IKRÄTHA: Cuentos de Soledad -Trygdall-

Capítulo XII.

Tomando un poco de aire  y aún caminando torpemente su mente vuelve a la actualidad.

Ahora el ya mayor Nicolás, observa la luz encendida del pórtico de la casa de su vecina Gabriela, por lo que toca una y otra vez su puerta, pero ella no esta en casa, entonces Nicolás, encamina sus pasos por un viejo atajo en medio del bosque, que conduce hacia el lago cercano a la prisión, allí donde el viejo Wrifelt le había enseñado a pescar.

Sin duda una floresta con grandes árboles, donde habitan muchas criaturas de diversas formas y colores, en el día puede ser un verdadero espectáculo para los sentidos, pero en la noche... ese lugar puede transformarse en un sitio tenebroso y a desnivel, en el que sólo un loco se atrevería a adentrase... -pero quizá él ahora lo es-

Así, mientras camina, sus zapatos se vuelven más pesados por el lodo, tambaleándose de un lado a otro, como si la brisa de la noche lo zarandeara al atravesar el bosque, donde mayormente rueda por la empinada floresta, mientras es sostenido gentilmente por un árbol, o bueno, no tan gentilmente, ya que es Nicolás quién se estrella a su abrazo.

Entonces ya para cuando él se detiene, recostado boca arriba y en medio del bosque, el joven pedagogo comienza a alucinar con un pequeño cantor, que bajo la lluvia parece ir recolectando cadáveres de hadas que extrae de las flores secas y de árboles talados.

Cuando la luz se va,
y llega la espesa oscuridad,
los espectros bailando se levantan
y un exquisito escalofrío nos abraza.

Débiles mortales huyan
porque iremos por sus almas,
brujas preparen sus mejores pócimas,
bajo esta tímida Luna iremos de caza.

Al atardecer toda luz fallece,
y nace la noche al atardecer...
Al anochecer el encanto se enciende,
mientras el valor perece al atardecer...

Cuando el sol se oculta
y la guadaña ronda silenciosa,
una lúgubre melodía
los corazones negros hace retumbar.

Las plantas cobran vida
que ahora yace empañecida,
mortal, no voltees a mirar
porque del abismo no hay salida.

Nicolás intenta ponerse en pie, pero el duende lo escucha, y este antes de salir huyendo pega un chillido que lastima los oídos del ebrio humano. Más tal parece que la criatura ha despertado la atención de algo y eso, sin prisa y tomando forma de diva perfumada de azufre aparece ante él.

- ¿Así que aquí estabas?

Reínz maldice, reniega y le reta diciendo:

-Sé lo que eres, vamos ser del averno, ven llévame si te atreves-, con lo cual enfurece al demonio, que muestra sus garras y colmillos junto a la mitad de su verdadero rostro; pero justo antes de que eso consiga tocar un solo cabello del mortal, una fuerza interviene a su favor.

- ¡Aléjate de él, pútrido esperpento! – Grita una neblina, interponiéndose en medio de ambos:

- Y tú ¿Por qué lo defiendes? -replica el demonio-

-Le debo una y pienso pagársela- contesta con altivez la aparición-.

- Jajaja... jajaja... – ríe el demonio-

- Me matas de riza, un alma que ansía su libertad, defendiendo a un vivo que no sabe que hacer con ella jajajaja.

- Va... unas horas o días más, nada significa, es mejor esperar y cosechar cuando la fruta está madura.

-Después de todo quien no ama ver a una estrella caer –

Y de este modo ella o más bien eso se aleja-

El fantasma le estira su mano, diciéndole, - no deberías tentar tu suerte- pero Nicolás la atraviesa, por lo cual el espíritu se disculpa.

-Perdón, era una costumbre-

Nicolás sin sentir miedo alguno le pregunta: -¿Te conocí?-

El alma en pena le responde: -Hace tiempo un joven nerd me dijo un nombre que quería saber.-

Así que hasta los fantasmas creen que soy "nerd".

unmfffs... -suspira Reínz para dentro de sí-

-Debemos proseguir, antes que esa cosa decida regresar– propone el salvador de Nicolás, quien le hace saber que se dirige rumbo al cementerio, a lo cual el Físico piensa – Es lógico, es un fantasma después de todo-.