Capítulo 6: Tú me conoces. Yo te conozco

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"La trampa de tus manos me seduce a apostar"

(Morat)


Melina tenía recostada la cabeza contra el volante del automóvil de la empresa, se sentía débil, cansada y confundida tras el falso secuestro. Siempre fue de esas personas a las que le gustaba saber más que al resto de la gente, conocer secretos y cooperar para un mundo mejor; no fue casualidad elegir el periodismo como profesión, donde se sabe todo lo que ocurre, incluso cuando el resto de la sociedad no tiene conciencia. Sin embargo, nunca imaginó o pensó que podía llegar a ser contratada por una agencia de inteligencia para ayudar a evitar ataques terroristas. ¿Dónde mierda se había metido? Quería escapar, llorar, contarle a su mamá. Pero ella ya no era una niña, era una adulta y había sido elegida por el CNI, que como bien había dicho, no la dejarían desertar de la misión. ¿Qué más daba? Cooperaría, no tenía otra alternativa más que esa. Pero... ¿Cuál era el costo? Lo sabía y se negaba a asumirlo.

—Me siento Máximo —meditó, pensando en su personaje de Corazón occidental, que había sido parte de la CIA—. Pero él es un personaje inventado por mí y esto es la vida real.

Tenía miedo, porque era un mundo nuevo y aunque siempre se jactó de ser una mujer independiente y valiente, temía por su familia y amigas, porque cuando las cosas no salen bien, se toma represalias con los seres queridos. Cooperar con espías podía tener su parte buena como la cuantiosa suma de dinero que le habían ofrecido, pero también, tenía su parte riesgosa y más con una red yihadista de por medio. Los terroristas son personas de temer, son gente que tiene ideas religiosas y extremistas metidas en la cabeza, personas capaces de dar su vida por un objetivo o creencia.

Suspiró, pensando en lo de Damasco, era un hecho; ella viajaría a uno de los países más peligrosos del mundo, era su trabajo como corresponsal de guerra, pero también sabía que esa noticia no sería del agrado de su madre y mucho menos de sus amigas. Aunque había viajado en otras ocasiones, siempre habían sido visitas cortas de máximo una semana, no como su próximo viaje, que la mantendría un largo tiempo en Siria.

—¡¿Se puede saber qué haces ahí?!

Dio un respingo ante el grito y golpe en la ventanilla. Miró de reojo, con furia, porque odiaba esa voz, le irritaba y despertaba instintos asesinos. Bufó, abriendo la puerta sin importarle golpearlo.

—¿Qué demonios quieres, Eneas?

—¿Estás bien? Parecías inmersa en tu mundo.

—Lo estaba, antes que tú me molestaras. ¿Puedo saber qué quieres?

—Sí. La reunión se adelantó y Sergio te necesita at this moment en la oficina.

—¿Está el imbécil de tu hermano?

—¿Giovanni? No, él tuvo que viajar esta mañana a Barcelona —Melina asintió, por lo menos Giovanni no sonreiría victorioso cuando ella aceptara escribir la biografía; algo que la hacía perdedora de la guerra que le había declarado—. ¿Aceptarás?

—Déjame en paz, Eneas.

—Estás muy gruñona hoy.

—Me pongo así cuando me tocan los cojones.

Entró al edificio de GOE, saludó con pocas ganas a algunos de los empleados y, antes de ir a la amplia oficina donde se firmaban los contratos, pasó por el baño de su camerino para lavarse la cara.

Se miró en el espejo, las ojeras eran notables y tenía una extraña palidez cuando ella era de piel trigueña. «Necesito descansar» pensó, porque se sentía estresada y todo el cuerpo tensionado, su mañana no había sido fácil, por el contrario, con mucho estrés. En ese momento Melina comprendió que su vida se dedicaba pura y exclusivamente al trabajo; algo que no era sano. ¿Qué había después del trabajo? Nada. Su vida era monótona desde que había llegado a la ciudad. Y eso le puso un nudo en la garganta, porque aunque había conseguido todo y más laboralmente hablando, su vida personal era triste, cuando sus amigas se fueran todo volvería a ser solitario y frío como antes.

Miradas cómplicesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora