Capítulo 45

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Mientras tanto, en el último piso de aquella casa

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Mientras tanto, en el último piso de aquella casa...

Ilya se retorcía en el suelo, herido en una pierna por el disparo de Arisha. La joven se había puesto en pie, apuntándole con el arma mientras le miraba con odio a la vez que con cierto aire triunfante. Ella había conseguido llegar primero a la pistola y había disparado el arma, dos veces. Una de ellas había impactado directamente contra la pierna de Ilya. La otra bala... Un gemido se oyó por detrás de ella. No se podía permitir mirar sin dejar antes a Ilya, de alguna manera, atado. Vio una silla detrás de ella y, con muchísimo esfuerzo, consiguió levantar al que creía que era su padre y sentarlo en esa silla para después atarle, a toda prisa, con cables que había encontrado tirados en el suelo de aquella habitación.

Una vez se aseguró de que le había inmovilizado, mientras él se reía suavemente, la joven se giró hacia el sonido que había escuchado. ¡Puta mierda! ¿Cómo podía ser aquello verdad? La otra bala que había disparado la joven había impactado de lleno en un hombro de Alexey. Con horror, la joven se dirigió a él con rapidez.

—¡Joder! Alex, ¿estás bien? —La joven posó la pistola a un lado de ella, cogiendo las mejillas del hombre para poder así mirarle a los ojos—. ¡Mierda! Lo siento, lo siento.

La herida del hombre sangraba bastante.

—Tranquila, estoy bien —el hombre se puso en pie con algo de dificultad, su mano derecha había quedado inutilizada por el disparo en su hombro, pero creía que podría aguantar, no era tan grave—. Ahora, vamos a hacer hablar a este hijo de puta.

Antes de dirigirse una vez más hacia Ilya, que seguía riendo, se acercaron a donde había caído Devlin, que en ese momento comenzaba a abrir sus ojos lentamente, aturdido.

—Madre mía, ¿qué os ha pasado? —Preguntó Devlin cuando vio la pierna de Arisha y el brazo de Alex.

Ellos no respondieron, sólo le ayudaron a levantarse y se dirigieron una vez más a Ilya. Se plantaron delante de él, Arisha delante, los dos jóvenes detrás de ella, a sus costados y la joven sonrió lentamente.

—Hola, papá —dijo con burla en la voz—. Llegó el momento de que me cuentes por qué has estado detrás de mí todo este tiempo.

El hombre seguía riendo sin parar, mirándoles a los tres. Evidentemente, no respondió a la pregunta de la joven, motivo por el cual ésta sacó rápidamente su daga y se la clavó, con un movimiento rápido pero certero, en el centro de una de sus manos, consiguiendo que profiriese un gemido suave. Ilya levantó la mirada, mirando con asco a la joven.

—¿Te crees que con esta miseria de tortura vas a conseguir que hable? Puedes seguir intentándolo, querida. Puedes matarme a mí, pero siempre habrá alguien persiguiéndote. Siempre tendrás que estar mirando en todas las esquinas para protegerte. Nunca podrás vivir tranquila sin...

Antes de que terminase de hablar, la joven había sacado la daga de su mano y, con otro rápido movimiento, había cortado dos dedos del hombre, el meñique y el anular, de un solo movimiento.

La voz del pasadoWhere stories live. Discover now