28.

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Eran las ocho de la mañana y todavía no nos decían nada, Brian nos había traído el desayuno pero yo no quisimos tocarlo, nos quedamos en la sala de espera viendo pasar a tantos médicos y ninguno con alguna respuesta, hasta cuando se hicieron las diez y el que había venido conmigo en la ambulancia apareció y se acercó a nosotras.

— ¿Es la amiga de Ana Sosa?

—Sí. —dijimos Ema y yo mientras nos levantábamos rápido, el doctor nos miró a las dos.

— ¿Ella está bien?

— ¿Familiares, ninguno?

—No, ya les avisamos y están en viaje.

—Bueno, su amiga tuvo una sobredosis. —nos dijo, abrí los ojos de par en par y todavía no respondía si ella estaba bien, pero después me miró a mí. —ahora está bien, pero tuvimos que hacer un lavaje de estomago, consumió demasiado.

Estaba aterrada, él no podía estar diciendo eso de verdad. Mencionó que ahora estaba descansando pero que no podía volver a ocurrir esto porque podía salir perjudicada y no sabían si la próxima vez iban a llegar, no sólo tenía pastillas encima, sino que también estaba completamente alcoholizada y los efectos no se iban a ir hasta que ella no se recuperara. Teníamos que ser pacientes y paciencia era lo que menos tenía. Quisimos ir a verla pero todavía estaban trabajando en mantenerla estable y curarla por las heridas físicas que tenía de la caída en casa. Solamente nos quedaba esperar y conseguir calma.


No podía faltar al trabajo así que después de estar todo el día en el hospital y que no me dejaran ver a Ana, tuve que volver a casa, bañarme e irme a trabajar. Estaba de mal humor porque no sólo estaba en mi periodo, la situación me tenía completamente estresada y enfrentarme a Kike era lo peor que me podía pasar, por lo que simplemente entré y me puse a trabajar ignorando hasta mi nuevo ayudante.

— ¿Abril te parece si me quedo?—preguntó Joshua desde el umbral. Éramos los únicos el restaurante y yo tenía la responsabilidad de cerrarlo, pero faltaban dos personas que parecía que se iban a quedar a vivir.

—No es necesario, espero que se vayan esas personas y me voy.

—Pero puedo quedarme, es sábado y tengo libre no tengo nada para hacer, no quiero dejarte sola.

—Bueno como quieras entonces.

—Me quedo. —dijo y sonrió. Fui al baño y me lavé la cara, tenía muchas ojeras y estaba de verdad cansada. Había estado todo el día en el hospital y trabajar el turno más cargado era agotador.

Mi teléfono empezó a sonar y deseé con todo mi corazón que fuera un mensaje de Gian, pero no era y aprovechando que tenía tiempo libre intenté llamarlo, pero su casilla me decía que su línea no estaba disponible y me preocupaba, no había recibido nada de él desde la tarde de ayer y mínimamente quería saber si estaba bien, al no obtenerlo miré el mensaje de Ema avisándome que ella se quedaba y que todavía no tenía noticias de poder verla.

Realmente necesitaba descansar un poco y prometí suplantarla a la primera hora del día siguiente. Me cambié y salí lista para cobrarle a esas personas y cerrar el lugar para irme, pero cuando salí la cocina estaba cerrada al igual que el salón, nadie estaba ahí, fruncí el ceño al ver hasta el mostrador apagado.

— ¿Joshua?

—Voy. —dijo y entró de nuevo a la cocina. Lo miré algo confundida.

— ¿Qué hiciste?

—Le cobré a la pareja y ya se fueron, me adelanté a cerrar. —dijo y en la mano me dio toda la pata mientras se encamina a la cocina. —Estoy preparando un té, ¿querés?

— ¿Té?

—Si, después de un día largo mi mamá siempre me hace té y dice que relaja un poco, ¿queres? —preguntó y sonrió ante mi confusión. — ¿Estás realmente agotada no?

—Sí, muy cansada.

—Podes tomar té y después te vas, ¿te molesta?

—No. —negué con la cabeza. En lo absoluto me molestaba, lo dejé a él preparando el té y yo fui a poner la plata en la caja. Anoté el último pedido y volví a la cocina todavía sorprendida por su comportamiento, me dio una taza de té y abombada la agarré.

—Gracias. —le dije y él se sentó frente a mí.

—De nada, es un buen momento para conocernos mejor, ¿no?

—No lo sé, estoy muy cansada y quiero irme a mi casa.

—Sólo unos minutos. —pidió, respiré hondo y asentí. Tomé un poco de mi té caliente y creo que fue el único momento del día que estuve tranquila. Nos quedamos en silencio unos minutos pero no estuve incómoda porque estaba intentando dejar la mente en blanco, hasta que habló. — ¿Hace mucho trabajas acá?

—No, hace un año más o menos.

—Perdón que me meta pero te vi muy...agotada hoy... ¿estás bien? —me preguntó, tragué un poco y asentí.

—Sí, sólo estoy cansada fue un día...largo.

—Sí, es un poco estresante trabajar de noche ¿no?

—Muy.

—Me quise quedar porque aparte de que podemos hablar y conocernos mejor, quería saber cómo estabas, ayer también estuviste un poco así y no sé si sos así porque no te conozco, pero me preocupé. —dijo y yo no pude evitar mirarlo con confusión. — ¿Te paleaste con tu novio?

Sonreí un poco y negué, si tan sólo fuera mi novio podría pelearme con él.

—No, no es eso, es que son días agotadores acá adentro y aparte tengo un problema personal de qué ocuparme. —le dije y me levanté. —gracias por té.

—De nada.

—Empezamos con el pie izquierdo y es por mi culpa, disculpame pero no estoy acostumbrada a tener un ayudante, no te preocupes porque pienso acostumbrarme, espero que hagamos buen equipo. —le dije y él sonrió de par en par.

—Sí, yo también lo espero.

—Nos vemos el martes.

—Sí... eh ¿estás sola ahora? Me refiero a si te vas sola.

—Sí vivo cerca ¿por qué?

—Es algo peligro, ¿querés que te acompañe?

—Mmm... no te pongas en ese compromiso, siempre me voy sola.

— ¿Para dónde vas? —me preguntó mientras esperaba a que agarrara mis cosas. Cuando salimos, le indiqué la calle por la que siempre iba, si bien estaba oscura, era la más directa a mi casa.

—Yo también voy para allá, dale te acompaño.

—Bueno como quieras.

—Si quiero. —dijo con una pequeña sonrisa. Y fue un alivio en realidad que lo hiciera, no había mucha gente y estaba muy oscuro el lugar, por suerte me acompañó hasta casi la puerta de mi casa y no fue nada incómodo porque él me iba preguntando mucho acerca del restaurante y yo respondí para seguir la buena conversación. Se notaba lo mucho que se esforzaba y nuevamente le pedí disculpas por haberlo juzgado, así que prometí recompensarlo enseñándole algunas cosas que quería aprender y fue como empezar todo de nuevo.

Aprendiendo a Quedarse.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora