Capítulo V

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El trabajo en el hospital era agotador. Día a día el cansancio se acumulaba, la doblegaba y, finalmente, al terminar la jornada, la liberaba. Aún así, a ella le gustaba lo que estaba haciendo, aunque eso supusiera sufrir mucho y disfrutar poco.

Rocky recorrió el pasillo central del hospital tarareando algo parecido a una canción. Bajo sus ojos, unas inmensas ojeras hacían justicia al escaso descanso que había tenido la noche anterior. Por más que lo había intentado no había conseguido relajarse, ni dejar de pensar en qué estaban haciendo con su vida. Ella, al menos, era honesta consigo misma y reconocía que tenía lo que había buscado. Anna, en cambio... era otro cantar. Uno pésimo y agobiante. Uno triste y lleno de melancolía. Uno que no tenía fin, ni remedio.

Suspiró profundamente al recordar a su hermana. La noche anterior se habían hecho daño, sin necesidad. Reconocía que parte había sido su culpa, por no ser tan paciente como lo era antes, cuando llegó, pero, a veces... la situación y el estrés podían con sus ánimos. Era patético, pero real.

—¿Rocky?

Dio un respingo y levantó la cabeza, sorprendida. Lo primero que vio fue una leve sonrisa, acompañada de un gesto tímido y lento. Después reparó en su ropa, limpia y mucho más informal, y en su pelo, que seguía igual de despeinado que la noche anterior.

—Enzo...

—Quería disculparme por todo —interrumpió y esbozó una sonrisa culpable—. No debería haberme marchado sin darte una explicación. Sobre todo porque intentabas ayudarme.

—No te preocupes, entiendo que tuvieras cosas que hacer —acertó a contestar y sonrió, amablemente—. ¿Se arregló, fuera lo que fuera?

Enzo se encogió de hombros y suspiró, dramáticamente.

—Creo que esas cosas nunca se arreglan. Pero estoy en ello, Rocky, estoy en ello.

—¿Quieres hablarlo? —Rocky sacó el móvil de su bolsillo, comprobó que a su descanso aún le faltaba media hora para terminar y sonrió—. Tengo media hora.

—¿Quieres un café? —preguntó él, con suavidad, e hizo un gesto para que ella tomara la delantera.

—Quizá incluso dos —Rio ella y echó a andar hacia la salida del hospital.

No dijeron nada mientras caminaban. Él iba absorto en sus pensamientos, a pesar de que sonreía con calidez a quien le saludaba por los pasillos. Al parecer, Enzo llevaba allí el tiempo suficiente como para que se le conociera.

La luz de la mañana les hizo entrecerrar los ojos a ambos, durante el tiempo que dura un suspiro.

Rocky gimió, estornudó sonoramente y se giró para quedar de espaldas al sol. Tras ella, Enzo sonrió, tiró de su cuerpo con suavidad, la giró y se colocó delante. El sol desapareció casi por completo.

—¿Mejor?

Ella rio al notar su gesto, a la par que su corazón se apresuraba a emitir latidos nerviosos. Sonrió brevemente y asintió, mientras se apoyaba en la pared blanca del hospital.

—Imagino que no fumarás —comentó Enzo y sacó un cigarrillo del paquete recién abierto. Dudó un momento y sacó otro—. Pero mi deber como caballero es ofrecerte uno.

—Pues te has equivocado —contestó Rocky a su vez y aceptó, con un cantarín <<gracias>>—. El café puede esperar un momento.

Él asintió, mientras dejaba que el humo raspara su garganta. Se quedó en silencio un momento, mientras esperaba a que ella encendiera el suyo. Sin embargo, su mente no tardó en abandonar ese instante para perderse en otras turbulencias, en otros momentos que de dulces, resultaban horriblemente tentadores... e imposibles.

La muñeca tatuada (COMPLETA----- Historia Destacada Abril 2018)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora