Capítulo 11

760 90 11
                                    

—¡Papi! —exclama Nathan y corre hacia su padre para abrazarlo.

—¡Campeón! —dice Dante, se agacha para quedar a la altura del pequeño y lo alza en brazos. 

—Eli tiene un amigo y se llama Evan —dice el niño.

Nota mental: los niños cuentan todo, no hay que darles mucha información, solamente la necesaria. 

Me pongo de pie y me encamino hasta ellos, Dante me observa alzando una ceja. 

—Acaba de comer, aun no lo he bañado porque ya sabes... llegas temprano —le informo. 

—Está bien, Alicia se encargará de eso. Quiero hablar contigo antes de que te vayas —dice y se dirige a la habitación de Nathan con él en brazos. Yo voy tras ellos en busca de mi bolso.

Cuando ingreso ambos se quedan callados y me observan, yo tomo lo que vine a buscar y me despido del pequeño. Comienzo a caminar hacia la puerta principal sintiendo los pasos de Dante a mis espaldas. Cuando salgo al exterior el sol aun se encuentra alto en el cielo y debo cerrar un poco mis ojos por la claridad que me rodea.

—¿Qué es eso de "amigo"? —suelta de repente haciendo comillas a lo último. 

¿De qué me perdí? Entiendo que puede estar un poco enfadado porque él siempre me confía sus problemas y más cosas, en cambio yo no, pero eso no le da el derecho de venir a usar ese tono de reproche porque mi vida privada es más allá de esta relación jefe-empleada.

—Un amigo, ¿Acaso tú no tienes? —pregunto haciéndome la obvia.

—No llevarás a mi hijo a conocer a nadie —dice firme sin contestar a mi pregunta.

—Nunca dije que lo haría —lo miro desafiante. Nunca me deje amedrentar por nadie y no comenzaré ahora. Que sepa que no tiene porque hablarme de esa forma siendo que solo trabajo para él. Además, ¡nunca mencioné algo por el estilo!

—Elizabeth... —dice y extiende su mano para tomarme del brazo pero yo soy más rápida y me muevo alejándome. 

—Nos vemos el miércoles —digo y doy media vuelta para marcharme. 

Camino hacia el auto y cuando abro la puerta una mano se posa sobre ésta y la cierra de golpe.

—¡¿Pero qué te pasa?! —grito, en parte por el susto y en parte porque si llega a romper mi auto, le romperé la cabeza y no bromeo.

—No quiero que descuides tu trabajo por esos amiguitos con los que te relacionas —dice serio. 

Nunca lo había visto de esta forma y nunca me había hablado así. Coloco los dedos en el puente de mi nariz, esta situación me está estresando.

—Dante, siempre tuve amigos y siempre hice bien mi trabajo así que te recomiendo que te alejes de mi auto porque quiero ir a mi casa —digo cansada. 

—Es por él, ¿verdad? —pregunta con una mirada más calmada.

Juro que si no se aleja de aquí, terminaré golpeándolo. El único motivo por el cual aún no lo he hecho es porque sigue siendo mi jefe.

—Te prometo que no descuidaré el trabajo, ahora, si me disculpas... —digo señalando la puerta donde aún se encuentra posada su mano. 

Él sin decir una palabra finalmente se aleja, dejándome el camino libre. Antes de que cambie de idea me subo al auto y salgo disparada hacia mi casa. ¡Hogar dulce hogar!

***


Al llegar, entro rápidamente y subo corriendo las escaleras hacia mi habitación. Aún estoy un poco confundida con respecto a la reacción de Dante, sabe que nunca descuidaré a Nathan. Se comporta peor que mi padre.

Tú, mi segunda oportunidad © Donde viven las historias. Descúbrelo ahora