Parte 11

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Sara Lugueno

Año 2057

-¡Presidenta, en posición!- la voz de Jackson crepitaba a través de la radio. Él sería el encargado de informar sobre la situación de la contienda a mí y demás asesores en la sala de control.

-Cuando usted quiera, empieza el espectáculo-

-¿Por qué esperar más? Adelante. Les deseo suerte-.

-La necesitaremos-.

Acto seguido conectaron la pantalla de la sala de operaciones a una cámara situada en un caza, para ver el desarrollo general de la batalla. Podía ver a los tanques cumpliendo su parte, haciendo añicos las torretas antiaéreas. Unos segundos después de que eso pasara, los cazas invadieron el cielo pakistaní y empezaron a bombardear el Fuerte Armadillo.

-Bueno, de momento van viento en popa...-empezó Pierre, el vicepresidente.

Ahí empezaron los problemas. Vi por la cámara del caza que uno de estos estaba en llamas. A continuación, una detonación y otro más.

-¿Qué está pasando, Jackson?- Aquel fue el peor momento de la batalla. Estaba muy angustiada, si aquello no paraba Dos Santos podría huir por el aire.

-¡Los enemigos están disparando a los cazas con lanzacohetes manuales! Estamos intentando eliminarlos lo más rápido que podemos, pero nuestros cazas van cayendo. Espere, capitana, voy a dar unas órdenes...- Jackson me dejó con la palabra en la boca. De repente vi que los cazas se separaban mucho. Empezaron a lanzar humo. Unos segundos más tarde, habían creado una pantalla de humo con la que, aun que yo no podía ver nada, estaban salvando la integridad de los cazas.

-¿Jackson, cómo va la infantería?-

-Estamos conquistando el patio principal. Parece que Dos Santos no se ha movido de donde está, confía en que no podremos entrar. Entraremos en su búnker en unos quince minutos. ¡Arghhhh!-

-¿Puede repetir eso, Jackson?- ¿Qué demonios estaba diciendo?

-¡Me han dado, un francotirador! ¡Tina, ocúpese de las comunicaciones!-le oí gritar.

Los asesores en la sala soltaron un grito de terror a destiempo.

-Pero Jackson, ¿es mortal?-

-Con toda seguridad, capitana. Dele recuerdos a mi familia y cuando capture a Dos Santos, acuérdese de mí, ¿de acuerdo?-

-De acuerdo- sollocé.

Pero la tal Tina, que suponía que era una militar de menor rango, no dio señales de vida. Sin comunicaciones y con una cámara cubierta por humo, no podía hacer más que esperar. Se hizo un silencio muy incómodo en la sala de operaciones.

Unos diez minutos más tarde, aprecié unos sutiles cambios en la pantalla de mi computador: La niebla estaba desapareciendo. Y con horror pude ver claramente un avión de Omega Corporation despegando del helipuerto de Fuerte Armadillo.

-¡Detengan a ese avión!- grité, antes de recordar que no disponíamos de comunicaciones, con la voz llena de pánico. Vi unos misiles que se dirigían al avión y me calmé un poco. Pero mi histerismo alcanzó su límite al ver que los misiles chocaron unos contra otros.

-Cálmese, capitana, está todo bajo control. He agujereado el depósito de combustible, de modo que muy lejos no puede llegar, este maldito capu... perdón- Esto lo dijo una voz áspera que no conocía en absoluto.

-¿Quién eres?-

-Soy Pedro Ramírez, cabo primero-. Quería preguntarle como sabía que Jackson estaba muerto y como le había quitado la radio, pero me callé al ver el panorama que mi pantalla de PC mostraba. El avión de Dos Santos estaba estrellado al fondo de una ladera, y un número sorprendente de soldados estaba rodeando al avión para comprobar si estaba vivo o no. Se veía el fuerte Armadillo ardiendo en el fondo de la escena.

-Se lo dije, no tiene porque desconfiar de mí- eso, seguido de una risa áspera, hizo que me calmara de un modo asombroso. La operación había terminado con éxito: Si Dos Santos estaba muerto, lo quemarían en alguna pocilga, y si estaba vivo lo iba a torturar personalmente simplemente por gusto. Oh, qué dulce es vengarme... pensé, mientras pensaba que Dos Santos iba a sufrir más que David al pensar que estaba muerta (si Rafael estaba vivo).

Seis horas más tarde, Rafael Dos Santos llegaba a la celda especialmente preparada para él y al día siguiente lo ejecutaron en la silla eléctrica. Lo quería haber torturado, pero la ley no lo permitía.

Al día siguiente se publicó una foto en casi todos los diarios del mundo de Rafael Dos Santos quemado y electrocutado. La gente, cada uno en su casa, lanzó vítores de alegría y, de hecho, un día me levanté e incluso me encontré con una rosa en mi habitación con una nota de agradecimiento. La habían llevado con un dron. Increíble.

Con el paso de los días, las últimas células de Omega Corporation fueron desarticuladas y aquella amenaza fue derrotada para siempre jamás.

Propósito de VidaWhere stories live. Discover now