dorados frente a él iba a ser como estar en el mismísimo infierno.

LuHan se acercó a SeHun con tranquilidad y acercó su rostro al oído de éste. El pelinegro pudo sentir la presencia y el exquisito aroma de su novio.

—Llévame a casa, necesito comenzar desde ya a empacar mis cosas.

Si LuHan tuviera que describir la expresión de SeHun en esos momentos, diría que era, simplemente, la más hermosa obra de arte.


Hacer los trámites de cambio de universidad no fue tan difícil como la pareja de jóvenes creía. La señorita de administración trató muy gentilmente a LuHan y le deseó buena suerte en la reconocida universidad de la capital.

Por su parte, SeHun ordenaba desde Daegu a los empleados que trabajaban en la construcción de su nueva casa en Seúl, la cual había sido costeada con el dinero de la herencia de su difunto padre.

—¿Estás seguro de ésto? —preguntó SeHun cuando el mayor salió de la oficina de la universidad.

—Completamente.


Una cuadra antes de llegar, SeHun cubrió los ojos de su novio, con sus manos, mientras eran llevados por un taxi hacia la dirección de su nueva casa. 

—¿Estás preparado?

—No, estoy nervioso.

El menor guió a LuHan hacia el interior y se detuvo en medio de la sala de estar, donde descubrió sus manos del fino rostro de su pareja, permitiéndole apreciar su alrededor.

—Es...

—¿Qué te parece?

—Es la copia exacta de tu casa en Daegu —contestó, observando la estructura de la casa, los muebles perfectamente distribuidos, el color de las paredes, los cuadros decorativos y los adornos; todo era igual, pero aquello no importaba.

—No exactamente.

SeHun tomó el pequeño cuerpo de LuHan por los hombros y lo guió hacia una puerta inexistente en la antigua casa.

—Cierra tus ojos, Han —susurró suavemente en su oído, haciendo que éste se estremeciera.

Una elegante habitación para dos personas, todo decorado de forma acertada, y una acogedora cama para ambos. LuHan tembló con el solo hecho de pensar que comenzaría a dormir con ese hombre tan atractivo que tenía como novio.

—Es fantástica...   

—Y eso no es todo. ¿Recuerdas cuando dije que, si llegábamos a una octava cita, te mostraría mis trabajos?

—Sí. Aún no me los muestras.

—Pues ahora tengo el gusto de presentártelos. Tengo un lugar especial para ellos. Ven, sígueme —ordenó SeHun con gentileza mientras tomaba la mano de LuHan.

Al final del corredor semi-oscuro se encontraba una puerta que los dirigía hacia el sótano de la casa —lugar que tampoco existía en la antigua casa del pelinegro—, y cuando acabó de bajar las escaleras, presionó un gran botón que dio vida a toda la habitación con un montón de luces blancas.  

—Te presento mi estudio.  

—Wow... —emitió LuHan luego de haberse quedado sin aire por algunos segundos. 

Algunas obras de SeHun se encontraban colgadas en las paredes, perfectamente distribuidas, y otras las exhibía en grandes caballetes de trípode. 

LuHan avanzó y observó detenidamente cada pintura, de vez en cuando haciendo ruidos con la boca que hacían sonreír a SeHun, hasta que finalmente llegó a un caballete cubierto con una tela.

—¿Por qué éste lo tienes oculto?

—Porque es una sorpresa para ti.

Cuando SeHun dejó al descubierto su última obra, LuHan no pudo aguantar las lágrimas y las dejó caer por sus mejillas. 

—Me has... Me has retratado —pronunció con dificultad, antes de llorar casi desgarradoramente. SeHun se acercó para abrazarlo, y cuando pudo tranquilizarse un poco, continuó—: Es lo más hermoso que me han obsequiado en la vida. Gracias, SeHun.

Ambos durmieron con grandes sonrisas en sus rostros y muy acurrucados bajo las sábanas, aunque el clima estaba comenzando a mejorar y las temperaturas a subir. Y sin aún dedicarse un «te amo», podían sentir que eran amados por el otro; eso bastaba para llenarles el alma de felicidad.






Mótè | HunHan [Completa]Where stories live. Discover now