Capítulo VI.

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- Es obvio que están tras de mí, ¿podría ser que estoy a punto de descubrir algo importante y por eso me sucede esto? -se decía entre sí-

- Mi vida no fue fácil, me consto mucho aprender... tuve que esforzarme cada día para "ser alguien de bien." -Palabras que le repetía su progenitor al regresar de la metalúrgica todas las tardes.

Su padre había sido su mayor inspiración, junto a su cariñosa madre, misma que siempre le curaba las heridas propinadas por sus compañeros, cuando se burlaban de él diciéndole "pobre nerd," ambos eran las mayores bendiciones que Dios pudo haberle dado. Sin embargo, ellos se irían pronto de su vida...

Luego de trabajar por más de veinte años, el padre enfermó gravemente de los pulmones a causa de las toxinas de la fábrica, que no se hizo responsable de la hospitalización, dando como resultado la muerte de Don Sigfrido Reínz. Su madre podría decirte que murió de tristeza, pues aunque intento en repetidas ocasiones encontrar trabajo, al no conseguirlo se dedicó a hacer tejidos, costuras y otras cosas más, para subsistir y darle colegiatura a su hijo, mientras que en las tardes, ella con nostalgia posaba su mirada en la esquina de la ventana, por donde tiempo atrás, veía aparecer a su esposo, tomando a Nicolás de la mano, cada uno tan feliz como el otro.

Entonces, fue así como aquel muchacho de 16 años tuvo que asistir a un segundo funeral, el de su madre, justo antes de iniciar el último año de colegio...

El gobernador del pueblo, accionista mayoritario de la metalúrgica ya había decidido la suerte del joven Reínz, iría a un centro juvenil y con la venta de sus bienes se cubriría los gastos del sepelio y las otras deudas de la familia.

Después de todo es lo correcto –decía el gobernador Huberth-

Así el huérfano vio llegar el día del sepelio donde llovía a cántaros, como si el cielo se compadeciera de Nicolás, quien se sentía tan herido, tan roto, que apenas terminada la ceremonia, salió corriendo del panteón, como si así pudiese huir del dolor que lo atormentaba.

Estaba ciego, tan ajeno al mundo que ni siquiera percibió el auto que se avecino contra él.

IKRÄTHA:  Cuentos de Soledad -Trygdall-Where stories live. Discover now