Capítulo 14

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Elizabeth

Acabamos de dejar a Evan en su edificio, ahora vamos camino a casa. 

—¿Qué fue eso de "tendrá que ser otro día"? —pregunta Isabelle haciendo una mala imitación de mi voz. —Además, he conducido tu auto en otras ocasiones y no hubo problema con ello —continúa.

Se ha pasado al asiento del copiloto luego de que Evan se bajó. Lo que dice es cierto, la verdad es que no tengo problema con el hecho de que conduzca mi auto, la razón por la cual le dije a Evan esa excusa fue porque me pareció muy extraño lo ocurrido con su auto. Teniendo en cuenta mis conocimientos, por lo que pude observar las gomas del vehículo estaban nuevas, además, contando el tiempo que estuvimos en el restaurante, se desinfló muy rápido. Sinceramente no creo que haya sido el trozo de algún vidrio, sólo lo dije porque se veía bastante confundido, seguramente analizó lo mismo que yo. Algo no cuadra, o quizá solo sean imaginaciones mías.

—Lo sé —contesto en un suspiro. 

En realidad, tenía muchas ganas de quedarme con él ésta noche. Sólo espero que no sea uno de esos famosos empresarios que todos los malos buscan para asesinarlo, porque eso sería demasiado. 

—No contestaste a mi pregunta —dice Isabelle como niña pequeña.

Desvío mi vista hacia la derecha para observarla y está de brazos cruzados. Comienzo a reír por lo divertido de la situación y ella se une a mis risas, tal y como le dije a Evan, no sé que haría sin mi hermana.

***

Lo primero que hice al llegar a casa fue darme una larga ducha para relajar los músculos que se encontraban algo tensos, ahora estoy acostada en mi cama observando el techo, pensando que podría estar con él en este momento, con eso en mente no sé en que momento me duermo, pero lo que sí sé es que despierto por el dolor de un fuerte golpe en la cabeza.

¡¿Pero qué...?!

Abro los ojos sobresaltada y observo a mi alrededor, me tranquiliza saber que por lo menos estoy en mi habitación. Frente a la puerta me encuentro con la cara de disculpa de mi mejor amiga. 

—Lo siento, no creí que acertaría el tiro, sabes que tengo mala puntería —dice acercándose lentamente hasta quedar al lado de la cama. 

—¿Qué me lanzaste? —pregunto incorporándome. Debió ser algo muy duro teniendo en cuenta el dolor que siento en el lado izquierdo de la frente.

—Mi celular —dice y sonríe fingidamente. 

—¡Estás loca! ¿No podrías haberme lanzado una almohada como cualquier persona normal haría? —en verdad está loca. Por poco y me da en el ojo, luego tendría que andar en la calle con un ojo golpeado. 

—¡No creí que fuera a darte! —se excusa. 

Comienzo a buscar sobre la cama el famoso aparato hasta que finalmente lo encuentro entre las sábanas. Lo tomo y se lo extiendo hasta su dueña. 

—Espero que no se te ocurra hacerlo de nuevo —digo a modo de advertencia. 

—Descuida —dice tomándolo con una sonrisa en el rostro y luego se sienta a mi lado.

—¿Qué hora es? —pregunto observando por la ventana, el sol se encuentra alto en el cielo pero yo siento que he dormido cinco minutos. 

Barbara observa la pantalla de su móvil y contesta. 

—Once y diez de la mañana. 

Abro mis ojos ampliamente, ¡He dormido mucho! Salto de la cama poniéndome de pie rápidamente lo que me provoca un leve mareo, logro recomponerme y busco en el armario algo que ponerme. 

Tú, mi segunda oportunidad © Donde viven las historias. Descúbrelo ahora