Capítulo 3: La Nota

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Audioslave - Show Me How to Live

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MELANIE

Seis años después, año 2066:

Cuando me trasladaron del orfanato a mi hogar, fue un gran alivio. Ya no más colchón roto, frío por las noches y malas duchas cada tres días; ahora tendría que ganar mis alimentos y prendas por mi trabajo. Comúnmente no conseguimos cosas nuevas o de calidad, pero funcionaba para mí y eso era lo importante.

Había una ley que dictaba no salir a ningún sitio que no sea el trabajo, que implicaba en descargar alimentos, bebidas, ropas y cosas de mucha refinación de grandes autos; que claro no era para nosotros, sino para la mansión en donde trabajábamos por las tardes. Los guardias eran crueles; golpeaban y abusaban de los demás, por suerte casi no sufría ese hostigamiento. Solo veía a los chicos pasar en el trabajo, aún no se nos era permitido hablarles y mucho menos simpatizar con ellos. Los que solían romper esta regla, al punto de formar una relación sentimental; acaban muertos o desaparecidos.

Beth y yo solo hablábamos en el descanso del trabajo o en el autobús, a veces solía escabullirse a mi casa y charlábamos; ella seguía teniendo muy mal temperamento, era peor con el tiempo, al igual que su agresividad; la castigaban constantemente y aún no entendía por qué seguía con vida. Era como si todavía nos protegieran en algún sitio... ya habíamos estado hablando sobre el plan de escapar, el plan ya tenía forma, pero nos hacía falta gente, lo cual sería difícil de conseguir, sin embargo, no sabíamos que había más allá de la ciudad, no sabíamos si quedaban más humanos o solo este país había sobrevivido al famoso virus que un día nos contaron; aunque ciertamente nunca nos dieron detalles.

En unas semanas se cumplirían dieciséis años del gobernado del mafioso Hatway, la ceremonia se llevaría a cabo en el gran salón de la mansión, todos teníamos que asistir obligatoriamente.

El trabajo era pesado, pero no me causaba los mismos síntomas que a los demás. No me dolía la espalda por cargar los pesados bultos de maíz, no me salían ampollas por arrastrar los costales de ropa y tampoco me duraba mucho alguna herida. La comida no era del todo agradable, muchas veces estaba a punto de caducar.

La cocinera vieja, arrugada, con diez años encima e infelicidad de más, tiró en mi platillo guisantes, fideos y un trozo de carne maloliente; sonreí con agradecimiento, pero sin poder evitar mi expresión de asco y caminé hasta mi asiento, Beth colocó la charola de mala gana sobre la mesa, hizo un ruido fatal y resopló sentándose brusco.

—¿Qué tal el día, Mel? —preguntó masticando un trozo de carne, con demasiada exageración; pude escuchar como pasaba de lado en lado su bocado a través de sus dientes, era demasiado asqueroso.

—No me quejo —respondí, mientras jugaba con los guisantes que estaban demasiado blandos, a duras penas los movía y estos se deshacían.

—¡Todo es una mierda! —bufó en alto y con la boca llena, tirando migajas a medio metro frente ella y, ocasionando más de una mirada.

Siete fases de la muerte |Libro 1, 2, 3 Y 4|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora